martes, 1 de enero de 2008

El abuelo

La vida va pasando, año a año, grises tonos va restando color a su pelo. Pesado tono es, pues fuerza a encorvar su figura. A veces, la peor de todas, absorbe lentamente los recuerdos dejándole vacía la mirada. Arruga su piel y le entorpece su movilidad, impidiéndole que pueda adaptarse a una sociedad sónica, que lo aparta y margina, sin saber aprovechar toda una vida de experiencia. 
Es un gris simbiótico, que absorbe el maná, paleta de pinturas de intensos colores que forma su alma. 
Es un gris claro que va ganando intensidad conforme va restándole vida, interrumpido por un ser que al contrario que él, va absorbiendo matices a velocidad inimaginable. Curiosa mezcla de tonalidades que forman los grises del abuelo, con la intensa coloración de su nieto, formando el más perfecto de los arco iris. 
Él estaba sentado en el sillón del salón, con su deslucida mirada pérdida en un lejano punto que no pertenece al presente, no había diferencia entre un mueble y él, su voz era muda, su pena ahogada, pero la sabiduría brotaba por todos los poros de su piel, una piel arrugada, una arruga por cada experiencia vivida, cada recuerdo grabado, risas añejas ya inexistentes. Para la familia era una carga, pero para una persona era diferente, hablar con el era aprender, era ver como jugaban los niños de su edad hace mucho tiempo, era saber que todo era igual que antaño, solo cambiaba la forma de llamarlas pero la esencia de todo era igual, lo mismo, nunca cambiará, fue lo idéntico hace 70 años y será análogo dentro de otros setenta, pero tal vez se llame de otra manera. 
Es curioso como su voz mezcla de ternura hacia su nieto le hace sentirse al abrigo, junto a su abuelo, nada le puede hacer mal, su abuelo le prepara, mediante viejas historias le hace aprender, él no lo sabe, pero dentro de unos años tendrá la sensación de que sabe como afrontar las situaciones que le prepara la vida, porque su abuelo vivió esas mismas cosas pero llamadas de otra forma. 
Una de la cosas que más le llamaba la atención conforme crecía, era que esas historias de de lavar la ropa en el río, de buscarse la vida, de ese duro trabajo en el campo, son como historias de la edad media, no se corresponden con lo que le cuentan en el colegio. No es posible que hace cincuenta años se viviera de esa forma. 
- ¿Entonces la revolución industrial que me explicaron en el colegio sucedió de verdad? 
- Si Carlos, si que sucedió- le dijo con una leve carcajada mirando con anhelo a través de la ventana. 
Hace muchos años su abuelo se lo decía. 
- La vida Carlos, es un ciclo, todo se va repitiendo. 
Ahora Carlos está sentado en ese sillón, diferente en la forma, pero idéntico al fin y al cabo. Ahora el gris se ha instalado en su cabeza, pero también en su alma. El es quien mira por la ventana a un tiempo ya pasado, del que no queda ya nada, bueno, tal vez él. 
En ese momento suena el timbre, y una personita entra corriendo a abrazar a su abuelo, deja la cartera en el suelo y le pregunta. 
-Yayo, cuéntame otra vez que ese juego de la peonza al que jugabas con tus amigos cuando eras pequeño-.