viernes, 29 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 24)

Cristian despertó, estaba en una cama con sábanas limpias en una habitación inundada por los rayos del sol. A su lado sentada en una silla estaba laura con el brazo vendado.
—Fue una herida limpia— dijo cogiendo de la mano a Cristian quien se incorporó y la besó en los labios.
Esa noche se celebró una gran fiesta en la ciudad. Gentes de todas las ladeas acudieron. Todos los amigos celebraban la victoria, pero estaban tristes, querían volver a casa. Salieron de la gran sala en la que se celebraba la victoria hacia una amplia terraza. Un hombre cubierto por una capa estaba allí, al sentir presencia se volvió.
—¡Erlond!— exclamron todos al unisono.
—Se lo que os preocupa, cerrad los ojos y juntad las manos.
El ruido de la fiesta empezó a desvanecerse hasta el punto de no oirse. Ana abrió los ojos.
—¡Oh diso mío! Luis, mira.
Todos abrieron los ojos, estaban en la vieja casa donde habían perdido el balón hace… Les parecía una eternidad. Encontraron la pelota en el salón justo detrás de un viejo sofá y salieron corriendo hacia el colegio. La campana sonaba avisando de que empezaba la clase, el primer día de clase.

—Y colorín colorado este cuento… Vaya se ha dormido.
—Cristian— irrumpió una voz desde la puerta de la habitación— te he dicho muchas veces que no me gusta que le cuentes esa historia a nuestro hijo.
—Pero Laura, puede que un día vuelvan a necesitar al heredero del último dragón blanco, y nuestro hijo debe estar preparado.

FIN

miércoles, 27 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 23)

El día despuntaba, Luis salio de la habitación donde dormía en la gran casa del señor de la ciudad. Salio con paso rápido en dirección a las murallas de la ciudad, la vista era aterradora. Un enorme ejército de minotauros estaba formando rodeando la ciudad. Empezaron a sonar unas campanas de forma nerviosa por toda la ciudad, que se llenó de una actividad frenetica. Cientos de hombres salieron de sus casas ataviados de armaduras y espadas, estos corrían a formar junto a los soldados de la ciudad que ya salían fuera de las murallas para presentar batallas a sus enemigos. Luis bajó corriendo de la muralla en dirección donde tenían todas las máquinas que habían construido. Allí en una gran explanada se encontraban varias catapultas y artefactos capaces de lanzar andanadas de 50 flechas. Luis empezó a gritar órdenes para desplegar las máquinas por diversos puntos estratégicos de la ciudad. De pronto un ruido ensordecedor trono por inundando todas las almas de terror. Ana y Arturo estaban en la muralla observando desde lo alto.
—Este va a ser nuestro fin- Comentó Arturo lleno de terror.
            —No, Cristian vendrá y matará a todos... Vendrá...— repitió para si misma en voz baja intentando convencerse. Una lágrima resbaló por su mejilla.
Todo empezó muy rápido, las ordas corrieron hacia los aterrados soldados que defendían la ciudad, su orden era aguantar. Conforme se iban acercando el suelo temblaba a los pies de los soldados.

— ¡Aguantad, por todos los dioses, aguantad!— Repetían una y otra vez los capitanes de cada compañía.
De pronto de encima de las murallas aparecieron cientos de rocas escupidas con una fuerza increíble, detrás de las rocas aparecieron miles de dardos que surcaban el aire clavándose sobre la carne de aquellas asquerosas criaturas, las piedras habían ocasionado numerosas bajas. En la ciudad se celebraba la victoria. De pronto una criatura apareció sobrevolando la ciudad, una especie de ser humano con unas alas escamosas negras caía en picado sobre la ciudad, era Lord Leven. Apuntó con sus puños hacia las máquinas, de ellos salieron bolas de fuego que fueron destruyendo todas las máquinas a la vez que incendiaban las casas de la ciudad. La actividad se hizo frenética. Toda la gente corriendo intentando apagar los fuegos y salvando las máquinas. Fue en vano. Todas las catapultas y arcos se perdieron. En el exterior las tropas de minotauros que habían iniciado una desorganiza huida se reagruparon ante la parada de la lluvia de piedras y flechas. Cargaron contra las tropas de la ciudad con extremada agresividad. Las tropas pongan cara valientemente. Lord Leven sobrevoló las tropas y empezó a escupir fuego ocasionado que las tropas se rompieran y los minotauros entraran en la ciudad. Todo estaba perdido. De pronto una bola de fuego blanca impactó contra lord Leven haciendo que cayera contra el suelo. Tras esto el cielo se llenó de lenguas de fuego blanco que cayeron sobre los minotauros aniquilando a cientos, lo que provocó que muchos huyeran despavoridos. El resto fueron masacrados por los soldados de la ciudad. 
Arturo y Luis apagaban fuegos de los tejados ardiendo, Ana y María ayudaban a los heridos. Algo raro había pasado. El ensordecedor ruido metálico de miles de armas chocando había cesado. Los angustiosos gritos de dolor también habían cesado. Ana miró al cielo, el sol estaba en su punto más alto, llevaban medio día luchando. Una sombra humana se recortaba con el sol. Era Cristian, de su espalda salían unas las de escamas blancas. Levantó una mano y saludó a ana. Lord Leven se levantó aturdido del suelo, ya lo comprendía, Xaj había fallado, Cristian había controlado su poder, nada podía hacer un fénix contra tanto poder. Se levantó y observó a los ojos a aquel chico, todo se iba a decidir en un combate a muerte entre ambos.

