martes, 28 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 10)

Karkroll estaba sentado en su enorme trono con unos planos sobre la ciudad de Prosperius y sus alrededores, notó un temblor, un sudor frío le hizo estremecerse, Ural estaba a su lado y percibió su cara de preocupación.
—¿Qué pasa señor de la oscuridad?
—Ya está aquí— su voz grave dejaba un tono de preocupación— que las tropas marchen ya hacia Prosperius.
—Pero mi señor, aún no estamos preparados.
—¡Osas desobedecer la orden de tu señor!— Gritó poniéndose en pie. La voz llenó toda la sala.
—No Karkroll, el ejército se movilizará esta misma tarde.
—Bien, una cosa más Ural, localiza a los guardianes de las puertas oscuras, deben partir inmediatamente a cumplir una misión muy importante.
—Mi señor, los cuatro guardianes….
—¡Libéralos inmediatamente y que partan hacia el Lago Akras!
Los cuatro guardianes de las puertas oscuras son poderosas criaturas que vigilan las cuatro entradas  a la puerta del infierno, lugar que reina Karkroll, protegen los únicos puntos accesibles, los cuatro puntos cardinales, son criaturas feroces y de un poder inimaginable, tan solo pueden ser controladas por el señor oscuro, que es más poderoso que ellas.

lunes, 27 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 9)

Fueron recuperándose del esfuerzo de la huída, pero notaban las piernas entumecidas. El sol nacía por el horizonte llenando poco a poco aquel lugar gris y sin vida de calor y luz, iban descendiendo y llegaron a la orilla del lago. Olía a podrido, el agua estaba helada y oscura.
—Deberíamos fabricar una barca— comentó Luis.
Todos asintieron y empezaron a buscar árboles con el suficiente grosor para hacer una balsa de troncos.
—Es imposible, todos los árboles de este lugar están podridos por dentro— la voz de Cristian sonaba con desesperación y abatimiento.
Se sentaron y comieron un poco de las asquerosas tortas saciantes. Laura se levantó, necesitaba andar un poco, estaba cansada de ese mundo, quería volver a casa. Cristian la observó, esperó unos segundos a que se alejara y salió tras ella lentamente.
— Sería mejor que no te alejaras mucho, puede que existan criaturas que les guste la carne de Lauras.
—Que tonto eres— en su cara pareció una débil sonrisa.
—Así es como me gusta verte, verás como conseguimos salir de esta.
—Perdone que lo dude, Cristian, este lugar es tan hostil que dudo incluso que sobrevivamos.
Iban caminando mientras Cristian intentaba animar a Laura, la cogió de la mano, la notó tensa. Cristina empezó a preocuparse, tenían que rescatar a Arturo y hallar la forma de regresar a su mundo, pero los ánimos comenzaban a decaer. Algo llamó la atención de Cristian.
—Mira Laura, allí en la orilla.
Era una barca, lo suficientemente grande como para albergar a los cuatro, y con remos. Cristian subió encima, parecía robusta.
—Aguantará. Laura avisa a Luis y Ana y diles que vengan corriendo, vamos a rescatar a Arturo. Verás como todo va a salir bien.
Laura asintió con la cabeza se acercó a Cristian y le dio un beso en la mejilla. Aquel beso llenó a Cristian de calor, << saldremos de esta, estoy seguro>> de dijo para sus adentros.
Era cerca de medio día, los cuatro amigos iban en la barca, Cristian y Luis remaban, cada uno con un remo.
— ¿Seguro que hay una torre en medio de este lago? No  se consigue ver nada. —La voz de Ana era de preocupación— ¿no estaremos dando vueltas?
—No, Ana, tranquila, mira la orilla. — Dijo Luis para tranquilizarla— vamos en línea recta, corté las ramas de aquel árbol para reconocerlo y poder guiarnos.
Conforme el sol fue llegando a lo alto del cielo una extraña niebla se elevaba del mar, era fría y espesa. <<Esto se pone feo>> pensó Cristian, pero no quiso decirlo en voz alto para no preocupar a los demás. Remaban lentamente pues el agua de aquel lago parecía más espesa de lo normal, empezaron a tener frío. La barca empezó a moverse como si las olas del mar la mecieran.
—Que extraño— dijo Luis hablando para si pero en voz alta, — en los lagos no hay corrientes, no es normal que la barca se mueva así.
Cristian miró a todos a la cara y observó terror en sus ojos. La niebla los rodeó, miraran a donde miraran solo se veía el gris de la niebla, la barca empezó a moverse más.
—Me estoy mareando, gritó Laura, tengo ganas de vomitar.
Se acercó a la borda y devolvió, un ola golpeó la barca por el lado contrario de donde se encontraba Laura y la lanzó al mar.
—¡¡Laura!!— Gritó Cristian, soltó su remo y se lanzó a socorrerla.
Luis los ayudó a subir a la barca, Observo la cara Cristian, algo le preocupaba.
— ¿Qué te pasa Cristian?
—Algo me ha tocado la pierna bajo el agua— dijo en voz baja para que Ana y Laura no lo oyeran— prepárate para lo peor.
La niebla se levantó un poco, dejando ver el mar, pero no mucho más de unos diez metros de profundidad, la barca fue dejando de balancearse poco a poco, ya no había olas.
— ¿Qué… qué es eso?— logró pronunciar Ana.
Unas burbujas se aproximaban hacia la barca.
— ¡¡¡Preparaos para el impacto!!!—Gritó Cristian— ¡¡agarraos fuerte a la barca!!
Las burbujas fueron ganando velocidad, una enorme cabeza emergió del mar, era un Kraken, una especia de calamar gigante, sus aterradores ojos rojos se posaron sobre la barca, el mar empezó a hervir, burbujas, olas y corrientes agitaron la barca. De repente un enorme tentáculo salió de las oscuras aguas y lanzó la barca al aire partiéndola en mil pedazos. Los cuatro amigos se precipitaron al mar aterrados.
— ¡Laura!, recuerda tu botellita, tu poder era respirar bajo el agua— Cristian el alargó su espada— cógela, nosotros intentaremos atraerlo. ¡Ana! Tu poder— le costaba hablar pues el mar estaba embravecido y tragaba agua, además era muy costoso mantenerse a flote en esas espesas y frías aguas. — Tu poder es el de volar, bebe y con tu arco ataca a la criatura. Luis, tenemos que hacer lo imposible por protegerlas.
—Tranquilo— contestó Luis— podremos con esta criatura.
Laura descorchó su botellita y tomo un sorbo, notó un ligero cosquilleo en su cuello. Se tocó. Branquias, le habían salido branquias, metió la cabeza bajo el agua, el agua fluía por su cuello y notaba como su garganta se llenaba de oxigeno. <<Estupendo>> pensó, agarró la espada de Cristian con fuerza se sumergió y nada hacia el animal. El Kraken soltó un latigazo con uno de sus tentáculos golpeando a Luis, quedó inconsciente flotando en el agua. Cristian nadó para socorrerlo y que no se ahogara, reparó en que algo le abrazaba fuertemente el cuerpo. Otro tentáculo emergió del mar y los levantó en el aire, estaban atrapados, el tentáculo bajó y los introdujo bajo las gélidas aguas. <<Intenta ahogarnos>> le vino a la mente a Cristian. Ana observó todo aterrorizada, el Kraken volvió a sacarlos del agua, Cristian escupía agua, Luis yacía inerte.
—¡¡Ana!!— consiguió pronunciar escupiendo agua— usa tu botella y ataca con tu arco desde el cielo o moriremos todos.
Ana salió de su estado abrió la botella y tomó un poco de aquel asqueroso líquido. Unas alas brotaron de su espalda, se movían frenéticamente, eran pequeñas y transparentes como las de un insecto, se elevó sobre el mar, colocó una flecha en su arco tensó la cuerda y una flecha silbó por el aire. Se clavó en un ojo. Al mismo tiempo Laura desde las profundidades clavó la espada en la boca del Kraken. Un rugido llenó el lago. Heló la sangre de todos los amigos. El Kraken empezó a escupir tinta, el chorro empujó a Laura a las profundidades. Cristian sintió dolor, el Kraken apretó con más fuerza, los iba a triturar. Cogió su botella y bebió. El líquido le quemó mientras bajaba por su laringe y su estómago, perdió la conciencia. Un dragón clavó su mirada en él, abrió la boca y le escupió una bola fuego. Cristian se estremeció, todo su cuerpo se envolvió en llamas, despertó, el Kraken notó calor en el tentáculo, se quemaba, los levantó por el aire y los soltó. Luis cayó sordamente al mar, Cristian se agarró al tentáculo, subió en el y empezó a correr hacia la cara del monstruo. Cerró su mano y una espada flamígera nació de su puño. Ana observó atónita, era increíble. Cargó su arco con otra flecha, el animal con su único ojo sano observó las intenciones de Ana y le lanzó otro tentáculo, Ana no logró esquivarlo, le golpeó con violencia dejándola sin conocimiento, se precipitó hacia el mar. Cristian corría por uno de los tentáculos, el Kraken vio sacudiendo el tentáculo violentamente, pero Cristian parecía pegado a él. A escasos metro de su cabeza Cristian dio un enorme salto, con sus dos manos asió la espada flamígera y la colocó tras su cabeza, mientras caía sobre la cabeza del animal la descargó con furia, vio el cuerpo inerte de Laura tras el Kraken. La espada de fuego seccionó la cabeza del animal provocándole una enorme herida mortal. El cuerpo del monstruo quedó sin vida flotando en el agua. Cristian se quedó de pie encime de los restos del animal, sus ojos no eran humanos, sus pupilas vomitaban fuego, vio los cuerpos de Laura, Luis y Ana flotando en el mar. Intentó ayudarles, pero no se podía mover, no tenía fuerzas, estaba exhausto. Le costaba respirar. Se desmayó.

