miércoles, 2 de febrero de 2011

El viaje de Jaime capítulo 3


Fueron juntos a una estación de tren. Sacaron unos billetes y subieron a un cercanías. Jaime miró el destino que ponía en el billete Villa Limbo.
-Le noto preocupado chico, qué le ocurre, ¿no le gusta el nombre de la urbanización en la que vivo?- dijo sonriendo.
-No, no es eso- la voz de Jaime sonaba fatigada- es que no recuerdo nada, y voy en un tren con una persona que acabo de conocer a un lugar del que no he oído hablar en mi vida.
-¿Y eso le preocupa chico? Hay mayores problemas en el mundo, además yo solo soy un pobre cubanito que friega el suelo del hospital desde hace muchos muchos años- y soltó su fuerte carcajada.
Llegaron cerca de mediodía a la urbanización. De urbanización tenía poco, más bien se trataba de una calle recta con cinco casas de madera a cada lado. Era un milagro que tuviera estación de tren. La casa del cubano era la primera más cercana a la estación.
-Póngase cómodo chico que vamos a comer al restaurante de María, hace unas lentejas con chorizo buenísimas.
El restaurante se mantenía en pie de milagro. Era una vieja casa de madera de una sola planta, de forma rectangular con una barra en el fondo. El cubano vio la mirada de terror de Jaime por comer hay dentro.
-No se preocupe chico, esto lleva mucho tiempo en pie y nunca se ha caído. María dos deliciosos platos de lentejas con chorizos de esos tan buenos que tu sabes hacer.
-Marchando pepito dijo una alegre mujer de cuarenta años gordita y rubia.
Jaime se quedó mirándola extrañado. Sólo llevaba media cara maquillada y media cabeza pintada. Al sentarse en la mesa Jaime miró los cuadros que adornaban el restaurante. Habían en total cinco, pero estaban como a medias. El primero era una flor, estaba dibujada como si lo hubiera hecho un niño de seis años, un tallo un círculo encima y varios pétalos, pero solo estaba dibujado la mitad del círculo y la mitad de los pétalos. El siguiente cuadro era un coche, también dibujado al parecer, por un niño, pero solo estaba dibujada la parte delantera. El último cuadro que alcanzaba a ver era el relato de un hombre mulato, pero sólo había dibujada media cara.
-¿Le gustan los dibujos?- sorprendió pepito a Jaime mirando.- Mi favorito es aquél, el del hombre mulato- bajó la voz y casi susurrando dijo- Soy yo- y rompió a reír.
-Pero... están... como a medias.
-Que observador es usted chico. Los pintó María es una artista.
María dejó los platos de lentejas en la mesa y miró a Jaime mostrándole una sonrisa maternal. Se marchó y pepito le dio una palmada en el culo, aceleró el paso soltando risitas. Jaime hundió la cuchara en el plato, tenía hambre, empezó a masticar. Cómo no, la mitad del plato estaba crudo.

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