De los puños de ambos brotaron espadas flamígeras, los dos se lanzaron en un choque que provocó una lluvia de lenguas de fuego. Los soldados y minotauros que se quedaron boquiabiertos al ver el espectáculo corrieron para resguardarse del fuego que al caer todo lo prendía. La velocidad de movimientos de Lord Levén y Cristian era alta, luchaban sobrevolando el valle chocando sus armas.
—No puedes hacer nada contra mi muchacho, tu poder es muy débil.
—Eso ya lo veremos.
Lord Levén se envolvió en una bola de fuego que explotó y lanzó a Cristian contra el suelo que se quedó aturdido.
—Ahora malditos minotauros atacad— gritó el señor oscuro con furia.
Cristian estaba en el suelo mareado, vio como el ejército de lord Levén se rehacía y atacaba. Intentó levantarse. No tenía fueras. En lo alto de la muralla pudo ver a Laura, una flecha surcaba hacia a ella impactando en su brazo y tirándola al suelo.
—¡Nooo!— gritó Cristian. Se desmayó.
Su cuerpo empezó a convulsionar en el suelo, los ojos se abrieron de golpe, eran blancos. Se levantó y clavó su  mirada en el señor oscuro. Su cuerpo empezó a elevarse del  suelo hasta situarse a unos tres metros del suelo. El cielo empezó a oscurecer. Se despertaron truenos y rayos. Un agujero de luz rompió el oscuro cielo iluminando a Cristian. Su cuerpo se envolvió en una bola de fuego blanco. Lord Levén desde el cielo clavó la mirada en su enemigo.
—No puede ser.
Un grito retumbó en el valle la bola de fuego blanco se convirtió en una cabeza de dragón, el cual abrió la boca y vomitó fuego blanco hacia el señor oscuro, quien como defensa formó una bola de fuego. El cuerpo de Cristian cayó al suelo inconsciente. Estaba hirviendo. Los minotauros miraron hacia el cielo intentando buscar a su señor. No estaba, había desaparecido. El sonido grave de cientos de tubas resonaron en el  campo de batalla.
—¡Atacad!— gritaban los generales de la ciudad de Prosperius.
Los minotauros huyeron, Prosperius ganó la batalla.

martes, 26 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 22)

Cristian anduvo cabizbajo, no paraba de llorar, se encontraba solo, en un extraño país y había perdido al único ser que le uniría de nuevo con sus amigos y podría llevarlos de vuelta a casa. El camino ascendía, de pronto acabó. Un gran acantilado nacía a sus pies. Al fondo una vista aterradora. Un ejército enorme había rodeado la ciudad en la que estaban sus amigos. Era imposible bajar hasta allí. ¿Cómo era posible? Ese camino le llevaría a la ciudad, a socorrer a Luis, Arturo, Ana y Laura… Laura, que ganas tenía de verla, de tocarla…
— ¿Costernado?— Sonó una voz a su espalda.
— ¿Xaj?— Contestó Cristian dubitativo.
—Exacto, eres más duro que lo que cría.
— ¿Cómo has podido hacernos esto?
— No podemos permitir que tu dinastía vuelva a reinar en estas tierras. Sería el fin de Lord Levén, quien nos otorgó poder sobre la detestable y blanda raza humana. Deberías haber muerto luchando contra alguno de los cuatro guardianes, pero no, te has empeñado en seguir con vida. Tuve que matar al último para ahora, ser yo quien termine de una vez por todas con tu asquerosa existencia. Soy más poderoso que ellos, te aviso que este será tu fin.
Las palabras del fénix estaban cargadas de odio. Cristian se quedó atónito al escuchar todo aquello. Aquel animal les había traicionado. Con todo lo que habían pasado juntos…
—Acabaré contigo maldito traidor— Dijo Cristian mirando fijamente a los ojos del Xaj. Se puso en guardia, cerró su puño derecho e inmediatamente nació la espada flamígera, alzó su brazo izquierdo y una bola de fuego creó una circunferencia plana alrededor del antebrazo. Un escudo de fuego.
— ¡Ataca maldito judas!
El fénix ascendió y batió sus alas con fuerza, mandando un vómito de fuego a Cristian, quien alzando su escudo pudo desviar el mortal ataque por arriba y los lados prendiendo fuego en la escasa vegetación de la zona. Entonces el fénix descendió a gran velocidad, Cristian intentó asestarle un mandoble con la espada pero la velocidad de Xaj era superior. El pico del animal impacto en la carne del heredero provocándole un corte profundo. La herida le ardía. El fénix volvió a ascender. Cristian no podía hacer nada, tan solo esperar un fallo en el ataque y contraatacar. Xaj descendió a gran velocidad. Cristian se concentró, una aureola de fuego nació del suelo que pisaba. El fénix se aproximaba veloz. Cristian cerró sus puños con fuerza transformándose en una gran bola de fuego. Xaj al ver la defensa de su enemigo, concentró su poder y se convirtió en otra bola de fuego que se desplazaba a gran velocidad. Ambas esferas chocaron provocando una gran explosión de llamas. La temperatura fue tal que se derritieron hasta las piedras. Cristian salió despedido chocando contra una pared de rocas. Todo su cuerpo emanaba gran cantidad de calor. Estaba envuelto en humo. El fénix había desaparecido. Cristian se incorporó poco a poco. Estaba mareado. No encontraba rastro de su enemigo. De pronto todo empezó a temblar. Una bola de fuego nació de la nada justo frente a él. Levitaba. La bola explotó en una cegadora luz.
—Si piensas derrotarme con fuego lo llevas difícil, amigo— Al decir amigo el fénix llenó sus palabras de odio.
Cristian no podía más, apenas tenía fuerzas para tenerse en pie. Entonces el recuerdo de Laura le vino a su mente. Recordaba la ciudad rodeada de un imponente ejército. Allí estaban esperándole. No podía entretenerse más. Cayó al suelo. Se quedó apoyado en sus rodillas y manos. El suelo empezó a temblar de nuevo. Todo se veía arrugado a su alrededor por el calor que emanaba del suelo. Todo empezó a agrietarse, la tierra, las paredes de la montaña. Xaj se quedó estupefacto, no sabía lo que estaba pasando. De pronto el cuerpo de Cristian se puso en pie dominado por una extraña fuerza. Levitó. Sus ojos se quedaron en blanco. Empezó a convulsionar. Un grito de dolor inundó aquella montaña. Unas alas escamosas de color blanco nacieron bruscamente de su espalda. Miró fijamente a Xaj y se lanzó envuelto en llamas blancas en un ataque mortal.

sábado, 23 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 21)