viernes, 24 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 8)

Salieron del poblado elfo con provisiones para su largo camino, a medio día ya habían dejado atrás el bosque, el paisaje había cambiado a extensas llanuras verdosas salpicadas de conjuntos de pequeños árboles, los cuatro amigos iban con paso animado aunque entre ellos reinaba el silencio, en sus mentes resonaban las palabras de Erlond y del uso que debían de hacer de las pócimas. El hambre empezó a hacer su aparición.
—Cristian tengo hambre, ¿podemos parar bajo aquel árbol comer un poco de esas tortas saciantes que nos han dado?
—Está bien Laura, pero debemos tener cuidado con las provisiones.
Se sentaron y comieron, con pocos bocados se encontraron ya llenos y siguieron con su camino.
— ¿Tu crees que alguno de nosotros seremos el descendiente de Ergestor?
—No se Luis— contestó Cristian— puede que sea Ana.
Todos rieron mientras Ana se ponía roja y le daba un capón a Cristian.
El sol fue bajando alargando las sombras, los amigos acamparon cerca del camino, encendieron una hoguera con unos polvos que les habían dado en el poblado elfo y se taparon con unas mantas. La noche fue fría.
A la mañana siguiente después de desentumecer los músculos y probar un ligero bocado siguieron andando, llegaron a un pequeño riachuelo que aprovecharon para llenar las bolsas de piel que portaban de agua.
—Eh, mirad allí.
Todos siguieron la dirección del dedo de Laura.
—Aquello deben ser las montañas de Namón, calculo que llegaremos esta noche.
Las montañas de Namón daba una visión fría, el color verde de la zona terminaba bruscamente dando paso a un tenebroso gris oscuro de troncos de árboles secos, bajaba la moral. Como dijo Laura llegaron ya de noche, decidieron que era mejor no encender fuego, ya que según les dijo el viejo Elfo Erlond era una zona habitada por Trolls y no querían ponerlos sobre aviso de su visita. Juntaron mucho sus mantas y se dispusieron a pasar la noche más fría de toda su vida. Aquel lugar era aterrador, las luces de las estrellas creaban extrañas formas en el suelo al filtrarse entre las nudosas ramas de los secos árboles. Los pocos pájaros que habitaban las montañas eran pequeños cuervos que graznaban horrorosamente desde diversos puntos, como si entre ellos se fueran avisando de que pronto habría carne muerta para darse un festín. La noche se estaba haciendo muy larga, les costó dormirse, el frío les hacía tiritar convulsivamente. Un chasquido desveló a Laura, abrió los ojos, miró a su alrededor. Nada. Se levantó, tenía ganas de orinar, se alejó un poco de donde dormían los demás. Otro chasquido de rama rota. Sonó muy cerca, se giró. Nada. Avanzó un par de pasos restregándose los ojos y chocó con algo, era grande, miró hacia arriba, un grito de horror estalló en el bosque. Cristian, Luis y Ana se despertaron de sobresalto y miraron al lugar del que procedió el aullido, un ser de dos metros de alto, con la piel de color gris, cara de bestia con grandes colmillos que sobre salían de su mandíbula inferior tenía agarrada a Laura con un brazo de su pierna, colgando boca abajo no para de gritar. Miró a los tres amigos con sus grandes ojos oscuros. Un gruñido salió de su boca helándoles. De las profundidades del bosque se oyeron más gruñidos, como si estuvieran respondiendo. Era una llamada, una llamada a los demás Trolls de que había encontrado comida.
—Debemos matar a esa criatura y huir hacia el lago antes de que vengan más— gritó Cristian— Rápido Luis.
Cogieron las espadas que les dieron en el poblado, Ana montó una flecha en el arco, lo tensó apuntó a la cara de aquel ser y disparó. La flecha se clavó en el hombro del brazo que aguantaba el peso de Laura, con un aullido de dolor soltó el cuerpo de la amiga que cayó al suelo bruscamente, se levantó y corrió hacia el grupo. El Troll se arrancó la flecha, de la herida brotó un chorro de sangre, pero la herida cicatrizó inmediatamente. Cristian y Luis con las espadas en la mano se miraron mutuamente.
—Se regenera— dijeron los dos al unísono.
Dieron media vuelta y gritaron a Ana para que corriera. El Troll salió tras ellos, era increíblemente ágil, corría y saltaba, o corría dando saltos como una criatura que no se decide entre correr a dos o cuatro patas. Les iba ganando terreno, era muy difícil correr entre aquellos árboles, parecía que intentaban retenerlos con sus ramas, las ropas se les enganchaban produciéndoles cortes en la piel. Sangraban. El Troll parecía oler la sangre lo que le daba más velocidad. Giraron a la izquierda, había un pequeño llano, pero ascendía, cuesta arriba perdían velocidad, el Troll les cogería pronto. Notaban ya su respiración, una garra desgarró la camisa de Luis por la parte de atrás, le hizo tropezar y caer, el Troll saltó para caer sobre él y ensartar su cuello con sus   colmillos. El Troll se golpeó con una sombra oscura que también saltó, era otro Troll. Cayeron al suelo conmocionados. Luis se levantó y corrió aún con más velocidad, alcanzó a los demás. El terreno empezó a descender, algo brillaba al fondo con el reflejo de las estrellas, era el Lago Akras, estaban cerca, la noche llegaba a su fin, el día quería nacer. Las piernas pedían parar, el corazón quería huir del pecho y la mente les ordenaba correr o morir, Ana tropezó con una raíz, cayó violentamente al suelo perdiendo el conocimiento.
— ¡Cristian!— Gritó, Luis.
Cristian asintió con la cabeza, los dos pararon desenfundaron sus espadas, Laura que también portaba un arco lo preparó, puso una flecha y tensó apuntando hacia el fondo de los árboles. Se oían gruñidos, parecían más de dos criaturas diferentes. Cuatro Orcos irrumpieron partiendo árboles con extrema violencia, pararon un momento miraron fijamente a sus presas, cargaron sus peso sobre sus piernas y saltaron. Laura soltó su flecha, voló por el aire en dirección al corazón de la criatura más adelantada. La flecha rebotó y cayó al suelo. Luis y Cristian se quedaron estupefactos, la criatura se convirtió en piedra mientras saltaba y se desplomó  pesadamente en el suelo, los demás Trolls siguieron el mismo fin. Los amigos se giraron, estaba amaneciendo, la luz solar convertía a esas criaturas en piedra.
Ayudaron a Ana a levantarse, tenía la cabeza dolorida, un chichón le sobresalía de la frente.
— ¿Qué ha pasado?
Luis le señaló hacia los Trolls de piedra, Ana miró y un chillido sordo salió de su boca. Salgamos de aquí antes de que aparezcan otros seres que tengan hambre.

