martes, 26 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 22)

Cristian anduvo cabizbajo, no paraba de llorar, se encontraba solo, en un extraño país y había perdido al único ser que le uniría de nuevo con sus amigos y podría llevarlos de vuelta a casa. El camino ascendía, de pronto acabó. Un gran acantilado nacía a sus pies. Al fondo una vista aterradora. Un ejército enorme había rodeado la ciudad en la que estaban sus amigos. Era imposible bajar hasta allí. ¿Cómo era posible? Ese camino le llevaría a la ciudad, a socorrer a Luis, Arturo, Ana y Laura… Laura, que ganas tenía de verla, de tocarla…
— ¿Costernado?— Sonó una voz a su espalda.
— ¿Xaj?— Contestó Cristian dubitativo.
—Exacto, eres más duro que lo que cría.
— ¿Cómo has podido hacernos esto?
— No podemos permitir que tu dinastía vuelva a reinar en estas tierras. Sería el fin de Lord Levén, quien nos otorgó poder sobre la detestable y blanda raza humana. Deberías haber muerto luchando contra alguno de los cuatro guardianes, pero no, te has empeñado en seguir con vida. Tuve que matar al último para ahora, ser yo quien termine de una vez por todas con tu asquerosa existencia. Soy más poderoso que ellos, te aviso que este será tu fin.
Las palabras del fénix estaban cargadas de odio. Cristian se quedó atónito al escuchar todo aquello. Aquel animal les había traicionado. Con todo lo que habían pasado juntos…
—Acabaré contigo maldito traidor— Dijo Cristian mirando fijamente a los ojos del Xaj. Se puso en guardia, cerró su puño derecho e inmediatamente nació la espada flamígera, alzó su brazo izquierdo y una bola de fuego creó una circunferencia plana alrededor del antebrazo. Un escudo de fuego.
— ¡Ataca maldito judas!
El fénix ascendió y batió sus alas con fuerza, mandando un vómito de fuego a Cristian, quien alzando su escudo pudo desviar el mortal ataque por arriba y los lados prendiendo fuego en la escasa vegetación de la zona. Entonces el fénix descendió a gran velocidad, Cristian intentó asestarle un mandoble con la espada pero la velocidad de Xaj era superior. El pico del animal impacto en la carne del heredero provocándole un corte profundo. La herida le ardía. El fénix volvió a ascender. Cristian no podía hacer nada, tan solo esperar un fallo en el ataque y contraatacar. Xaj descendió a gran velocidad. Cristian se concentró, una aureola de fuego nació del suelo que pisaba. El fénix se aproximaba veloz. Cristian cerró sus puños con fuerza transformándose en una gran bola de fuego. Xaj al ver la defensa de su enemigo, concentró su poder y se convirtió en otra bola de fuego que se desplazaba a gran velocidad. Ambas esferas chocaron provocando una gran explosión de llamas. La temperatura fue tal que se derritieron hasta las piedras. Cristian salió despedido chocando contra una pared de rocas. Todo su cuerpo emanaba gran cantidad de calor. Estaba envuelto en humo. El fénix había desaparecido. Cristian se incorporó poco a poco. Estaba mareado. No encontraba rastro de su enemigo. De pronto todo empezó a temblar. Una bola de fuego nació de la nada justo frente a él. Levitaba. La bola explotó en una cegadora luz.
—Si piensas derrotarme con fuego lo llevas difícil, amigo— Al decir amigo el fénix llenó sus palabras de odio.
Cristian no podía más, apenas tenía fuerzas para tenerse en pie. Entonces el recuerdo de Laura le vino a su mente. Recordaba la ciudad rodeada de un imponente ejército. Allí estaban esperándole. No podía entretenerse más. Cayó al suelo. Se quedó apoyado en sus rodillas y manos. El suelo empezó a temblar de nuevo. Todo se veía arrugado a su alrededor por el calor que emanaba del suelo. Todo empezó a agrietarse, la tierra, las paredes de la montaña. Xaj se quedó estupefacto, no sabía lo que estaba pasando. De pronto el cuerpo de Cristian se puso en pie dominado por una extraña fuerza. Levitó. Sus ojos se quedaron en blanco. Empezó a convulsionar. Un grito de dolor inundó aquella montaña. Unas alas escamosas de color blanco nacieron bruscamente de su espalda. Miró fijamente a Xaj y se lanzó envuelto en llamas blancas en un ataque mortal.

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