Luís dibujó unos esbozos de catapultas y máquinas capaces de lanzar hondonadas de flechas. Organizó a los carpinteros y a los herreros para que cada uno hiciera su parte de las piezas. Los jefes de cada gremio se quedaron sorprendidos de las ingeniosas máquinas que tenían ante sus ojos dibujas en papel. Fuera en el patio principal del torreón de Lord Levén se celebraba una reunión con cada jefe de cada compañía, infantería, arqueros, lanceros, caballería… para preparar una estrategia. Luís tomó la palabra una vez más.
—Pondremos las catapultas dentro de las murallas por el centro, con el fin de diezmar la infantería enemiga. Por los flancos y subidos a las murallas colocaremos los lanza flechas, apuntando hacia los flancos para detener a la caballería enemiga y así impedir que envuelvan a nuestras tropas. Los arqueros inundarán el centro con una intensa lluvia de flechas creando un caos que obligue al ejército enemigo a retirarse. Justo en ese instante de confusión lanzaremos al escuadrón alpha a que aniquile a todo ser que permanezca en el campo de batalla.
Los jefes de las compañías miraban con asombro a aquel chico que había preparado tan minuciosamente una estrategia tan excelente. Se encontraban a cerca de la gran batalla que anunciaba la profecía y unos chicos la había planificado de sobremanera.
La ciudad se llenó de una frenética actividad. Hicieron acopio de víveres. Llenaron las calles de cubos de agua para apagar los fuegos de flechas incendiarias, se entregaron armas a todo varón que habitase en la ciudad o en las aldeas vecinas que tuviera un mínimo de trece años y fuerza para levantar una espada.
A la mañana siguiente Lord Levén junto con sus invitados subieron a lo más alto del torreón.
—Es increíble, nunca hubiera podido imaginar que se pudiera organizar un ejército semejante.
Estaban ya a un día de distancia, pero se podía observar una inmensa nube de polvo levantada por el andar de un terrible ejército de más de cien mil minotauros machacando la tierra. Cuando el viento soplaba hacia la ciudad se podían oír lejanos gritos de órdenes y el sonido de los cuernos organizándolo todo.

jueves, 21 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 20)

Cristian estaba tirado en el suelo sin aliento. Xaj se acercó.
—Lo estás haciendo muy bien, ánimo ya queda poco— La voz del fénix sonaba paternal.
—No puedo más Xaj, esto es muy duro, me duele todo el cuerpo.
—Tranquilo hijo, está todo previsto. Elegí el camino más largo no sólo para que se despertara tu poder, además este camino esconde el lago de la resurrección. Sus aguas devuelven todo el vigor a la persona que la beba. Incluso estando moribundo es capaz de devolverte la vitalidad.
Cristian se levantó a duras penas, se sacudió el polvo y prosiguieron la marcha. La noche se les echaba encima. Hacía frío. Buscaron un llano junto al camino donde poder hacer fuego. Las ramas que consiguieron de los árboles estaban húmedas, pero eso no impide que un fénix pueda prenderlas. Se acurrucaron junto al fuego y durmieron.
Se oyó un chasquido, Cristian se levantó sobresaltado.
—¿Xaj?
No obtuvo respuesta. Se levantó muy nervioso y miró a su alrededor. Un rugido ensordecedor lo dejó helado. Venía de su espalda. Al girarse Cristian observó una enorme criatura abalanzarse sobre él. La esquivó tirándose a un lado. Se puso en pie y pudo verla de frente. Era un ser aterrador. Medía unos cinco metros de largo por unos tres metros de alto. Su cuerpo era el de un león gigante, pero tenía cara de ser humano con densa cabellera y barba.
—Ten cuidado Cristian….
La voz del fénix provenía de detrás de un seto, estaba malherido.
—Es una mantícora, el guardián de la puerta sur, nos atacó al despuntar el sol…. Cuidado con su cola.
El animal se giró y apareció su cola. Cayó sobre Cristian con fuerza, clavándose en el suelo. Estaba rematada en púas de acero. Tenía miedo. No sabía como enfrentarse a esa criatura. Tenía alas enormes parecidas a las de los murciélagos pero en gigante. Las usaba para volar y moverse muy ágilmente. Se lanzó otra vez sobre Cristian que no pudo esquivarlo a tiempo. Su zarpa se clavó en la piel produciéndole un corte profundo. Dolor. La sangre caliente pronto brotó enrojeciendo toda su camisa. Cayó al suelo medio desmayado por el sufrimiento. La mantícora  dio velocidad a su cola con un giro de cuerpo y la lanzó contra Cristian. No tenía fuerzas para defenderse. Levantó su brazo izquierdo para protegerse la cara. Le temblaba. Un espasmo recorrió su cuerpo. Sus ojos se llenaron de sangre y cayó inconsciente. Despertó de golpe. Abrió sus ojos. No eran humanos. La púas de la cola de la criatura chocaron contra un escudo de fuego que brotó de su brazo izquierdo. Se puso en pie empujando la cola del animal haciéndolo rodar. De su puño cerrado nació la espada flamígera. Miró fijamente a la mantícora quien mostró una mirada de terror. Cristian corrió hacia ella. La mantícora dio media vuelta y empezó a batir las alas para huir. La espada penetró justo entre las alas saliendo por su pecho. La criatura abrió la boca y vomitó sangre. Sus patas se doblaron y cayó muerta. Cristian jadeaba. Sus ojos volvieron a normalidad. Miró a Xaj asustado.
— ¿Te encuentras bien?
El fénix estaba mal herido la bestia los descubrió durmiendo y le hirió de gravedad con un zarpazo.
—Cristian, necesito que me hagas un favor…
—Lo que quieras. Xaj. Pídeme lo que quieras.
—Necesito— le costaba grandes esfuerzos hablar.— Necesito que avives la hoguera y que dejes que mi cuerpo arda en ella.
—¡No puedo hacer eso Xaj!
—Hazlo.
Y el cuerpo del fénix quedó inerte. Cristian entre lágrimas hizo lo que le pidió.  Echó el cuerpo sin vida de Xaj y lo dejó sobre la hoguera. Se quedó inmóvil viendo como el fuego consumía el cuerpo de su amigo. Sus lágrimas caían al suelo. Era ya medio día cuando la hoguera se consumió dejando solo unas cenizas. Cristian volvió al camino y continuó andando. La herida del pecho le dolía con fuertes punzadas. No sangraba.

martes, 19 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 19)