miércoles, 22 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 7)

Cristian se despertó, había algo raro en el ambiente, no se oía el canto de ningún ave, el ambiente estaba muy cargado, y un silencio cubría pesadamente el poblado. Se levantó de la cama y salió de la choza, el sol empezaba a asomar por el horizonte, miró hacia abajo pues las cabañas estaban todas en los árboles, habían cuatro ancianos alrededor de una hoguera de la nacía un extraño fuego verdoso.
— Cristian despierta a tus amigos y bajad rápido, es muy importante.
Haciendo caso a Erlond despertó a Laura, Luís y Ana y bajaron al encuentro de los cuatro ancianos.
— Son los cuatro rectores de la naturaleza— explicaba Erlond— ellos son los que otorgaron a los animales su fuerza, olfato y capacidad de volar. He hablado con ellos de vuestra situación y como nuestro destino, a su vez, depende de vosotros y han decidido otorgaros ciertas habilidades, que os serán de mucha ayuda para rescatar a vuestro amigo y conseguir volver a vuestra casa. Os darán unas pequeñas botellas de cristal que llevareis colgadas de vuestros cuellos, y cuando os veáis envueltos en un peligro usareis.  Hacerlo sólo cuando sea realmente necesario pues la dosis es escasa.
Los ancianos entregaron las botellas a cada uno de los amigos, anduvieron hacia los árboles y desaparecieron. Cada botella estaba tapada con un corcho de diferente color.
— Cristian, tu tapón es rojo, te dará fuerza.
Asintió mirando fijamente la botella.
—Luis, tu tapón es verde, de dará velocidad, Ana tu tapón es azul, podrás volar, Laura, tu tapón es verde, podrás respirar bajo el agua. Recordar que los efectos no duran más de unos quince minutos, y que solo tenéis  para dos tomas. Sed consecuentes. Ahora tomar provisiones e id en ayuda de vuestro amigo, os necesita. Está encerrado en el la torre del lago Akras, tras las montañas de Namón al norte de este poblado. Tened en cuenta que las montañas se encuentran pobladas por Trolls.  Que tengáis mucha suerte hijos míos, marchad solos, Dhuar tiene que defender a su pueblo aquí, corren tiempos difíciles, las sílfides cuentan que han visto un ejército  de minotauros marchar hacia el este, una gran guerra va nacer con el fin de exterminar a los seres buenos, cuidaos.

viernes, 17 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 6)

Los tres amigos junto con Dhuar volvieron al poblado sin encontrar a Arturo, estaban tristes y desanimados, dejaron el equipaje en casa del elfo y se dirigieron a la casa del anciano de la tribu. Una fuerte luz asomaba de las ventanas de la casa y resplandecía por cualquier rendija, era una extraña luz de fuego. Entraron en la casa y vieron a un pájaro del tamaño de un águila de la cual emanaba toda aquella luz.
— Hola mis queridos humanos, os presento a Xaj, debéis hablar con él, es sobre Arturo.
El fénix empezó a contarles todo, Arturo se libró del hechizo y apareció Ural, una ninfa reclutada por el señor del mal Karkroll, el cual intentó reclutar a su amigo para su ejército pensando que él podría ser el descendiente del dragón blanco y que, si no fuera así, lo utilizaría para chantajear al verdadero descendiente en caso de que apareciera. Arturo se negó a formar parte de su ejército e intentó escapar, pero fue apresado por los minotauros que está reclutando Karkroll. Parecía que el señor del mal está pensando tomar la ciudad de Prosperius de nuevo y dar muerte a todos sus habitantes, borrándola de la historia para la eternidad ya que cuenta con un ejército de más de cien mil minotauros todos ellos aumentados de fuerza con conjuros oscuros.
— La ciudad no podrá resistir un ataque así— dijo el fénix con voz preocupada. —Tenéis que rescatar a vuestro amigo de forma inmediata y partir lo más rápido posible a Prosperius, si uno de vosotros es el descendiente del Dragón Blanco es vuestra obligación salvar a esa ciudad, son vuestros hermanos y padres.
— ¿Dónde se encuentra Arturo?— preguntó Luis.
—El señor oscuro lo encerró en la torre que emerge desde el Lago Akras, es un lago salado encerrado entre las montañas de Namón. Id con cuidado, las montañas están habitadas por Ogros, miden cerca de dos metros, tienen un fétido olor, así que si de repente os llega a la nariz un nauseabundo hedor, corred, corred tan rápido como os permitan vuestras piernas, pues son criaturas muy fuertes que se alimentan de carne humana. Buscar una barca o construirla con vuestras manos, algunos ogros tienen barcazas para salir a pescar, pero estas son escasas pues una feroz criatura habita en el lago, un Kraken, es un pulpo gigante con numerosos tentáculos y unos en normes ojos rojos con los que controla cualquier movimiento tanto dentro como fuera del agua. Tiene tentáculos con enormes ventosas y otros recubiertos con lengüetas afiliadas con las que ataca. Es capaz de expulsar tinta negra para aturdir a sus presas. Vigilar las tranquilas aguas del lago y si observáis un burbujeo abundante preparaos para un mortal combate.
El fénix marchó del poblado tras conversar con el anciano, se les veía preocupados, no era para menos, tenía que acudir rápidamente a salvar a su amigo, evitando a temibles ogros, luchar contra un Kraken y conseguían salir con vida salvar a una ciudad del ataque de unos poderoso minotauros. Ellos eran niños de quince años, no sabían empuñar una espada. La cosa pintaba mal. El anciano los miró con un extraño brillo en los ojos, y silbó con un tono agudo, casi imperceptible a oídos humanos. Una bandada de pájaros salió volando de todos los árboles, pero entre los pájaros vieron algo que les dejó sin habla, era una elfa con alas, su belleza era increíble, y volaba con una habilidad que ni siquiera las águilas podían igualar.
— Es Arkipa, una sílfide— dijo el anciano al ver la cara de estupefacción de los cuatro amigos. — Tenéis que iros a dormir, mañana será un día muy especial para vosotros.   

