viernes, 24 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 8)

Salieron del poblado elfo con provisiones para su largo camino, a medio día ya habían dejado atrás el bosque, el paisaje había cambiado a extensas llanuras verdosas salpicadas de conjuntos de pequeños árboles, los cuatro amigos iban con paso animado aunque entre ellos reinaba el silencio, en sus mentes resonaban las palabras de Erlond y del uso que debían de hacer de las pócimas. El hambre empezó a hacer su aparición.
—Cristian tengo hambre, ¿podemos parar bajo aquel árbol comer un poco de esas tortas saciantes que nos han dado?
—Está bien Laura, pero debemos tener cuidado con las provisiones.
Se sentaron y comieron, con pocos bocados se encontraron ya llenos y siguieron con su camino.
— ¿Tu crees que alguno de nosotros seremos el descendiente de Ergestor?
—No se Luis— contestó Cristian— puede que sea Ana.
Todos rieron mientras Ana se ponía roja y le daba un capón a Cristian.
El sol fue bajando alargando las sombras, los amigos acamparon cerca del camino, encendieron una hoguera con unos polvos que les habían dado en el poblado elfo y se taparon con unas mantas. La noche fue fría.
A la mañana siguiente después de desentumecer los músculos y probar un ligero bocado siguieron andando, llegaron a un pequeño riachuelo que aprovecharon para llenar las bolsas de piel que portaban de agua.
—Eh, mirad allí.
Todos siguieron la dirección del dedo de Laura.
—Aquello deben ser las montañas de Namón, calculo que llegaremos esta noche.
Las montañas de Namón daba una visión fría, el color verde de la zona terminaba bruscamente dando paso a un tenebroso gris oscuro de troncos de árboles secos, bajaba la moral. Como dijo Laura llegaron ya de noche, decidieron que era mejor no encender fuego, ya que según les dijo el viejo Elfo Erlond era una zona habitada por Trolls y no querían ponerlos sobre aviso de su visita. Juntaron mucho sus mantas y se dispusieron a pasar la noche más fría de toda su vida. Aquel lugar era aterrador, las luces de las estrellas creaban extrañas formas en el suelo al filtrarse entre las nudosas ramas de los secos árboles. Los pocos pájaros que habitaban las montañas eran pequeños cuervos que graznaban horrorosamente desde diversos puntos, como si entre ellos se fueran avisando de que pronto habría carne muerta para darse un festín. La noche se estaba haciendo muy larga, les costó dormirse, el frío les hacía tiritar convulsivamente. Un chasquido desveló a Laura, abrió los ojos, miró a su alrededor. Nada. Se levantó, tenía ganas de orinar, se alejó un poco de donde dormían los demás. Otro chasquido de rama rota. Sonó muy cerca, se giró. Nada. Avanzó un par de pasos restregándose los ojos y chocó con algo, era grande, miró hacia arriba, un grito de horror estalló en el bosque. Cristian, Luis y Ana se despertaron de sobresalto y miraron al lugar del que procedió el aullido, un ser de dos metros de alto, con la piel de color gris, cara de bestia con grandes colmillos que sobre salían de su mandíbula inferior tenía agarrada a Laura con un brazo de su pierna, colgando boca abajo no para de gritar. Miró a los tres amigos con sus grandes ojos oscuros. Un gruñido salió de su boca helándoles. De las profundidades del bosque se oyeron más gruñidos, como si estuvieran respondiendo. Era una llamada, una llamada a los demás Trolls de que había encontrado comida.
—Debemos matar a esa criatura y huir hacia el lago antes de que vengan más— gritó Cristian— Rápido Luis.
Cogieron las espadas que les dieron en el poblado, Ana montó una flecha en el arco, lo tensó apuntó a la cara de aquel ser y disparó. La flecha se clavó en el hombro del brazo que aguantaba el peso de Laura, con un aullido de dolor soltó el cuerpo de la amiga que cayó al suelo bruscamente, se levantó y corrió hacia el grupo. El Troll se arrancó la flecha, de la herida brotó un chorro de sangre, pero la herida cicatrizó inmediatamente. Cristian y Luis con las espadas en la mano se miraron mutuamente.
—Se regenera— dijeron los dos al unísono.
Dieron media vuelta y gritaron a Ana para que corriera. El Troll salió tras ellos, era increíblemente ágil, corría y saltaba, o corría dando saltos como una criatura que no se decide entre correr a dos o cuatro patas. Les iba ganando terreno, era muy difícil correr entre aquellos árboles, parecía que intentaban retenerlos con sus ramas, las ropas se les enganchaban produciéndoles cortes en la piel. Sangraban. El Troll parecía oler la sangre lo que le daba más velocidad. Giraron a la izquierda, había un pequeño llano, pero ascendía, cuesta arriba perdían velocidad, el Troll les cogería pronto. Notaban ya su respiración, una garra desgarró la camisa de Luis por la parte de atrás, le hizo tropezar y caer, el Troll saltó para caer sobre él y ensartar su cuello con sus   colmillos. El Troll se golpeó con una sombra oscura que también saltó, era otro Troll. Cayeron al suelo conmocionados. Luis se levantó y corrió aún con más velocidad, alcanzó a los demás. El terreno empezó a descender, algo brillaba al fondo con el reflejo de las estrellas, era el Lago Akras, estaban cerca, la noche llegaba a su fin, el día quería nacer. Las piernas pedían parar, el corazón quería huir del pecho y la mente les ordenaba correr o morir, Ana tropezó con una raíz, cayó violentamente al suelo perdiendo el conocimiento.
— ¡Cristian!— Gritó, Luis.
Cristian asintió con la cabeza, los dos pararon desenfundaron sus espadas, Laura que también portaba un arco lo preparó, puso una flecha y tensó apuntando hacia el fondo de los árboles. Se oían gruñidos, parecían más de dos criaturas diferentes. Cuatro Orcos irrumpieron partiendo árboles con extrema violencia, pararon un momento miraron fijamente a sus presas, cargaron sus peso sobre sus piernas y saltaron. Laura soltó su flecha, voló por el aire en dirección al corazón de la criatura más adelantada. La flecha rebotó y cayó al suelo. Luis y Cristian se quedaron estupefactos, la criatura se convirtió en piedra mientras saltaba y se desplomó  pesadamente en el suelo, los demás Trolls siguieron el mismo fin. Los amigos se giraron, estaba amaneciendo, la luz solar convertía a esas criaturas en piedra.
Ayudaron a Ana a levantarse, tenía la cabeza dolorida, un chichón le sobresalía de la frente.
— ¿Qué ha pasado?
Luis le señaló hacia los Trolls de piedra, Ana miró y un chillido sordo salió de su boca. Salgamos de aquí antes de que aparezcan otros seres que tengan hambre.

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