Los cuatro amigos junto con el viejo guerrero salieron del bosque a un camino llano. Pararon para coger aire. Ualgaraj observó a su alrededor.
—Bien, parece que estamos cerca, sigamos antes de que se haga de noche.
Tras unas horas de camino oyeron un ruido de galope lejano, se volvieron para ver de que se trataba, era un jinete cubierto de polvo cabalgando a gran velocidad, Luís dio un paso al frente para entablar conversación. El jinete se acercaba cada vez más sin signos de querer parar, Luís dio un salto intentando esquivar al animal en vano, chocó contra el pecho del caballo que lo lanzó al margen del camino, jinete y caballo a penas se inmutaron.
—¿Estás bien Luís?— Dijo Arturo tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.
—Sí, parece que tenía prisa.— Se sacudió el polvo de la ropa y continuaron andando.
 El sol moría ya desangrado en el horizonte dando vida a una luna llena de tamaño espectacular cuando ante sus ojos apareció una ciudad increíble. Era enorme, de forma circular, estaba compuesta por una muralla que formaba un anilloperfecto, cerrando la ciudad completamente. La muralla de piedra marrón oscura alcanzaba una altura de unos diez metros, dando protección a una bella ciudad salpicad de tejados rojos caliza. La muralla tenía doce torreones que daban apoyo a las murallas, coronados en su parte superior con conos de piedra a fin de proteger a los diversos cuerpos de guardia que realizaban dentro sus relevos. Se dirigieron a la puerta principal, que era de un tamaño majestuoso, debía de medir más de 7 metros de alto por cinco ancho. Un soldado que montaba guardia en lo alto les gritó.
— ¡Quiénes sois y que buscáis!
—Somos viajeros perdidos que buscan dónde pasar una noche a cubierto— contestó Ualgaraj.
— Esta ciudad está en guerra no sois bienvenidos, volver por….
Una mano se posó en el hombro del vigilante de la puerta.
—Tranquilo dicen la verdad, me crucé con ellos hace unas horas en el camino, déjalos pasar.
Las puertas se abrieron lentamente dejando ver como era posible que tanto peso se pudiera mover, la respuesta era que había dos filas de cinco bueyes a cada lado de la puerta para que esta subiera y bajara. Entraron todos sorprendidos de la belleza de aquella ciudad, era hermosa, con sus casas de arquitectura sólida, de piedra hasta la altura de la cintura, y color blanco de cal hasta el techo.
—No ha cambiado casi nada. Dijo el viejo soldado pensando en voz alta.
—Tú debes ser Ualgaraj, antiguo general del Batallón Alpha, me complace volver a verte viejo amigo.
El hombre que hablaba derrochaba poder, su porte era noble, su ropa de telas preciosas, su rostro de hombre de cuarenta años surcado de arrugas de preocupación y decorado con una canosa perilla denotaba preocupación.
—Mi nombre es Lord Revén, regente de Prosperius hasta la venida de su verdadero heredero.— Su voz era grave y llena de preocupación.— Seguidme hacia mis aposentos, tenemos que preparar la defensa de la ciudad.
Recorrieron varias calles de principales de la ciudad. Eran anchas, la gente corría con víveres en cestas, otros tapiaban puertas y ventanas con tablones de madera. El miedo reinaba la ciudad. La calle ascendía hacia un gran torreón que emergía de la ciudad hasta alcanzar una altura asombrosa desde la que se divisaba toda Prosperius, se elevaba incluso por encima de las murallas. Entraron por una puerta finamente orneada con bestias diabólicas, unicornios y criaturas fantásticas. Ascendieron por una escalera de caracol durante un tiempo casi interminable. Llegaron a una gran estancia, muy iluminada, en el centro se hallaba un trono sin muchas florituras ni adornos. Lord Levén se sentó en él.
—Asomaos a la ventana— Dijo mientras tomaba asiento.
Se asomaron y vieron una gran columna de tierra.
—Eso que veis es un gran ejército que se acerca hacia aquí, la batalla final que cuneta la leyenda está cerca de celebrarse, Xaj me habló de vosotros, y de que uno era el heredero de estas tierras, el descendiente del último dragón blanco. Espero que sea cierto, o en este mundo reinará el terror para siempre.— Lord Levén pronunció todo el discurso sin apenas mirarlos, con la vista y la mente perdidas en la lejanía.
—Señor no debe preocuparse, el heredero está con nosotros, vendrá pronto.— Arturo hablaba con convicción.— Cristian venció al Kraken y nos ha protegido para que lleguemos con vida hasta aquí. Su poder ha ido creciendo exponencialmente. Venceremos.
—Sí Lord Levén— continuó Luís.— No se preocupe, prepararemos la defensa de la ciudad para hacerla inexpugnable. ¿Con qué maquinaria de largo alcance contamos?
—¿Maquinaria?— Pronunció el regente de la ciudad mirando fijamente a Luís.— No se a que te refieres.
—¿No tenéis catapultas, ni ballestas gigantes?
—No se de que hablas, las ballestas se inventaron hace pocas décadas por la raza de los enanos, pero son pequeñas, nadie podría manejar una ballesta gigante. Y ¿Catapultas? Jamás había oído hablar de esa cosa.
—Muy bien señor, tráigame papel y algo con lo que escribir, haré unos bocetos, también necesito hablar con los mejores carpinteros y herreros de la ciudad.
Lord Levén miró a un soldado que custodiaba la puerta movió la cabeza y el soldado salió corriendo por las escaleras de caracol en busca de lo que Luis había solicitado.
—Bueno, chico, mientras mi escolta busca todo lo que has solicitado yo solo puedo hacer una cosa, y es poner bajo las ordenes de mi mejor batallón al mejor general. Se levantó del trono y miró a Ualgaraj.— Mi querido general, se te devuelve el cargo de mando sobre le batallón Alpha, baja y disponlos para la batalla.
Ualgaraj se cuadró ante Lord Levén, lo miró a los ojos con una mirada de eterna gratitud.
—No se arrepentirá mi señor.

lunes, 18 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 18)