miércoles, 15 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 5)

— ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?— dijo Arturo mirándose las manos.
Ya no era de piedra, había vuelto a la normalidad y estaba un poco aturdido.
— ¡Cristian!— gritó— Sigo en este bosque, sólo recuerdo aquella extraña criatura…
— Yo lo vi todo— dijo una suave voz que venía de entre los árboles— tu amigo aprovechó que la criatura te atacaba para huir y ponerse a salvo.
— ¡Quién eres!— exclamó— Cristian jamás haría eso.
En ese momento la criatura se mostró, era una mujer tremendamente hermosa, un poco más alta que Arturo, con el pelo rubio, su voz era melódica y suave, llevaba una túnica blanca, radiante, casi cegaba al mirarla, era una ninfa.
—Mi nombre es Ural, y yo solo quiero que sepas la verdad, un amigo no haría eso, ¿tú consideras a ese tal Cristian tu amigo?
— Creo que…
— No— le interrumpió suavemente acariciándole la cara— Yo conozco un lugar en el cual los amigos lo son de verdad, no se dejan tirados a la mínima dificultad. Porque dime Arturo, ¿dónde está ahora Cristian? ¿Qué harías si yo no estuviera aquí? ¿A dónde irías?
— ¿Cómo sabes mi nombre?
— Porque yo soy tu verdadera amiga, ven conmigo y te llevaré a ese lugar donde serás bien recibido.
— Pero yo lo único que quiero es volver a casa— contestó asomándole las lagrimas a los ojos.
— Ven conmigo y te prometo que haré todo lo posible para que puedas volver a tu casa, cógeme la mano y te llevaré con mi gente para que te ayuden.
Arturo titubeó un momento levantó su mano despacio y temblando por la duda, La ninfa le extendió su mano y al fin se la estrechó. Su piel era increíblemente suave y cálida, de pronto todo se iluminó de una blanca luz hasta cegarlo, cerró los ojos cuando, notó que la luz se desvanecía los volvió abrir. Ya no estaba en el bosque.
Entraron en una sala inmensa, estaba dentro de un castillo situado en lo alto de una montaña, la cual estaba circundada por una muralla negra. En el interior de aquel recinto había criaturas increíbles, de las que solo existían en los cuentos. Observó como habitaban cientos de minotauros fuertemente armados, eran bestias increíbles, enormes y feroces, Los minotauros son inmensos humanoides con cabeza y cola de toro, muy fuertes y musculosos,  había también orcos.
En aquella sala el frío helaba los huesos, lo que hacía que temblara, Ural le dejó en medio del salón se acercó a un trono situado en el fondo. El trono era gigantesco, medía más de unos cinco metros de alto, terminando en la figura de un demonio con las piernas flexionadas y las alas abiertas como si estuviera tomando impulso para volar. Los posas brazos eran dos cuernos enormes, todo decorado con pieles oscuras. Sentado en el se hallaba una criatura no humana. Su cabeza, torso y brazos  eran de hombre, pero su cuerpo era de caballo, era un centauro, de enorme proporciones, su cabeza estaba a unos dos metros de distancia del suelo, y era increíblemente musculoso.
—Así que tú eres Arturo— estalló una voz oscura y fría que retumbaba por la sala creando un eco aterrador.
—Si… si… señor— salió de su boca casi inaudible.
—Bien, mi nombre es Karkroll si no me equivoco tus amigos te dejaron tirado en el bosque— iba acercándose mientras halaba. —Parece que no valoran tu auténtico potencial—. Apoyó su enorme brazo en su hombro rodeándole la cabeza y con un seco empujón lo condujo hacia una puerta que existía detrás del trono.
— ¿Dónde me llevas? Y si puede saberse, señor ¿qué puede necesitar de mi una persona tan poderosa como Usted?
—Eres muy inteligente hijo —contestó el centauro con una gran carcajada.
Abrieron la puerta y dentro había apoyada en una silla una armadura reluciente, su brillo iluminaba toda la sala, junto a ella una espada que en su centro llevaba incrustada una esmeralda.
—Te voy a contar una historia, mí buen amigo, en estas tierras existe una leyenda en la que reza que un guerrero venido de muy lejanas tierras es el heredero del todo este mundo, pues es el hijo del dragón blanco creador de él. Y tú eres esa persona, ¿estás sorprendido?
—Pues si mi señor.
—Bien, así me gusta, hay un reino muy al sur de aquí llamado Prosperius, es una ciudad increíblemente bella y rica, pero muy egoísta, ya que mientras ellos comen frutas de un increíble dulzor, y disfrutan de la luz del sol y de su calor, nosotros tenemos que vivir en este oscuro y lúgubre lugar. Por eso, tú amigo mío, me ayudarás a que esa asquerosa ciudad comparta con todos los que habitamos estas tierras todas sus riquezas, porque ¿verdad que hay compartir con los demás las cosas?
Arturo asintió dubitativo con la cabeza.
—Muy bien, ponte esa armadura y lucha conmigo, juntos seremos invencibles, descansa ahora y te enseñaré a luchar.
Ural lo acompañó por un pasillo iluminado tenuemente por antorchas a su habitación, era un cuadrado perfecto con una sola ventana y una gran cama en le centro de la habitación. Arturo se tumbó en ella y su cabeza empezó a dar vueltas, no entendía nada, se quedó durmiendo. Empezó a hacer calor, y una fuerte luz inundó el cuarto, abrió los ojos posado en la ventana pero por dentro había un pájaro envuelto en llamas, tenía su vista fija en él.
— Espero que no te hayas creído nada de lo que por aquí te han contado Arturo.
El eco de su voz llenaba la habitación, no era voz de mujer ni de hombre pero te llenaba el cuerpo de calor y paz.
— ¿Quién eres?
— Soy Xaj, mensajero del Dragón Blanco creador de la bondad, Ural llenó tu oído de mentiras, pon tu mano en mi cabeza y cierra los ojos.
— Pero me quemaré.
— Tranquilo.
Arturo se levantó de la cama y con temor se acercó al fénix y puso la mano en su cabeza, cerró los ojos y de repente vio a aquél horrible animal convertirlo en piedra y como Cristian gritaba y lloraba. Pudo verlo luchar con el basilisco, pero tuvo que huir. La imagen cambió y vio a Laura, Ana y Luis con un extraño ser, era un elfo, mataron a la criatura y lo buscaron por todas partes sin éxito, observó a Cristian en una cama herido.
— Ellos te buscaron, hicieron todo lo posible, son tus amigos y jamás te fallarán—.Apartó la mano del fénix.
— ¿Qué puedo hacer ahora?
— Dile a Karkroll que no quieres unirte a él, huye.

