jueves, 23 de febrero de 2012

La fuga de Jhon

Un avestruz corría por un eterno desierto de dunas. Parecía que huía. El sol caía a plomo. Un viejo y destartalado "ford t" modificado para funcionar con energía solar se detenía. De él bajaba un hombre de unos sesenta años. Llevaba una gabardina marrón, el torso desnudo y unos pantalones bombachos. Abría la puerta de atrás del viejo coche, sacaba un viejo rifle "Winchester" y disparaba al animal.
El sueño siempre era igual. Nunca sabía si mataba al animal o no. Jhon se levantaba sudando. Tenía que levantarse darse un baño en el jacuzzi y desayunar para sobreponerse. Además tenía que coger fuerzas para el duro trabajo de la mina. Vivía en una ciudad domotizada, cerrada en una burbuja. Doscientos años atrás una gran guerra nuclear acabó con todo ser vivo del planeta. Se salvó muy poca gente. Los supervivientes crearon una ciudad perfecta para que nada de eso volviera a suceder. Primero la cerraron en una burbuja para protegerse de las lluvias radioactivas y las tormentas de arenas, pues solo desierto había quedado tras la gran guerra. Los creadores por casualidad encontraron un extraño mineral en las profundidades de la tierra para abastecer la enorme ciudad. Pero era muy costoso extraerlo. Los habitantes de la ciudad pasaban toda su vida trabajando en las minas, a cambio vivían con todo lujo. La vida era controlada por un chip que implantaban en sus manos, no pasando ningún ser humano de los cuarenta años, pues fuera de esa edad máxima ya no eran productivos en las minas. Jhon era un minero de tercer nivel, tenía treinta y tres años. Y desde hacía unos meses tenía ese sueño.
Una sirena sonó en su cuarto, indicaba que tenían que ir al cuadrante uno para subir en las naves guiadas que los bajaban a las minas. Allí se encontró con su amigo Eduard.
-Que mala cara tienes Jhon ¿Otra vez ese sueño?
-Sí, no consigo quitármelo de la cabeza. En él aparece vida fuera.
-¡Oh vamos Jhon! Sabes que eso es imposible. En la escuela nos enseñaron que todo quedó arrasado. Incluso los exploradores nunca han encontrado vida.
-Ya, ya lo se Eduard- la voz de Jhon sonaba distraída, pensando en otro lugar.
El día fue duro, una vez terminada la jornada volvieron a la superficie.
-Jhon duchate y nos vemos en el centro de ocio.
De pronto un hombre empujo a Eduard. Los dos cayeron al suelo. El hombre vestía la túnica negra que indica que ya ha llegado a los cuarenta años y debe ir a la cámara de regeneración para volver  nacer.
-¡Es mentira!- gritó a Eduard-¡No existe la regeneración, debemos huir, hay vida fuera lo sé, hablé con ellos!
Se levantó y corrió pero un rayo rojo de las armas del personal de seguridad impactó en su espalda y lo desintegró.
-¡Maldito loco!- chilló nervioso Eduard mientras pateaba las cenizas.- Casi nos matan por su culpa Jhon. Jhon estaba con la mirada perdida “hay vida fuera” repetía su mente una y otra vez. Aquella noche en la zona de ocio no paró de pensar en ello. Las bebidas alcohólicas llenaban la mesa en la que se encontraban Eduard y Jhon.
-Eduard ¿Crees que hay vida fuera?
-Oh, cielos, no digas tonterías. Ya se te han subido los brebajes de este antro. Deberías irte a casa.
-Tal vez tengas razón… tal vez
Jhon se levantó y fue al aseo. Mientras meaba una voz le alertó.
-Ten cuidado, te vigilan- la voz venía de detrás de una puerta.
-¿Cuidado de qué?
La puerta se abrió y apareció una mujer de su misma edad.
-De qué no, de quién. Todos estos siglos nos han estado engañando. Si que existe vidad ahí fuera, es dura, pero la gente vive libre y los niños no son creados en probetas.
-¿Quién eres?
-Soy Ana, y formo parte de un grupo que quiere hacer una fuga masiva, sólo así podremos salir de aquí. Muchos morirán por los disparos de los vigilantes, pero hay que intentarlo. De todas formas si seguimos en este lugar estamos condenados a una pronta muerte.
-¿Cuándo lo vais a hacer?
-Mañana, una hora antes de suene la señal de trabajo. Estaremos todos en el cuadrante seis.
-¿Pero por qué me lo dices a mi? ¿Y si aviso a los vigilantes?
-Tu eres el elegido. ¿Has tenido un extraño sueño con el exterior?
-Si
-Igual que nosotros, además tu collar…
-¿Qué le pasa a mi collar?
-¿Quién te lo dio?
-Lo encontré en un túnel mientras picaba.
-Ese collar abre la puerta que separa la ciudad del exterior.
Jhon salió aturdido del aseo mixto de aquel local. Le contó todo a Eduard quien también se apuntó. A la mañana siguiente todos estaban en el cuadrante seis , eran unas diez personas. Eduard se retrasaba.
-Jhon, no podemos esperar más.
-Ana, tiene que estar al venir Eduard es muy puntual.
-Lo siento nos vamos.
Empezaron a marchar en dirección a la puerta.
-¡Jhon!- Una voz gritó a las espaldas de aquel grupo.
-¡Eduard! Sabría que vendrías.
De pronto una lluvia de disparos de armas lásers empezó a caer sobre ellos. Jhon los esquivaba como podía, ante sus ojos varios de su grupo eran volatilizados. Empezaron a correr. Sólo Ana y él llegaron a las puertas. Jhon se arrancó el collar lo introdujo en una cerradura y la enorme puerta se abrió. Todo se llenó de calor y la brisa del desierto trajo arena a sus pies. Un gran desierto apareció ante sus ojos.
-¡Corre!- gritó Ana.