lunes, 18 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 18)

—Tienes que llegar a un estado de concentración total cuando quieras hacer uso de tu poder, es como hallarte en una especie de visión túnel en la que notas el viento cómo nunca antes, creando corrientes que te dan más velocidad, ves los movimientos de tu enemigo antes de que los realice, notas en tu interior una fuerza descomunal, como el rugido aterrador de un enorme dragón.
Cristian prestaba atención a todo lo que decía Xaj. Abandonaron la aldea para que aquellas gentes pudieran vivir en paz. Escogieron el camino del norte, más largo que el del este, pero con menos vegetación, para que las criaturas voladoras espías de Karkroll  los vieran y mandara hacia ellos al resto de los guardianes. El aire era frío, ascendían hacia unos picos nevados. Daba la sensación de que eran espiados. El camino lo reinaba un silencio molesto, sólo llenado con loas palabras del fénix, no se oía el piar de las aves ni se veía ser vivo cerca. Pero la sensación de estar vigilados les hacía ir con paso veloz.
El primer día transcurrió sin novedad, comieron y descansaron sin sobresaltos, con un poco de frío pero tranquilos. Amaneció el segundo día, Cristian recogió sus cosas, se puso la cota de malla, apagó el fuego tirando tierra encima y se dispuso andar.
—¡Cuidado!— Gritó Xaj.
Cristian se giró, una gran sombra caía en picado hacia él. Se lanzó al suelo y la criatura pasó rozando su espalda. Se levantó y vio una especie de pájaro gigante, tenía las de murciélago, los ojos eran amarillos, similares a los de un insecto y tenía cuatro patas como si fuera una mosca.
—¡Qué demonios es esa criatura!—Chilló Cristian
—Es una estirge, el guardián de la puerta norte, que no te coja con sus patas o te succionará la sangre hasta matarte.
Cristian se concentró, juntó sus manos y de ellas nació una espada flamígera. La criatura volvió a descender en picado a gran velocidad. Cristian se preparó flexionando las piernas y echando la espada hacia atrás. La criatura llegó veloz a su posición, Cristian descargó la espada pero falló. Era muy veloz.
—Cristian concéntrate, tienes que poder ver los movimientos de tu adversario, anticípate.
La estirge volvió a descender sobre Cristian quien no pudo hacer nada. La criatura le golpeó en el hombro lanzándolo con fuerza varios metros atrás sobre la tierra del camino. Se levantó una enorme polvareda. Xaj no conseguía ver el estado de Cristian. De la nube de polvo salió escupida una flecha de fuego en dirección a la estirge. Agitó sus alas para levantar el vuelo. No pudo evitar del todo la flecha que atravesó una de sus alas haciéndola caer torpemente al suelo. La nube de polvo se dispersó. Cristian apareció con su mano izquierda recta delante de él agarrando un arco flamígero. De su frente emanaba sangre de una brecha producida por el golpe. La estirge se levantó e intentó volar. No podía, su ala izquierda estaba inutilizada. Miró a Cristian con sus ojos de insecto, olió la sangre que le manaba de la herida y se lanzó contra él dando un salto. Cristian agarró con la mano derecha el arco situándola bajo su mano izquierda. El arco incrementó su llamarada ensanchándose. Se convirtió en una espada. La elevó sobre su cabeza y cargó contra la criatura gritando. Parecía que iban a chocar. En el último instante Cristian se apartó dando un paso hacia su izquierda, bajo la espada hacia la derecha descargándola sobre las costillas de la estirge. Lanzó un chillido de dolor desagarrador y se desplomó sin vida contra el suelo. 

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