lunes, 13 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 4)

El sabio del poblado llamado Erlond, decidió que Cristian no estaba del todo curado de sus heridas, por lo que su hijo junto con el resto de amigos saldrían en busca del animal que convirtió en piedra a Arturo.
Iban ya por aquel espeso bosque recordando las palabras de aquél.
— Sólo matando a la bestia que hirió a vuestro amigo éste recuperara su estado natural.
Resultaría difícil encontrarla ya que aquel bosque parecía enorme y se avanzaba muy lentamente. Salieron a primera hora de la mañana, cuando todavía no había salido del todo el sol por el horizonte, pero ya había suficiente luz como para ver sin necesidad de antorchas. Llevaban provisiones para unos tres días, cada uno las portaba en unos pequeños zurrones hechos de piel,  muy desgastados, que llevaban colgados al hombro. Dentro de cada uno había otro recipiente de piel, en forma de media luna, con un palo de caña que se introducía dentro del receptáculo, tapado con un pequeño tapón del cual portaban agua. Además llevaban unas rodajas de carne de un pájaro de la zona bastante parecido al pato pero más pequeño, su sabor no era muy bueno pero teniendo hambre se podía comer, además era muy saciante, bastaba con un par de rodajas para estar alimentado para el resto el día.
Anduvieron durante todo el día, aguantando un insoportable calor, al llegar la tarde se levantó un poco de aire, el cual era de agradecer ya que era fresco y aliviaba la atmósfera cargada de humedad.
— Tenemos que montar el campamento rápidamente— dijo Dhuar con tono de preocupación.
— ¿Por qué, hay algo peligroso más adelante?
 No, Ana, simplemente es que va a caer tormenta y deberíamos cobijarnos, ya que pronto anochecerá y hará frío, mojados podríamos enfermar.
Todos hicieron caso al elfo y se pusieron a montar el campamento, eligieron una pequeña zona en forma de óvalo de la cual solo crecía una hierba alta que llegaba a las rodillas, pero era el único lugar posible donde acampar. Arrancaron unas cuantas matas y sacaron unas telas verde oliva que se confundían perfectamente con la maleza existente en aquel bosque. Las telas estaban enrolladas con unos palos los cuales se montaban en forma de semicírculo configurando el esqueleto, al cual al ponerle la tela se convertía en una tienda de campaña natural. La clavaron al suelo y se metieron en el interior. Era una tienda pequeña pero cabían los tres amigos y el elfo. Empezó a oírse unos truenos que hacían retumbar el suelo, Laura y Ana estaban muy nerviosas.
— Tranquilas chicas, es difícil que un trueno nos alcance en un bosque tan denso, comamos un poco y durmamos para mañana tener suficientes fuerzas y así recuperar el terreno que hemos perdido por la tormenta.
Las dos chicas hicieron caso a Luís y sacaron unas rodajas de aquella carne, todos comieron, no con mucha gana ya que era asquerosa pero se saciaron enseguida.  Fuera iba oscureciendo a la vez que una lluvia torrencial caía sobre la tienda, parecía que iba a aplastarla con ellos dentro, no pudieron pegar ojo.
Era ya de madrugada cuando de repente Ana se levantó asustada.
— ¿Qué es eso?
— El animal que perseguimos nos ha encontrado— le contestó el elfo que estaba agazapado junto al puerta de la tienda con la mano aferrada a su espada—. No hagas ruido la criatura cree que estamos durmiendo.
Fuera había dejado de llover pero estaba todo encharcado y lleno de barro, por lo que se oía los pasos de la bestia chapoteando a cada pisada, se acercó a la tienda y se puso a olisquearla, se podía notar como bufaba a través de la tela.
— ¡AHHHH!— gritó Laura al notar el aliento de la criatura.
Todos se levantaron, el animal al escuchar el grito se abalanzó sobre la tienda y la arranco del suelo, al ver la criatura mezcla de gallo, reptil y murciélago se quedaron inmóviles, sin saber a penas que hacer.
— No os quedéis parados o ese animal os convertirá en piedra si os toca con su pico— gritó Dhuar.
Los tres amigos sintieron pánico y salieron corriendo cada uno en una dirección distinta, el basilisco dudó a quien atacar lo cual aprovechó Dhuar para ponerse delante de él y gritarle. La bestia corrió hacia donde estaba el elfo para atacarle, logró esquivarle justo antes de que le acertara con el pico, cayó a la derecha del animal, levantó rápidamente su espada atravesándole las tripas, cayó sangre en la cara del elfo, sacó su arma y se apartó ágilmente, ya que el animal cayó muerto sobre el. Levantó una gran cantidad de agua y barro al caer pesadamente en el suelo, los tres amigos salieron celebrando la victoria corriendo hacia Dhuar para ayudarle a levantarse.

viernes, 10 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 3)

