jueves, 8 de diciembre de 2011

La vida de Jesús Kevin.

En 1980 en las mil viviendas de alicante, un barrio marginal donde por las noches lucen hogueras de palés y nadie se atreve a cruzarlas, tuvo lugar un enlace matrimonial entre dos familias gitanas. Estaban en una habitación la joven que se iba a casar, su madre y la madre del novio. Iban a realizar la prueba del pañuelo.
- No es virgen- dijo la madre del novio con tono apesadumbrado.
Para que no llegara la sangre al río el patriarca de la familia del novio llegó a un acuerdo con la familia de la novia.
- La mari se casara con el hermano del novio, el jose.
La idea del enlace era para que no hubieran habladurías, pero todo el mundo se olía algo  pues al jose le gustaban más los hombres que al oso yogui los emparedados. La sorpresa fue mayor cuando a los pocos meses la mari se quedó embarazada. Todo el mundo pensaba que era un milagro. La mari dio a luz a un niño moreno de piel y con el pelo muy rizado. Todo el mundo coincidió en decir que era hijo del espíritu santo, porque su padre era gay y porque el niño era la viva imagen de Osvaldo do spiritu santo, un hombre brasileño que trabajaba como aguador para un clan de gitanos que vendían droga, en el  temido callejón de la muerte y conocidos como los tres reyes magos. Para que no hubiesen problemas entre familias y afectara al negocio de la venta de sustancias estupefacientes los reyes magos hicieron una visita a la familia. Le llevaron dinero y unas cuantas plantas de marihuana para que la familia obtuviera dinero con la venta menudeo.
 -¿Cómo se llama el niño?- preguntó uno de los tres reyes magos, El más moreno  apodado baltasar.
-Se llama Jesús Kevin- dijo la madre orgullosa.
Jesús Kevin fue creciendo en aquel barrio, el colegio no se le daba bien por lo que hizo un módulo de carpintería. Su padre tenía un pequeño taller de carpintería que en realidad era una tapadera para la venta de pope. Allí Jesús Kevin empezó a trabajar. Un día los visitó un gitano muy importante. Era del clan conocido como los romanos ya que sólo comían calamares a al romana. Hizo un pedido de varias puertas acorazadas capaces de aguantar los golpes de los arietes de la policía. Jesús Kevin se puso manos a la obra. Entre tanto trabajo un día quedó con sus colegas, eran conocidos como los doce apóstoles pues siempre íbamos hasta el culo de marihuana y tenían visiones divinas. Con ellos conoció a una paya con serios problemas de sobrepeso. La llamaban la “Marimadalenas”, pues sólo comía magdalenas a todas horas. Todo iba bien, el clan de los romanos le hacía  pedidos, Jesús kevin tenía dinero para quedar con sus colegas los apóstoles y su novia la “Marimadalenas”. Un día iban tan colocados que sólo pensaban que el agua que bebían era vino y que por eso pillaron un pedo que creyeron ver a Jesús Kevin andar sobre las aguas de una fuente. La verdad es que la fuente tenía poca agua.   Pero un lunes cualquiera vino corriendo un gitanillo de unos catorce años conocido como Lázaro al taller. Lázaro tenía problema de asma y cuando se ponía nervioso se desmayaba. Entró muy nervioso en la carpintería y al ver a Jesús Kevin se desmayó. Jesús Kevin se acercó y le puso uno mano en la frente, buscó en los bolsillos del chico el inhalador, se lo puso en la nariz y le dio una dosis.
-Lázaro, tranquilo “loco”, levántate y anda.- Lázaro se calmo y consiguió ponerse en pie. -Jesús Kevin, tío los del clan de los romanos andan buscándote.
-¿Por qué?
-Las puertas que les hiciste son una mierda, se han podrido con la humedad del ambiente y la policía ha entrado y les han quitado toda la droga. ¡Tienes que huir!
El clan de los romanos era muy peligroso por lo que Jesús Kevin huyó con sus colegas los doce apóstoles y su novia a otro barrio de alicante, se instaló en Ciudad de Asís, un barrio de gente trabajadora e hijos bakalas cuya vida se centra en su plaza, lugar de consumo habitual de consumo de drogas blandas. Allí se juntaban todas las tardes en la plaza a fumar porros, pero un amigo de Jesús Kevin, uno de los doce apóstoles le traiciono. Una noche después de ponerse hasta el culo de fumar hierba tenían mucha hambre, se compraron unas bolsas de doritos y estaban sentados cenando. Jesús Kevin le estaba comiendo la boca a la “marimadalenas” mientras los demás los miraban con cara de angustia. De pronto Jesús Kevin paró.
-Se que uno de vosotros me ha traicionado y ha revelado mi paradero al clan de los gitanos.
Todos se miraron incrédulo.
-Se que has sido tu- continuo Jesús Kevin señalando a su mejor colega “el judas”.
-Yo no he sido loco, tienes que creerme- dijo nervioso.
-Se que has sido tu porque sólo fumas marihuana, ya que es más barato, pero esta semana todos los porros que te has fumado son de hachís del bueno. Del que traen los argelinos a Alicante para que lo venda el clan de los Romanos.
Todos empezaron a discutir a grandes voces y a pegarse. De pronto un opel calibra paró  con un sonoro derrape frente a ellos. Del vehículo bajaron cinco gitanos del clan de los romanos, uno llevaba unas cadenas, otro una llave inglesa grande y los demás navajas de siete muelles. Estalló una pelea los golpes llovían por todas partes Jesús Kevin repartía hostias como panes, pero en medio del caos un gitano del clan de los romanos le clavó la siete muelles entre las costillas, justo debajo del pecho provocándole una perforación en el pulmón que sangraba mucho. Los del clan de los romanos se subieron al calibra y desaparecieron. Jesús Kevin se quedó tendido en el suelo desangrándose, la “marimadalenas” se permaneció llorando sobre su cuerpo inerte, mientras sus colegas corrían a esconderse del lejano sonido de las sirenas de la policía.
 Aún hoy sus colegas cuentan la historia como ejemplo de que no hay que engañar al clan de los romanos. 