—Tienes que llegar a un estado de concentración total cuando quieras hacer uso de tu poder, es como hallarte en una especie de visión túnel en la que notas el viento cómo nunca antes, creando corrientes que te dan más velocidad, ves los movimientos de tu enemigo antes de que los realice, notas en tu interior una fuerza descomunal, como el rugido aterrador de un enorme dragón.
Cristian prestaba atención a todo lo que decía Xaj. Abandonaron la aldea para que aquellas gentes pudieran vivir en paz. Escogieron el camino del norte, más largo que el del este, pero con menos vegetación, para que las criaturas voladoras espías de Karkroll  los vieran y mandara hacia ellos al resto de los guardianes. El aire era frío, ascendían hacia unos picos nevados. Daba la sensación de que eran espiados. El camino lo reinaba un silencio molesto, sólo llenado con loas palabras del fénix, no se oía el piar de las aves ni se veía ser vivo cerca. Pero la sensación de estar vigilados les hacía ir con paso veloz.
El primer día transcurrió sin novedad, comieron y descansaron sin sobresaltos, con un poco de frío pero tranquilos. Amaneció el segundo día, Cristian recogió sus cosas, se puso la cota de malla, apagó el fuego tirando tierra encima y se dispuso andar.
—¡Cuidado!— Gritó Xaj.
Cristian se giró, una gran sombra caía en picado hacia él. Se lanzó al suelo y la criatura pasó rozando su espalda. Se levantó y vio una especie de pájaro gigante, tenía las de murciélago, los ojos eran amarillos, similares a los de un insecto y tenía cuatro patas como si fuera una mosca.
—¡Qué demonios es esa criatura!—Chilló Cristian
—Es una estirge, el guardián de la puerta norte, que no te coja con sus patas o te succionará la sangre hasta matarte.
Cristian se concentró, juntó sus manos y de ellas nació una espada flamígera. La criatura volvió a descender en picado a gran velocidad. Cristian se preparó flexionando las piernas y echando la espada hacia atrás. La criatura llegó veloz a su posición, Cristian descargó la espada pero falló. Era muy veloz.
—Cristian concéntrate, tienes que poder ver los movimientos de tu adversario, anticípate.
La estirge volvió a descender sobre Cristian quien no pudo hacer nada. La criatura le golpeó en el hombro lanzándolo con fuerza varios metros atrás sobre la tierra del camino. Se levantó una enorme polvareda. Xaj no conseguía ver el estado de Cristian. De la nube de polvo salió escupida una flecha de fuego en dirección a la estirge. Agitó sus alas para levantar el vuelo. No pudo evitar del todo la flecha que atravesó una de sus alas haciéndola caer torpemente al suelo. La nube de polvo se dispersó. Cristian apareció con su mano izquierda recta delante de él agarrando un arco flamígero. De su frente emanaba sangre de una brecha producida por el golpe. La estirge se levantó e intentó volar. No podía, su ala izquierda estaba inutilizada. Miró a Cristian con sus ojos de insecto, olió la sangre que le manaba de la herida y se lanzó contra él dando un salto. Cristian agarró con la mano derecha el arco situándola bajo su mano izquierda. El arco incrementó su llamarada ensanchándose. Se convirtió en una espada. La elevó sobre su cabeza y cargó contra la criatura gritando. Parecía que iban a chocar. En el último instante Cristian se apartó dando un paso hacia su izquierda, bajo la espada hacia la derecha descargándola sobre las costillas de la estirge. Lanzó un chillido de dolor desagarrador y se desplomó sin vida contra el suelo. 

martes, 12 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 17)

Ualgaraj los guió por el sendero que salía del poblado en dirección al este. El sol estaba en lo más alto del cielo llenando de calidad el ambiente, aunque la brisa fresca primaveral daba un toque de helor en el ambiente. El camino discurría entre la más variada vegetación. Árboles, arbustos y pequeñas plantas crecían a ambos lados impregnando su caminata de un alegre olor a flores. Iban charlando de forma amena sobre armas y formas de defenderse. Paraban sólo para comer y dormir. El primer día trascurrió por senderos llanos. El segundo día entraron en una zona en la que según Ualgaraj debían tener cuidado. Era una zona habitada por ladrones y salteadores de caminos. Hicieron un altor para comer.
—Oye Ualgaraj, ¿crees que tenemos alguna oportunidad contra el ejército de minotauros?
—Claro que si Luís, mientras estemos unidos y con la ayuda de Cristian venceremos.
Un chasquido de rama rota hizo que Ualgaraj se levantará como un rayo y empuñara su espada. Diez hombres ataviados con mantos oscuros irrumpieron en el camino y les atacaron ferozmente.
—¡Rápido Luís y Arturo, juntad vuestros hombros junto a los míos y ofrézcamelos un frente!
La idea funcionó, los tres consiguieron parar la primera embestida.
—¡Laura, Ana, dispararles con los arcos desde nuestro flanco derecho!
Obedecieron al instante con endiablada puntería. Las dos primeras salvas mataron a cuatro enemigos. Ualgaraj quitó la vida a otro, Luís hirió gravemente a uno y Arturo consiguió que su enemigo perdiera su arma. Los asaltantes huyeron. La experiencia de aquel viejo y soldado hizo que cuatro inexpertos soldados y un cojo anciano pusieran en huida a diez salvajes ladrones. Si era capaz de tal hazaña era impensable lo que haría al mando de un gran ejército de entrenados soldados defendiendo su ciudad natal.
—Debemos acelerar el paso, irán a por más gentuza para matarnos— dijo el viejo entre jadeos de cansancio por la escaramuza librada. —Partamos inmediatamente.

lunes, 11 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 16)

Xaj llegó al poblado, los amigos estaban durmiendo. El día empezaba y no podían desperdiciarlo. Un gran ejército se había puesto en marcha esa misma mañana. En cinco días llegaría a las puertas de Prosperius y la borraría para siempre. Tenían que llegar antes de tres días a la ciudad y organizar una defensa. El fénix entró en la casa de Ualgaraj.
—Buenos días Xaj, hacía mucho tiempo que no te veía— el viejo estaba calentando pan junto a la chimenea— Parece que la primavera ya llega.