Cristian se despertó, le dolía la cabeza, estaba muy desconcertado, no sabía dónde estaba, era una extraña habitación, con las paredes de madera, el techo era de unas extrañas hojas verdosas de un tamaño enorme, la cama también era de madera, pero talladas de forma exquisita.
— ¿Cómo te encuentras?
Cristian intentó incorporarse pero le dolía demasiado el hombro.
— Tranquilo Cristian, tienes que recuperarte de tus heridas.
— ¿Laura?— pronunció  al conseguir girarse y ver de quien era esa suave voz.           — ¿Cómo he llegado hasta aquí?
— Uff, es una larga historia.
Le contó lo asustada que estaba cuando al caer a aquel bosque no conseguía encontrarle ni a él ni a Arturo, que se pusieron a llamarles y a buscarles, pero no consiguieron dar con ellos, que lograron dar con una gruta y se internaron en ella. Le explicó que era increíble lo que allí vieron, como los túneles estaban expertamente tallados en la propia roca, lo grande que era  la estancia a la que les condujo la gruta, prosiguió con el pasillo que ascendía y como encontraron una sala llena de celdas en la que se encontraba aquel elfo al cual liberaron, que vieron como les perseguían y salieron corriendo, saliendo de aquellos túneles. Creían que todo estaba perdido cuando les rodearon, pero en ese momento apareció él, logrando tumbar a uno de ellos. Le explicó que cuando los enanos le golpearon en la cabeza apareció un ejército de elfos, los cuales vestían igual que al que liberaron. Empezaron una encarnizada lucha con aquellos seres logrando aniquilar a todos. Cogieron a Cristian y lo llevaron a su poblado. Una vez allí les dijeron que habían rescatado al hijo del jefe de la tribu y que estaban muy agradecidos por ello, y que serían acogidos en su poblado como invitados.
—Pero, ¿qué le ha pasado a Arturo?
—Es una historia bastante extraña, estábamos perdidos en aquel bosque intentando encontraros cuando un basilisco nos atacó, yo conseguí esquivarlo pero Arturo no, le clavó el pico y lo transformó  en piedra. Laura todo esto es muy raro, elfos, enanos, basiliscos... Son seres fantásticos, no existen, ¿qué es lo que está pasando?
—Me temo mi querido amigo que eso sólo te lo puedo explicar yo— sonó una anciana voz.
Era el padre de Dhuar, el elfo que Laura y los demás consiguieron rescatar, a pesar de su voz anciana, era un ser alto, fino pero fibroso, con rasgos de persona adulta pero que conservaba una gran belleza, vestía una túnica verde pálido, del mismo color que las hojas que hacían de techo de aquella cabaña.
—Verás hijo, estás en las tierras de Ugrundor, es un mundo paralelo al vuestro, en el cual todos los seres los cuales vosotros llamáis fantásticos o mitológicos existen. Vosotros los conocéis porque al igual que habéis conseguido llegar a nuestro mundo, hay gente de estas tierras que ha ido al vuestro, y ha escrito lo que en vuestro mundo se conoce como cuentos, pero que en realidad, son historias de aquí.
—Un momento— dijo Cristian— esto es muy desconcertante, ¿qué pintamos nosotros en todo esto?
—Verás, existe una leyenda que lo explica todo.

La leyenda del Último Dragón Blanco
Hace muchos años, al principio de todos los tiempos cuando el mundo acababa de nacer y aún no había seres de ningún tipo habitándolo, el dios de la luz creó un dragón, este era blanco, de un color puro. Su piel era del blanco más celestial que pueda existir, su tamaño era descomunal y su personalidad bondadosa. El dios de la oscuridad al ver esto pensó, dada su naturaleza oscura y envidiosa, que el dios de la luz dio vida a este ser para apoderarse del nuevo mundo, así que dio vida a un dragón del negro más oscuro fruto del odio, y mandó atacar al dragón blanco.
La lucha que se desencadenó fue algo fuera de toda regla natural, se desencadenaron vientos jamás habidos, al escupirse fuego formaron los continentes al evaporar el agua, ésta al caer a la tierra en forma de lluvia creó los ríos y los lagos. El combate fue extremadamente agresivo, tanto que a cada golpe se iban desprendiendo las escamas que formaban sus cuerpos desintegrándose poco a poco. Al ser seres creados por dioses eran seres mágicos,  así que al caer sus escamas a la tierra y al mar fueron creando los seres que ahora pueblan este mundo. Los razas creadas eran la mezcla de los trozos de escamas caídos, en distinta proporción de pureza y odio, dando todo ello lugar a que los seres fueran más bondadosos o malignos, creando entes puros y entes oscuros, aunque dentro de cada uno de ellos hay un poco de odio o algo de bondad, según como se mezclaran las escamas, por eso ningún ser es del todo bueno o del todo malo. La contienda finalizó con la muerte de ambos seres, éstos tiene la peculiaridad de que la escama que protege su corazón tiene un poder de regeneración, la escama del dragón blanco negro cayó en el norte, la cual era una zona oscura y pantanosa, allí germinó en aquellos terrenos putrefactos, dando a luz con el paso de los siglos al señor de la oscuridad Karkroll, señor de todas las criaturas oscuras. Esclavizó a todos los seres que habitaban la zona y construyó una inmensa fortaleza conocida como la puerta del infierno. Sometió a un odio intenso a las criaturas más fuertes creando así su ejército del mal.
La escama mágica del dragón blanco cayó al sur, en una zona de bosques, rodeada de un río rica en vida. Ésta germinó dando lugar a un gran hombre, poderoso a la vez que benigno, era conocido como Ergestor, creó la ciudad de Prosperius, dando cobijo a todas las criaturas del lugar, todos trabajan juntos por el bien de la ciudad, lo que hizo que progresara muy rápido, el señor del mal enfureció al ver que todos eran muy felices, así que decidió atacarla. Ergestor levantó una muralla y preparó a sus habitantes para la gran batalla. La contienda fue de una brutalidad extrema, las fuerzas oscuras mataban y mutilaban sin dudar, y las tropas de la luz se defendían a duras penas. Murió más de la mitad de la población de este mundo. El ejército oscuro consiguió entrar en la ciudad y cercar la huida de Ergestor. Karkroll lo ensartó con su espada sin ningún tipo de piedad, haciéndose amo y señor de todo Ugrundor, que es el mundo paralelo al vuestro. Lo que el señor oscuro no sabía es que Ergestor engendró un niño con una mujer de la ciudad de la cual estaba enamorado. Durante la batalla, consiguieron esconder al bebé en una cueva al este de la ciudad ya en ruinas, el señor oscuro se enteró de esto gracias a las torturas a las  que sometió a todos los habitantes de la ciudad y mandó a un batallón para que acabaran con la vida del primogénito. La madre vio como se acercaban y huyó. Se internó en un bosque muy frondoso el cual casi no le dejaba avanzar, las tropas se fueron abriendo paso hasta que llegaron a un precipicio, en el cual se encontraba la mujer con el bebé en brazos, esta los miró horrorizada y cayó de rodillas consumida en un agónico llanto, el jefe del batallón se acercó, se quedó mirándola y sin atisbo de piedad le atravesó la garganta con una lanza, muriendo asfixiada con su propia sangre. Cogió al bebé de un pie y se asomó al acantilado, este tenía una caída de más de doscientos metros al fondo del cual corría un río salvaje creando rápidos y salpicando espuma, el jefe soltó al niño dejándolo caer al fondo. Sobrevivió de forma inexplicable, tal vez porque era el hijo del señor de la luz. Un joven que habitaba esas tierras encontró al niño llorando en un badén del río y lo llevó a su pueblo,  se lo mostró al anciano de su pueblo. Le puso las manos en la frente y tuvo una horrible visión, vio al señor del mal cortando la cabeza del pequeño, advirtió también que el bebé poseía un gran poder y ello ponía al poblado en peligro ya que el señor oscuro podría saber que el niño estaba allí y aniquilarlos a todos. Se fue a las afueras del poblado donde había un círculo de piedras las cuales eran mágicas, consiguió abrir un portal que daba a tu mundo mandando allí al bebé. Fue acogido por un orfanato, así lo llaman en tu mundo.
— Esa historia es digna de una película, pero no entiendo que tiene que ver conmigo— dijo Cristian.
— Verás hijo mío, cuenta la leyenda que cuando ya no exista esperanza vendrá el último dragón blanco empuñará las armas de su padre y liberará la ciudad de Prosperius de la oscuridad.