viernes, 2 de diciembre de 2011

Las crónicas de wulfric (capítulo 7)

Agnus y Wulrfric recorrieron las tribus de la zona reclutando gente. Al principio todos dudaban pero al ver la impresionante imagen del musculoso hijo de los rayos se apuntaban a aquel extraño ejército. La gente no podía más, todos habían sufrido pérdidas de seres queridos por aquella maldita raza. Era la única oportunidad, uno de los hijos de los rayos le ayudaría a poner fin a aquel horror. Sólo tenían esa oportunidad.
-¿Wulfric, tienes algún plan?- preguntó Agnus mientras se calentaban aquella noche fría de primavera junto a una hoguera. La actividad de los hombres reclutados era frenética. Levantaron un campamento apenas a un día de la tribu de su padre.
-Si, lo tengo.
Aquella mañana los doses vieron algo que creían que jamás pasaría. Un pequeño grupo de hombres atacó la aldea de los hijos de los rayos. Pronto todas las casas ardieron. Sus habitantes salían tosiendo y aturdidos al verse atacados. Pronto  se armaron y subieron a sus caballos, entre las nubes de humo negro vieron una figura aterradora. Un hijo de los rayos encima de un oso gigante con una antorcha en las manos.
-Wulfric- articuló el jefe de la tribu que encabezaba a los hombres allí formados.
-Padre- dijo para si Wulfric, lanzó la antorcha con todas sus fuerzas. Wulfila se agachó y esta se clavó en la cabeza de uno de sus hombres matándolo en el acto.
Los cuernos empezaron a sonar y rápido todos los hijos de los rayos formaron.
-¡Quiero que matéis a todos esos cerdos que han osado atacarnos! ¡Que no quede nadie con vida!
-Padre, quiero matar a Wulfric- dijo Erik mirando fijamente a wulfric.
-Hijo mío, hazle sufrir.
Todos los hijos de los rayos iniciaron una carga hacia aquél pequeño grupo de hombres con armas de campesinos. todos corrieron al refugio del bosque. Al entrar en él los enormes jinetes una lluvia de flechas los recibió.
Erik logró escapar, sus ojos buscaban a Wulfric por todo el bosque. De pronto alguien cayó sobre él y lo tiró del caballo, los dos rodaron por el suelo.
-Vaya, si es mi hermanito- dijo Erik con tono burlón mientras desenfundaba su espada.
-Acabaré con todos vosotros.
Las palabras de Wulfric estaban cargadas de odio. Erik se lanzó con la espada en ristre, Wulfric sacó el hacha a tiempo y consiguió parar el golpe. Erik empezó a tirar estoques mortales, pero Wulfric los esquivaba. Un mandoble de espada desde lo alto intentó partir en dos la cabeza de Wulfric, levantó su arma con fuerza partiendo en dos la espada. Hizo un giro sobre su pie derecho de trescientos sesenta grados y seccionó la cabeza sorprendida de Erik.
Wulfric volvió a su viejo y ahora pasto de las cenizas hogar, todo estaba repleto de cadáveres. Pudo ver el de su padre ensartado por seis flechas. Era el único superviviente, no quedaba ni ser humano ni hijo de los rayos en pie excepto él. La cabaña en la que encerraban a las mujeres secuestradas se había librado de las llamas. Wulfric quitó el pesado travesaño que cerraba las puertas por fuera. Todas las mujeres salieron corriendo.
-¡Ana!- gritó varias veces.
-¡Wulfric!- sonó una voz al fondo.
Corrieron abrazarse. Ya era tarde, Wulfric notó una incipiente barriga de preñada en ella. Su destino estaba escrito.