—Mis saludos señor del escuadrón Alpha.
—De eso hace ya mucho tiempo— dijo con melancolía.
El aroma a pan tostado empezó a inundar la fría casa.
—¿Están durmiendo?
—Sí, No se de dónde has sacado a estos chicos. Son increíbles. Han matado al guardián de la puerta norte sin despeinarse.
—Así que aquella sombra era un guardián— la voz del fénix se llenó de preocupación. — Vendrán más, tenemos que salir de aquí o tu aldea quedará destruida.
—Están descasando en dos habitaciones, despiértalos. Estarán contentos de verte.
Los cinco amigos estaban en la calle con bolsas a sus espaldas cargadas de comida y recipientes de agua, llevaban armas nuevas, escudos, cotas de malla, yelmos… Parecían guerreros auténticos.
—He pensado que deberíamos separar el grupo, Cristian y yo iremos en busca del resto de los guardianes que Karkroll ha enviado, así mejorará sus poderes e impediremos que las criaturas puedan llegar a apoyar al ejército de minotauros que se dirige hacia Prosperius. Vosotros cuatro marcharéis hacia la ciudad para preparar su defensa.
—Mejor di nosotros cinco— Dijo una voz saliendo de la casa que hizo callar a Xaj. 
Era Ualgaraj, llevaba una reluciente armadura tocada con un penacho rojo escarlata en el casco.
—Hace más de veinte años que vivo en este poblado. No he podido hacer nada contra el Kraken. Fui un gran guerrero y han tenido que venir cinco muchachos a recordármelo. Deja que mi nombre figure en la historia de esta tierra como uno de los salvadores, aunque muera en ello, por favor.
El fénix miro a los ojos del caballero, observó como las lágrimas poblaban su expresión.
—Está bien, a pesar de tu cojera necesitan de tu valor y experiencia para llegar sanos y salvos a la ciudad. Nos vemos allí, no falléis.
Los cuatro amigos junto con Ualgaraj salieron del poblado mientras Cristian y Xaj se quedaron a fin de entrenar las habilidades adquiridas antes de enfrentarse a los guardianes restantes.

viernes, 8 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 15)

Karkroll estaba subiéndose a su caballo para encabezar el camino hacia el fin de Prosperius, Ural se acercó antes de que emprendiera la salida.
—Mi señor, la gárgola ha caído.
—¡Maldita sea! Espero que alguno de los tres restantes guardianes consigan liquidar a cinco niños, sino ¡Serán victimas de mi ira!
Tras estas palabras espoleó a su caballo un magnífico espécimen de pura sangre, de piel negra y un tamaño descomunal, más grande que cualquier equino jamás visto. Se colocó a la cabeza de su ejército, levantó la mano y avanzó por el camino que nacía. Un sinfín de cuernos sonaron con graves silbidos llamando a la movilización. Un ejército de más de cien mil minotauros comenzó la marcha levantando una espectacular nube de polvo.

jueves, 7 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 14)

Xaj llegó a Prosperius, a pesar de ir a bastante altura la ciudad era imponente. Se dirigió al torreón más alto que surgía del suelo como un dedo humano que intentaba tocar el cielo. Entró por la ventana y allí se encontraba sentado, era un hombre de cuarenta años de edad, musculoso, canas empezaban a asomar a su cabeza de pelo gris, una perilla adornaba su rostro dándole un aire de autoridad.
—Mis más sinceros saludos Lord Levén— pronunció el fénix.

—¡Xaj, amigo mío! Cuanto tiempo sin verte, espero que tu visita sea para traer buenas noticias.
—Me temo que no mi señor. Un enorme ejército mandado por Karkroll en persona se dirige hasta vuestra ciudad con el único fin de borrarla para siempre de Ugrundor.
—Vaya—la voz del gobernante se llenó de preocupación— así que el día que marca la profecía se avecina.
—Lord Levén, igual la profecía habla sobre el posible fin de la ciudad, también habla de un muchacho que la salvará. Ese chico existe, he estado con él. Va acompañado de otros cuatro amigos. En tres días estará aquí. Ellos junto con tus tropas salvarán la ciudad.
—Tres días—dijo pasándose las palmas de sus manos por la cara—¡Que preparen mi caballo inmediatamente!— ordenó a los soldados que estaban en la habitación.—Bien mi querido Fénix, si no tienes nada más que contarme sal en busca de esos chicos y tráelos ante mí. Yo tengo alertar a la ciudad, preparar a mi batallón alpha y reclutar hombres de todas las aldeas cercanas. La batalla que decidirá el futuro de mi gente estallará en menos de una semana y tengo mucho trabajo que hacer. El fénix se envolvió en llamas y salió por la ventana en dirección a Tyuark, la aldea donde se encontraban los chicos. Quería saber que había sucedido con aquella sombra que vio cuando pasaba cerca de la aldea en dirección a Prosperius.


miércoles, 6 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 13)