martes, 7 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 2)

Tras ver que nadie contestaba Laura, Luís y Ana decidieron buscar la forma de salir de aquel lugar, avanzaban con dificultad entre aquella jaula de árboles, a cada paso observaban que una gigantesca enredadera se iba adueñando de todo. Poco tiempo después era imposible distinguir el suelo, ya que solo pisaban la enredadera que tapaba todo el paisaje.
—Tener cuidado de por dónde pisáis— dijo Laura— con esta vegetación tan espesa podemos caer en algún agujero o tropezar y caer.
Andar resultaba un esfuerzo titánico y a cada paso que daban tanteaban con el pie por no dar un paso fatal y caer. Llegaron a un pequeño claro cerrado justo en frente de ellos por una pared rocosa gigantesca.
—Parece que tendremos que volver sobre nuestros pasos.
—Espera un momento Ana, tal vez la enredadera tape alguna salida— dijo Luis acercándose a la pared y pasando la mano por su superficie. —Mirar creo que he encontrado una gruta.
Todos se acercaron y apartaron las ramas descubriendo un agujero de no más de un metro de diámetro por el que a gatas podrían entrar.
—Necesitaremos luz para poder orientarnos por ahí dentro.
—Yo tengo un mechero Ana, busquemos una rama gruesa para prenderla y usarla a modo de antorcha, supongo que en este bosque no será muy difícil encontrarla.
Todos hicieron caso a Luis y se pusieron a buscar, unos minutos más tarde aparecía Laura con una rama que daba las medidas y los tres amigos se introdujeron en la gruta.
Era muy estrecho y frío a la vez que húmedo, de vez en cuando notaban como alguna fría gota les caía en la espalda provocándoles algún escalofrío. Aunque la antorcha era grande no iluminaba mucho, por lo que progresaban muy lentamente, además, como iban a gatas tenían las manos congeladas. El aire se iba haciendo muy pesado por lo que costaba respirar, lo que unido a la humedad tan alta que había los amigos iban empapados en sudor, hecho este que les hacía tener más frío aún.
Poco a poco la gruta fue descendiendo, así que gateaban cuesta a bajo a lo lejos vieron un pequeño agujero iluminado, aceleraron el paso ya que tenían ganas de poder ponerse en pie, pues tanto rato a cuatro patas les había provocado dolor de espalda y rodillas.
El agujero les llevó a un pasillo más ancho y grande, de unos dos metros de alto por unos dos de ancho, además tenía antorcha cada cuatro metros a ambos lados que iluminaba bastante mejor que la suya. El pasillo se encontraba cada diez metros apuntalado por unos arcos que habían sido tallados en la propia roca. Pasaron un largo rato andando cuando casi sin darse cuenta el pasillo terminó con una sala inmensa, era difícil acotarla en metros ya que parecía miles de pasillos con columnas enormes de las cuales no se podía apreciar el final, paralelos unos a otros. El aire era mucho más limpio, se notaba una brisa que llegaba hasta los huesos y hacía tiritar. Avanzaron los tres juntos, llegaron a lo que parecía ser el final de aquel enorme salón, cada calle que formaban los pasillos se adentraba en la pared pero cada uno en distintas partes y alturas de la misma, unos ascendían, otros descendían, algunos giraban a la izquierda otros a la derecha, así en infinitas direcciones.
—Será mejor que vayamos todos por un mismo camino, no quiero que se pierda nadie más.
Todos asintieron ante las palabras de Laura, todavía no sabían nada de Cristian y de Arturo, y estaban en un extraño lugar que parecía peligroso. Como para llegar a aquel lugar habían tenido que descender por un oscuro pasillo, decidieron ir por un pasillo que ascendía con un ángulo pronunciado. Era un pasillo similar al que les llevó a la gran sala, iluminado con antorchas y con grandes arcos tallados en la roca que servían de apuntalamiento. La pendiente hacía que avanzar fuera costoso, llevaban ya más de seis horas entre aquel extraño bosque y los pasadizos y ya tenían hambre, su último alimento fue un desayuno a base de leche y cereales en la seguridad de la cocina de sus hogares.
Tras una buena caminata el pasillo se ensanchó formando una sala de unos treinta metros cuadrados, en las paredes habían excavados unos agujeros donde cogían perfectamente unas tres personas en su interior, estos estaban cerrados por unas gruesas puertas de metal con barrotes, se trataba de unos calabozos. Avanzaron con la intención de salir de aquel frío lugar que erizaba la piel, pero oyeron algo.
—Ayudadme por favor— sonó una lastimosa voz.
— ¿Qué ha sido eso?— Preguntó Ana arrimándose a Luis.
En uno de los calabozos había una criatura tirada en el suelo, no conseguían ver muy bien que clase de ser se trataba ya que el interior era muy oscuro, Laura descolgó una antorcha de la pared y la acercó, los tres amigos se sobresaltaron a la vez. En el interior se encontraba lo que parecía un ser humano, de apariencia frágil y delicada, pero con unas extrañas orejas puntiagudas, piel pálida y ojos almendrados, era alto y muy delgado, pelo rubio en una corta y cuidad melena, y su ropa era en diferentes tonos de verdes. A Ana le pareció que era una persona guapísima, pero sus orejas eran muy raras.
— ¿Eres un elfo?— preguntó Luis casi tartamudeando de la impresión.
—Me llamo Dhuar, soy u  elfo del bosque y
—Un momento— interrumpió Laura, — ¿has dicho elfo?
—Si, así es, ¿es que no sois de por aquí?
—Me parece que la expresión no ser de por aquí se queda corta
—Calla Luis, ayúdame a sacarlo de aquí— le apremió Laura.
El calabazo se encontraba cerrado con una cadena y un candado que parecía bastante robusto, Luis buscó con la mirada, se acercó a una de las antorchas, la apagó apoyándola en el suelo, la metió entre la cadena y la hizo girar en sentido a las agujas de reloj, a la segunda vuelta empezó a costarle trabajo seguir girando.
—Ayudadme, rápido— chilló.
Laura y Ana cogieron de uno de los extremos, del cual ya tiraba Luis, y haciendo un gran esfuerzo consiguieron dar una vuelta más, se oyó un chasquido metálico y la cadena cayó al suelo provocando un gran estruendo.
—Vaya, parece que sois muy inteligentes, ahora corramos habrán oído el ruido y ahora vendrán a por nosotros.
— ¿Vendrán?— dijeron los tres amigos mientras echaban a correr.
Un ruido de gritos roncos se empezó a oír tras ellos, tras lo cual una mezcla de pasos acelerados y maldiciones llenó el ambiente.
—Estaban consultando el oráculo para ver que hacían conmigo y el ruido de las cadenas les ha vuelto a la realidad— les dijo elfo mientras corrían cuesta arriba.
—Si, pero, de quiénes estamos hablando—  preguntó Laura entre jadeos.
Aquel ser se movía con una agilidad increíble, a pesar de la delicadeza que aparentaba sus zancadas eran poderosas, les costaba conseguir ir a su ritmo. Al final de aquel pasadizo se veía un pequeño punto e luz, aquello quería decir que se estaban acercando a la salida, en ese momento una flecha impactó contra la pared rozando la mejilla de Luis, lo que provocó que un hilo de sangre le brotara del pómulo. Laura intentó girar la cabeza para ver que era lo que les seguía, pero al tener la luz delante de ellos hacía que el pasadizo fuera más oscuro desde su punto de vista, lo cual le hizo pensar que ellos serían fácilmente visibles. Consiguieron llegar al exterior, saliendo por una cueva de la cual colgaba una vegetación que creaba una cortina vegetal que escondía aquel agujero de ojos que no supieran que aquello existía. Seguía siendo de día, aunque el sol empezaba a bajar, por lo que debería ser media tarde, y seguían en un espeso bosque. De pronto Dhuar se paró, las criaturas habían conseguido rodearlas. Eran seres de un metro y veinte cinco centímetros, de complexión gruesa aunque musculosa, llevaban el pelo largo, al igual que la barba y el bigote, unos tenían el pelo  moreno, otros castaños, rubios etcétera. Sus ropas eran en distintos tonos de color tierra, y todos iban armados con hachas, que a pesar de ser bastante grandes para su tamaño, manejaban con gran destreza. Les rodeaban cerca de veinte de ellos, de pronto una piedra impactó en la cabeza de uno de esos seres, consiguiendo derribarlo en el acto. Los compañeros del enano se giraron en dirección a donde procedía la piedra y vieron a un chico.
— ¡Cristian!— gritaron todos los amigos al unísono.
En ese momento el joven corrió en dirección al enano que yacía en el suelo, le quitó el hacha y velozmente arremetió contra otro de aquellos enanos, que cayó a tierra sin tener tiempo ni a pestañear.
— ¡Rápido correr!— apremió a sus amigos.
Todos aceleraron consiguiendo distanciarse poco a poco del grupo de pequeños bárbaros, en ese momento uno de ellos, el más rubio y que abroncaba a los demás como si fuese el jefe de aquella avanzadilla, sacó una ballesta, la cargó y lanzó una flecha a una velocidad endemoniada, ésta impactó en la espalda de Cristian, quel cayó al suelo.
— ¡No! Cristian— dijo Laura parándose a socorrer a su amigo.
— ¡Corre! No seas tonta
—Pero...
— ¡Corre joder!— vociferó empujándola.
Laura corrió entre lágrimas echando un último vistazo atrás. Cristian se levantó dolorido, aferró el hacha y se encaró hacia los enanos.
— ¡Venid a por mí!
Un enano con el pelo negro como la noche lanzó un tajo contra el chico, pero logró bloquearlo, propinándole una fuerte patada en el mentón  que dejó inconsciente al agresor. Otra criatura le lanzó un puñetazo por la espalda, agachándose logró esquivarlo, pero notó como algo helador le penetraba por el hombro derecho, le hirieron con un hacha produciéndole un fatal corte. Era terriblemente doloroso, sintió un gran escalofrío que le obligó a soltar el hacha, ya que notó como el brazo perdía fuerza, era como si se le durmiese. Cayó al suelo de rodillas, de pronto Cristian notó un fuerte golpe en la cabeza, todo se tornó oscuro.

