Karkroll estaba subiéndose a su caballo para encabezar el camino hacia el fin de Prosperius, Ural se acercó antes de que emprendiera la salida.
—Mi señor, la gárgola ha caído.
—¡Maldita sea! Espero que alguno de los tres restantes guardianes consigan liquidar a cinco niños, sino ¡Serán victimas de mi ira!
Tras estas palabras espoleó a su caballo un magnífico espécimen de pura sangre, de piel negra y un tamaño descomunal, más grande que cualquier equino jamás visto. Se colocó a la cabeza de su ejército, levantó la mano y avanzó por el camino que nacía. Un sinfín de cuernos sonaron con graves silbidos llamando a la movilización. Un ejército de más de cien mil minotauros comenzó la marcha levantando una espectacular nube de polvo.
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