Estás sentado en el sofá y de repente mientras ves tranquilamente la televisión un olor acaricia tus fosas nasales. Al principio es dulzón pero no tarda en darte una nauseabunda bofetada, y es cuando recuerdas como armado de valor le dijiste a tu mujer "tranquila yo me quedo con el bebé tu vete" como se te llenó la boca. Tu pensabas "total no puede ser difícil levanto más de cincuenta kilos en press banca y me he pasado el gears of war 2 en modo locura". Pero no, ahora ves que esa preparación no es suficiente. Intentas recordar lo que te explicó tu mujer para cambiar el pañal pero no es imposible, un hombre no puede hacer dos cosas a la vez, escuchar a tu mujer y jugar al pro era demasiado para tu capacidad cerebral. Tu hijo empieza a llorar, ¿qué crema tenías que poner? Los gritos son desgarradores, ¿dónde estaban los pañales? El niño empieza a ahogarse del fuerte lloro, la presión te oprime los pulmones, las pulsaciones se disparan pero entras en acción, coges a tu hijo y acudes al cambiador, por el pasillo rezas a dios pidiendo que sólo sea un pedo, sabes que no es así, que ni siquiera un pedo de un obeso de sesenta años después de comer un plato de judías huele así de mal. Lo tumbas y tras conseguir averiguar como se desabrochan los pantalones de la ropa de un bebé llegas al objetivo principal. Lo miras, miras a tu hijo, este te mira con desconfianza, en su mirada puedes leer "¿dónde está mamá gañán? ¿No me irás a cambiar tu inútil? No me jodas!!". Con manos temblorosas despegas un cierre del pañal, sólo queda otro, bien, poco a poco. Abres el otro lado y empiezas lentamente a abrirlo. Una gota de sudor se desliza por tu frente, llega a la nariz y cae al suelo. La oyes caer, tu hijo está extrañamente callado. Tiene cara de verlas venir. Parece una eternidad el tiempo que transcurre hasta que abres el pañal, y allí está, una arcada te viene a la boca, notas el agrio sabor del devuelto en tu garganta Jamás habías visto ese color, la textura te suena, sí, como aquella vez que comiste kebap en un nuevo restaurante que sólo estuvo abierto una semana. Pero el olor... Si los americanos descubren ese olor crean una nueva arma química de destrucción masiva. No existe palabra ni definición exacta para describirlo, habría que inventarla "nauseavomiasquerosa" piensas. Comienzas a cambiar al bebé antes de perder el conocimiento. Al final te apañas y lo consigues. A lo Bruce Willis en jungla de cristal cumples tu misión dejando un reguero de destrucción pero en lugar de explosiones y demás dejas rastros de mierda en el cambiador y en tu ropa, restos de crema de culito de bebé en su ropa. Cuando vuelve tu mujer le cuentas orgulloso tu proeza, ella sonríe hasta que entra en la habitación y ve como la has dejado. Pero lo peor aún no ha llegado. Se dirige hacia la cuna donde lo has dejado plácidamente dormido, la acompañas para ver que todo está bien pero ves algo raro. Las sábanas están mojadas. Habías puesto el pañal al revés y a tu hijo se le ha salido todo el pis. Ahora os explicáis donde está el terror en esta historia, el terror está en lo que sientes cuando ves la cara de tu mujer al ver a su amado hijo todo meado con la ropita llena de crema y de restos de caca.