jueves, 2 de junio de 2011

El último dragón blanco (capítulo 1)

Cristian y Arturo llamaron a sus amigos gritando pero nadie contestaba, así que decidieron ponerse en marcha a ver si encontraban la casa. El espesor de aquel bosque era increíble, miraran donde miraran nada más que veían árboles, sabían que era de día porque las altísimas copas dejaban pasar algo de luz y si fuera de noche seguramente no podrían ver nada en absoluto. De pronto se oyó un espeluznante sonido agudo que parecía de procedencia animal, lo cual asustó a Arturo.
— ¿Qué ha sido eso? Jamás en mi vida he oído nada igual
—No lo se, pero suena bastante lejos, sigamos.
Continuaron andando por aquel bosque, lo cual era muy difícil, ya que los troncos de aquellos enormes árboles estaban muy juntos entre sí y tenían que ir esquivándolos. Además no había forma de orientarse, por lo cual no podían saber si avanzaban, retrocedían o simplemente andaban en círculos.
Pasado un buen rato de dificultosa andadura se volvió a oír aquel chillido, esta vez fue más desgarrador que el anterior, provocando incluso que Cristina se sobresaltara.
— ¿Lo has oído?— Dijo Arturo, — creo que nos sigue.
Una enorme sombra pasó velozmente por detrás de ellos, provocando una corriente de aire helado que les acarició la nuca, haciendo que se giraran aterrados sin poder ver qué era.
Siguieron avanzando con cautela, mirando en todas direcciones, llegando a un claro del bosque el cual formaba un círculo en el que no crecían árboles desde el que se podía ver por fin el cielo.
— Esto no me gusta
— ¿Qué quieres decir Cristian?
En ese momento una enorme criatura salió de entre de los árboles, jamás en la vida habían visto nada igual, era un enorme animal con la cara y el cuello de un gallo, con una gran cresta roja, el cuello y la cola eran de reptil con grandes escamas, tenía unas grandes a la vez que horribles alas de murciélago, debajo de su cuerpo salían cuatro patas a cada lado de duras escamas, su ojos eran de un rojo muy intenso. Giró la cabeza y se quedó mirándolos fijamente, era espeluznante, en ese momento bajó la cabeza y cargó a gran velocidad contra ellos, Cristian se apartó de un gran salto hacia la izquierda, Arturo salto en la otra dirección, provocando que la criatura fallara su ataque, giró la cabeza viendo como uno de los muchachos, Arturo, quien se quedó acorralado entre la criatura y los árboles, lanzó su ingente pico contra él clavándoselo en el pecho.
— ¡Nooo!— grito Cristian.
En ese momento y lleno de rabia por ver como atacaba a su amigo cogió una piedra del suelo y la lanzó contra la criatura, la cual al oír el grito se giró para ver que era, lo que hizo que la piedra impactara en un ojo. Lanzó un chillido de dolor que provocó que las piernas de Cristian temblaran de terror fallándole las fuerzas  cayendo al suelo.
— ¡Cristian, ayúdame!— grito aterrorizado su amigo.
Era increíble, Arturo tenía los pies convertidos en piedra, convirtiendo a cada segundo un palmo más de su cuerpo en piedra. Cristian se acercó corriendo, cogió a su amigo.
—Tranquilo Arturo, yo te ayudaré.
La piedra iba subiendo ya por su cuello, y éste miraba a su amigo con cara de terror.
— ¡Socorro!,¡Soc
Ya no pudo decir nada más, su amigo ahora era una figura de piedra, Cristian se vino abajo, derrumbándose al suelo de rodillas y rompiendo a llorar.