Tyuark era un pueblo de cabañas de madera, circundado por un muro de trocos secos de árboles formando una triste empalizada como única defensa. En su interior las casas estaban muy juntas unas de otras, formando estrechas calles, muchas de las casas se encontraban abandonadas, dando testimonio de años de alegría y prosperidad. La casa de Ualgaraj se encontraba al final de una de las calles más anchas, era grade, más que las de el resto, por lo que los cinco amigos supusieron que era alguien importante. Entraron dentro, un fuego calentaba el gran salón plagado de armas, corazas, estanterías con planos y demás accesorios de guerra como guantes hechos con anillas de metal, cascos….
—Erlond me avisó con una paloma mensajera de que vendríais por aquí— se sentó en un sillón de manera soltando un largo suspiro.
—¿De qué conoce al anciano?— preguntó Ana.
—Es una vieja historia.
Hace muchos años, en esta región hubo una gran guerra, el poblado prosperaba rápido, pronto sería una ciudad importante, el señor de la oscuridad no dejaría que eso pasara jamás, así que envió un ejército de bárbaros para destruirla. Por aquellos años yo era un joven fornido, había militado en el ejército de la ciudad de Prosperius, en su batallón denominado Alpha, unos guerreros de élite que se entrenaban hasta casi la muerte, moviendo pesos increíbles y derrotando a las más poderosas criaturas. Yo estaba aquí disfrutando de un permiso cuando los bárbaros irrumpieron en la ladera, me puse mis armas y organice las milicias lo mejor que pude. La batalla fue dura, murieron muchos vecinos y amigos, pero conseguimos rechazar el ataque ocasionando muchas bajas entre las filas enemigas. El señor oscuro se enfureció y mandó un ejército de elfos oscuros. Eran seres muy ágiles y fuertes. Erlond  descubrió una avanzadilla por su bosques, los apresó y los torturó hasta que le dijeron su objetivo. Sabía que nuestra aldea sería arrasada por lo que decidió ayudarnos, los humanos deben resolver sus propios problemas, pero si otro rama de elfos decide atacar a la raza humana sin razón, los elfos del bosque ayudarán a los humanos. La batalla fue más dura que la anterior, Erlond que por aquellos tiempos era menos anciano luchaba con vigor contra dos adversarios, un elfo oscuro se le aproximo por la espalda, alzó su espada y la descargó con fuerza sobre él, yo vi el ataque e interpuse mi arma, pero la fuerza de ese ser era muy superior a la mía, partió mi espada y clavó la suya en mi muslo, provocándome una herida enorme, casi mortal, caí al suelo inconsciente. Cuando desperté estaba tendido en mi cama, me habían amputado la pierna derecha por debajo de la rodilla. Erlond, me curó, podría haber muerto por las heridas pero él puso todo su poder y su conocimiento en hierbas medicinales para que sobreviviera. Me hizo una pierna de palo para que pudiese andar si ayuda. Jamás pude volver con los guerreros Alpha. El señor oscuro enfureció tanto ante la derrota que haciendo uso de magia oscura creó un ser maligno, el Kraken, para que dejara sin vida el lago y succionara la vida del valle para que muriésemos de hambre.
—Hasta que vosotros aparecisteis y la matasteis, seguro que Karkroll, el señor oscuro, estará muy muy enfadado.
De pronto se empezaron a oír gritos de terror en el poblado. Ualgaraj se asomó por la ventana y se le heló la sangre.
—¿Qué te pasa?— preguntó Cristian notando que sucedía algo.
—Espero que sepáis hacer uso de las armas.
—Erlond no enseñó a defendernos— contestó Ana.
Ualgaraj fue descolgando armas de las paredes que conservaba como si fueran recuerdos, abrió un armario y sacó cotas de malla, guantes, yelmos, botas. Los amigos ya parecían fieros guerreros.
—A ver chicos, fuera hay una gárgola, el problema es que es la guardiana de la puerta norte de la Puerta del Infierno. Si  Karkroll la ha enviado es porque quiere acabar con vosotros inmediatamente, ya que guarda de uno de los accesos a su reino, y parece que prefiere poner en riesgo su fortaleza a que vosotros sigáis vivos.
Los amigos salieron a la plaza del pueblo donde un animal alado de más de dos metros de altura, con la piel de piedra color gris y ojos inyectados en fuego atacaba sin piedad a la gente de la aldea. Ana extrajo una flecha de su carcaj, la colocó en el arco, tensó la cuerda y disparó. El proyectil trazó una parábola en el aire golpeando a la bestia en el pecho. La flecha rebotó estallando en mil astillas que cayeron al suelo. La preocupación inundó a los amigos. La gárgola se giró y clavó la vista en el grupo de chicos de dónde le habían atacado. Corrió para cargar con fuerza contra ellos. Arturo extrajo su espada y golpeó a la criatura cuando esta pasaba a su lado. La espada le rebotó arrollándole contra el suelo y escupiendo la espada que se quedó clavada en la puerta de una de las casas de la aldea. Los demás amigos se quedaron bloqueados por el miedo. Todos a excepción de Cristian, que cerró los ojos juntó sus manos y de ellas brotaron una espada flamígera. Los amigos no daban crédito a sus ojos, Cristian era el elegido.
—¡Ven por mí estúpida criatura!—Gritó Cristian fijando en su persona la ira de la gárgola.
La criatura abrió sus alas, y se elevó en el aire, provocando un vendaval de aire aterrador. Cuando hubo alcanzado una altura considerable descendió en picado en dirección al elegido, quien clavó sus piernas con fuerza en el suelo para resistir la brutalidad del ataque. Una flecha apareció de la nada en dirección al animal. Iba en línea recta. Se introdujo en el ojo derecho provocando un horrible dolor en la criatura. Ésta se detuvo en el aire llevándose las manos a la cara. De su boca empezó a escupir lava incandescente. Su cuerpo se hinchó y explotó. Una lluvia de piedras pequeñas cayó sobre la aldea. Todo el mundo tuvo que ponerse a cubierto. Laura había lanzado aquel certero proyectil.
 Esa noche se celebró una gran fiesta en honor a los muchachos. Estaban todos alrededor de una hoguera en la que se asaba un cerdo. Laura se levantó, y se apartó un poco de todo aquel jaleo de música de flautas, gritos de alegría y bailes. Cristian se percató y salió tras ella.
—No tendrías que haber disparado, yo sólo la habría matado.
—Vaya, el niño tiene poderes y ya se cree dios— contestó Laura en tono burlón.—Miró hacia todos lados y le dio un beso en los labios, cogió su mano— Cristian, ten cuidado, que tu poder no te ciegue, estamos todos juntos en esto y todos juntos saldremos— soltó su mano y volvió con el grupo.
Al llegar Cristian recibió capones de Luis y Arturo.
—Vaya hombre, ahora me explico como unos flojillos como nosotros pudimos con el Kraken— dijo Luis despeinándole.
—Oye, ahora que eres tan poderoso podrás hacernos volver a casa— la voz de Ana denotaba preocupación y melancolía.
Cristian no pudo contestarle, los habitantes de la aldea los levantaron y les hicieron bailar al alegre son de las flautas y timbales. Las palabras de Ana quedaron resonando toda la noche en la cabeza de Cristian.

martes, 5 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 12)

