Aquí os dejo mi último trabajo, "El último dragón blanco". Una historia de aventuras en un mundo fantástico. Es mi trabajo más largo, consta de unos 24 capítulos más el prólogo. Los iré publicando cada dos días para dar tiempo a leerlos. Espero que os guste.
—Papá, papá, cuéntame el cuento del dragón blanco por fa.
—Vale, hijo ves poniéndote el pijama que ahora voy
— ¡Bieeen!
Érase una vez un grupo de amigos que iban al instituto San Mauro de una pequeña ciudad, era el comienzo del curso de un soleado día otoño aunque frío, las hojas marrones ya tapaban las aceras haciendo que las pisadas de un grupo de cinco compañeros de clase sonaran como cuando alguien se come una bolsa de patatas, llevaban un balón de fútbol que se iban pasando de unos a otros y de vez en cuando se lo tiraban a las dos chicas que iban con ellos las cuales empezaban a gritar y lanzaban un puntapié al balón tirándolo calle abajo.
—Esta vez te has pasado Ana, lo has tirado dentro del jardín de aquella casa, espero que no hallas roto ningún cristal o tendrás que pagarlo tú— dijo Arturo, este era un chico de unos 15 años como todos los del grupo, era deportista y un poco cobarde.
—Ahora tendrás que entrar conmigo a pedirle el balón.
—Vale imbécil iré contigo— contestó Ana, a la cual le gustaba Arturo pero no se atrevía decírselo.
La casa estaba rodeada de un muro de un metro y medio más o menos, pero por encima del muro crecían unos arbustos que dejaban la medida total en dos metros, por lo que desde la calle no se podía ver nada del jardín.
—Mira Ana, la puerta de la entrada es como si fuera el pórtico de un castillo
—Empuja a ver si está cerrada
Antes de terminar Ana la frase la puerta se abrió sola dejando a los dos chicos boquiabiertos.
—Cristian, Luis, Laura venir rápido— Chilló Arturo a los demás amigos del grupo.
—Que pasa— dijo Cristian mientras llegaba corriendo.
—La puerta se ha abierto sola, sin tocarla.
—Bah, seguro que estaba mal cerrado y nada más.
—Que no, Ana también lo ha visto— Ana asintió con la cabeza.
—Pues entremos— dijo Cristian decididamente.
Al entrar vieron un jardín muy descuidado, con la hierba muy alta, un cobertizo junto a la casa y con síntomas de estar abandonada, sin cristales, sin apenas pintura y con las ventanas abiertas. De pronto empezó a levantarse aire, cerrando bruscamente las puertas y produciendo un ruido ensordecedor, las dos chicas del grupo gritaron, y Arturo con ellas.
—Vaya unos cobardes que estáis hechos— dijo Cristian con una sonrisa
—Si— secundó Luís, aunque le temblaban las piernas del susto.
—Vamos a coger el balón y salgamos de aquí o de lo contrario llegaremos tarde a nuestro primer día de clase, y no quiero empezar castigado.
Dieron una vuelta por el jardín sin ver nada
—A lo mejor se ha metido por una de las ventanas, como están rotas— dijo Luis
—Si, puede ser— contestó Cristian— menos mal que tenemos al empollón de la clase con nosotros.
Llegaron a la puerta principal, era una puerta de madera, parecía como la de los castillos, con las tablas de maderas unidas por unas láminas de hierro, aunque ésta era más pequeña. Se introdujeron en el interior, estaba muy oscuro, y a cada paso se oía crujir el suelo de láminas de madera, avanzaron por la entrada que comunicaba al comedor, allí había un poco más de luz, pero poco a poco se iba oscureciendo.
—Mirad, se está nublando— dijo laura mientras se asomaba a una de las ventanas del salón.
Daba la sensación de llevaba muchísimos años abandonada, además hacía bastante frío en el interior de aquella oscura casa, siguieron caminando y se introdujeron en un pasillo estrecho, por lo que los cinco amigos debían andar en fila india, la luz iba desapareciendo a medida que se internaban, llegando a desaparecer en su totalidad. De pronto se oyó un fuerte golpe y Arturo lanzó un escalofriante chillido.
— ¡Socorro, ayudarme!— aulló.
Los demás amigos asustados empezaron a llamarlo.
— ¡Arturo donde estás!— gritaron al unísono.
—Esperar— dijo Cristian— peguémonos contra la pared y busquemos alguna abertura.
Todos empezaron a buscar en la pared cuando de pronto se oyó a Laura.
—Ya he encontrado a Arturo, iba tan pegado a la pared que abrió una puerta y cayó al suelo.
—Mira que eres torpe— dijo Luís mientras todos se reían.
—Venga, busquemos el balón y salgamos de esta casa lo más rápido posible o llegaremos tarde a clase.
Todos estuvieron de acuerdo con Cristian, así que se agarraron de las manos y siguieron andando en fila india con el fin de que nadie volviera a perderse. El pasillo fue girando hacia la derecha, formando como una ele, al final había una puerta cerrada, pero parecía que daba al exterior, ya que por debajo de ella entraba luz. Al llegar intentaron abrirla, pero todo intento fue en vano.
—Parece que está atascada— dijo Ana mientras intentaba con gran esfuerzo girar el pomo de la puerta.
—A ver déjame a mí— increpó Cristian mientras apartaba a Ana con la mano.
El pomo giró con un fuerte chasquido, parecía que nadie había usado esa puerta en numerosos años. Entró luz del exterior cegando a los cinco amigos, ya que habían estado un tiempo en completa oscuridad. Cuando sus pupilas se adaptaron todos quedaron boquiabiertos.
—Que pasada de jardín.
—Esto no parece un jardín Luís, es como un bosque.
Laura tenía razón, justo pegado a la puerta nacía un frondoso bosque, compuesto de un laberinto de árboles, que no dejaban ver apenas un metro más allá.
—Todo esto es muy extraño— susurró Cristian como si pensara en voz alta.
En ese mismo instante, se oyó un fuerte golpe, que provocó que Arturo se asustara, y como era el último del grupo, mirando el bosque con miedo, intentó correr inconscientemente empujando a los demás, los cuales cayeron rodando al interior del bosque.
— ¡Arturo eres una nenaza!— dijo Luís cabreado.
—Si, me he hecho daño en la mano idiota— secundó Laura
—Me parece que solo estamos nosotros tres, no veo a los demás— dijo Ana mirando en todas direcciones, — y además no veo donde está la casa.
—Eso no es posible, no nos hemos podido perder por un simple empujón.
—Pues Laura, yo no consigo ver donde esta la puerta de la casa.
—Lo que tenemos que hacer es organizarnos y ponernos inmediatamente a buscarla, además de buscar a Cristian y a Arturo.
Los otros dos asintieron ante lo dicho por Laura y empezaron a gritar los nombres de los dos amigos perdidos.
— ¡Cristian, Arturo!
Gritaron varias veces sin obtener respuesta, todo era muy extraño, de repente estaban en un húmedo bosque, formado por multitud de árboles de gruesos troncos con las copas a una altura increíble, como si fuesen pisos de cinco plantas, que dejaban pasar luz, pero en poca cantidad, produciendo multitud de sombras extrañas, además se oían extraños sonidos que jamás habían escuchado y habían perdido a dos amigos.
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