La tarde amenazaba con dejar paso a la noche, el bosque se detuvo dando paso a un paisaje montañoso, frío. El fuerte viento helaba todo lo que estuviera a ras de tierra, wulfric y akila buscaban algún agujero dónde pasar la noche que se acercaba al abrigo, caminaron durante un buen rato hasta encontrar una cueva. Se metieron dentro. Era enorme, la estalactitas y las estalagmitas crecian por todas partes creando una imagen aterradora. Olía a sangre. Unos golpes agudos y monótonos llenaban cada rincón de la cueva, una extraña luz que nacía del fondo creaba figuras formas
fantasmagóricas.
-Creo que hemos encontrado la casa de Krholl.-dijo mirando a Akila.
El oso se movía con miedo en aquel lugar. Los golpes monótonos pararon secamente. Una bestia enorme embistió a wulfric lanzandolo contra una estalacmita la cual se quebró. Quedó inconsciente. Akila se encaro a aquel ser, era una bestia enorme con cuerpo humano y cabeza de toro. Miró fijamente al oso y se lanzó contra él. Akila intento esquivar el ataque pero el minotauro era sorprendentemente veloz. Akila quedó fuera de combate. Wulfric se recuperó.
-Tú, bestia del averno vengo a por tu hacha, entregamela o tendré que acabar contigo-gritó.
-Ven a por ella.
Se echó la mano derecha a la espalda y sacó una enorme hacha dorada que llevaba atada a su espalda. Desprendia luz. La bestia se lanzó contra Wulfric lanzandole un hachazo con mucha fuerza. La consiguió esquivar y ésta quedó clavada en el suelo de la roca. El minotauro estiro de ella pero no pudo liberarla. Wulfric aprovechó y se lanzó encima de la bestia, quedando sobre sus hombros. Le agarró del cuello para intentar estrangularle, pero Krholl no flojeaba, salió corriendo estrellando su espalda contra las paredes de la cueva, wulfric sangraba por la boca, se iba a quedar sin fuerzas, reunió las pocas que le quedaban cogió los cuernos de la bestia y lanzó un grito aterrador que inundo toda la cueva, los cuernos se partieron separándose del cráneo de la bestia, wulfric los levantó y se los clavó en los ojos con tanta fuerza que atravesaron el cráneo clavándose pocos centímetros en su pecho. Krholl exhaló un aullido desgarrador doblándose sobre sus rodillas y vomitando gran cantidad de sangre líquida y resto de sesos. Wulfric cayó al suelo rodando, sangraba por el pecho, parecían heridas superficiales. Se puso en pie, y fue hacia dónde estaba el arma, agarró el hacha con las dos manos y tiró fuertemente de ella, consiguió sacarla del suelo. La levantó sobre su cabeza y se sintió poderoso.
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