Mientras tanto lejos de allí Erlond, el viejo elfo que ayudó a los amigos se encontraba en un claro del bosque esperando, algo importante había ocurrido. Una llamarada se precipitó sobre el claro como si se tratase de un meteorito. Una del fuego una voz surgió.
—Hola viejo Erlond.
—Hola viejo Xaj, parece que la profecía está cerca de cumplirse.
El fuego se apagó y dejó ver el cuerpo del fénix.
—Si, yo también he notado el despertar de un inmenso poder, pero Karkroll también lo ha percibido, ha movilizado su ejército antes de hora, están partiendo ya hacia Prosperius, un ejército tan numeroso como el que ha reunido no tardará más de siete días en llegar a la ciudad, debo partir inmediatamente para avisarles y que se preparen para la batalla final.
—¿Sabes algo de los cinco chicos?— el elfo parecía preocupado.
—Han matado al Kraken que habitaba en le Lago de Akras y han liberado a Arturo, la aldea de Tyuark les dará asilo.
—Vaya, parece que tendremos suerte, espero que mi viejo amigo Ualgaraj, él les podrá enseñar mucho más de lo que yo les pude ofrecer aquí.
—Tranquilo Erlond, gracias a ti rescataron a Arturo y ahora gozan de mucha confianza, además el heredero del Dragón Blanco ha dado su primer síntoma de vida, ahora debo marcharme hacia Prosperius, falta muy poco para saber si la leyenda del dragón blanco es cierta.
El fénix se envolvió en una bola de fuego se elevó por los aires y desapareció, miró en dirección a La puerta del infierno y algo le inquietó, una forma oscura sobre volaba el Lago Akras en dirección a Tyuark. <<Con la ayuda de Ualgaraj y el poder descubierto espero que sea suficiente para escapar de este nuevo ataque, parece que el señor oscuro va a por todas, debo llegar pronto a Prosperius>>.

lunes, 4 de julio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 11)

Hacía frío, mucho frío, tiritaban, Luis se despertó, empezó a escupir agua, estaba aturdido. Miró a su alrededor, era un islote pequeño, del centro nacía una torre que crecía hasta alcanzar una altura superior a cincuenta metros. Se levantó y se encontró a sus amigos en su misma situación, volviendo en si y mojados.
—Esta debe ser la torre en la que se encuentra Arturo— dijo Luís ya recuperado.
—Lo que no se es cómo vamos a subir, es totalmente lisa y no tiene ninguna puerta.
Cristian miraba dando vueltas a la torre sin ver puerta alguna, no era muy ancha, pero parecía imposible llegar hasta una ventana que se veía coronando la torre sin poder volar. Eso era, volar. Cristian instintivamente se tocó el pecho buscando la botellita, no estaba, la había perdido en la pelea con el Kraken.
—¿Lleváis las botellitas?— preguntó.
Todos se llevaron la mano al pecho.
—Yo si que la tengo— contestó Ana.
Fue la única, todos la habían perdido.
—Pero me queda sólo una toma.
Los ánimos decayeron, era lo único que les podría sacar de cualquier problema en aquel lugar. Además Laura había perdido la espada de Cristian, solo tenían los arcos y la espada de Luís. <<No creo que necesite espada>> pensó Cristian acordándose de la pelea con aquel monstruo marino. Decidieron que Ana tomase la última dosis y ascender a la torre para recatar a Arturo.
La alegría inundó a todos los amigos al verse juntos de nuevo, tenían mucho que contar, así que se pusieron al día de sus aventuras y desventuras.
—Oye Cristian— dijo Arturo— que sepas que jamás dudé de ti, se que intentaste rescatarme, gracias amigo— le puso la mano en el hombro.
—Ven aquí mariquita— Contestó Cristian apartando la mano del hombro y dándole un abrazo.
Todos rieron,
 en ese momento unas extrañas criaturas se acercaron al islote.
—Hola, amigos, vosotros debéis ser los humanos que han matado al Kraken.
Los amigos se giraron y se quedaron estupefactos, la criatura que les habló era una especie de caballo marino, tenía la cabeza y el pecho como si fuera un  caballo pero en las patas en lugar de cascos gozaba de aletas, era azul y con el cuerpo cubierto de escamas.
—Soy un hipocampo, ese ser gigante atormentaba a mi especie diezmándola hasta casi hacerla desaparecer,  como muestra de gratitud mis compañeros y yo os acercaremos hasta la orilla, se que es poca cosa a cambio, pero os estaremos siempre agradecidos.
Los amigos subieron a los lomos de las criaturas, su cuerpo era escamoso. Les dejaron en la orilla y se despidieron.
—Que animales más maravillosos— comentó Laura.
—Desde que estamos en este extraño mundo nada más que hemos visto seres maravillosos o extraños— contestó Luis.
Estaban empapados, tenían frío y hambre, parecía que era cerca de medio día, tenían que hacer fuego y encontrar algo de comer, parecía difícil pues no sabían como encender fuego, y por allí parecía que no vivía nadie. Se pusieron en marcha buscando algo que llevarse a la boca, tras una hora de caminata a lo lejos observaron una columna de humo. Parecía que habían encontrado un poblado de pescadores.
—Debemos ir con cautela— les avisó Cristian a los demás. — No sabemos si serán criaturas amigables o no, deberíamos rodearla y observar desde lejos antes de irrumpir en ella y confiar en nuestra suerte.
—No creo que eso sea necesario— dijo una voz a sus espaldas.
Los amigos se giraron sobresaltados, ante sus mirados apareció un hombre de unos sesenta años, iba cargado de ramas secas, y portaba un cubo a rebosar de pescado, cojeaba ostensiblemente al andar.
—Supongo que vosotros seréis quienes han matado a la bestia del lago.
—¿Por qué lo pregunta?— repuso Luis a la defensiva.
—No os preocupéis muchachos, tanto mi pueblo como yo os estamos muy agradecidos de vuestra increíble hazaña. El lago no tenía apenas vida, pues ese monstruo devoraba todo lo que encontrase, este valle hace mucho tiempo, tanto que casi ya no recuerdo estaba lleno de vida, los árboles eran verdes, el lago rebosaba de peces y mi pueblo Tyuark gozaba de prosperidad y alegría, pero el señor oscuro mandó aquí a esa criatura y mucha gente del pueblo tuvo que emigrar  otras ciudades, pues nuestra forma de vida, la pesca, se convirtió en algo muy peligroso. Todo aquel que se aventuraba con su barca por el lago moría. Ahora gracias a vosotros Tyuark volverá a prosperar, venid conmigo, os daremos ropas secas y celebraremos vuestra hazaña.