1
Me gusta esta ciudad, sobre todo de madrugada, con esta niebla tan densa y este frío desgarrador, que junto con un silencio sordo crea un ambiente de eterna tensión, es como si todo fuera en distintas tonalidades de grises. Su principal motor es industrial, tiene un centro financiero, pero que es como un mundo a parte con sus enormes edificios y gente distante que se cree superior; los barrios van formando un laberinto casi elíptico, los cuales van siendo más degradantes conforme uno se aleja de dicho centro. Este en particular, es sin duda como un pozo, donde una vez dentro es imposible salir, porque sus paredes húmedas impiden que te puedas aferrar y escalar. Ahora mismo voy caminando por una calle estrecha, la niebla no deja ver una acera de otra, parece como si no te dejara andar de tan espesa, y cala hasta los huesos.
Por fin la veo, llevo casi toda la madrugada buscándola, lleva la misma ropa con la que la vi esta mañana, normal, es una mujer emprendedora, del tipo que no necesita de un hombre para llegar a fin de mes, primero su vida profesional y luego su vida personal. Lleva un chaquetón que le llega por los tobillos, pero ceñido a la cintura, y su bolso, grande, a juego con los zapatos.
Me acerco, no me ha visto, que lástima, me encanta ver su cara de sorpresa cuando nota mi presencia, saco un filo hilo metálico, lo paso por encima de su pelo, que pelo más suave, ¿cómo podrá tenerlo tan bonito después de un día tan largo? Y sobre todo con esta densa y húmeda niebla; aferro el hilo a su garganta y antes de que note el frío del metal fino, flexiono los brazos y pego su hermosa cabeza contra mi pecho. Intenta gritar, pero no puede, es una lástima no escuchar su cálida voz por última vez, en fin, no es mi culpa, ella lo empezó. Por fin deja de intentar zafarse del hilo y cae inconsciente al suelo, hasta sin vida es bella, es como un ángel, pero recuerda cariño, yo no lo quise así.
2
Maldita sea, suena el teléfono, ¿pero qué hora es?, joder son las cinco y media de la mañana, me parece que hoy no va a ser un buen día. Me levanto a cogerlo, ¡dios! que dolor de cabeza, es como si un jodido obrero me estuviera, con una de esas máquinas que abren boquetes en las calles, intentando abrir uno en mi sien, maldito wishkey, pero consigo contestar.
-¡Diga!- pronuncio en tono de muy mal humor
-Detective Ugrumov, soy el capitán venga inmediatamente a la calle 206-.
Y cuelga, maldito capullo, se cree el centro del mundo, cuando en realidad es el capitán de una comisaría donde sólo trabajan los castigados de otras mejores, si la cagas te meten en el distrito 26, el que más índice de criminalidad tiene. Me ducho, salgo del aseo y antes de irme abro la nevera, un desayuno rápido me irá bien, mierda, no hay más que una rebanada de pan de molde y parece que una nueva civilización de seres microscópicos han decidido vivir en ella, ya desayunaré luego. Salgo a la calle, llueve, vaya asco de ciudad, creo que en los treinta y seis años que llevo viviendo aquí jamás he podido ver el sol, cierro mi gabardina y voy hacia la parada de metro de la calle 198.
La verdad, es que desde que Molly decidió que aquel jilipollas de director de banco, llevaba una vida más ordenada que yo, y supongo que calentaba mejor la cama, (porque nunca olvidemos que si tú no calientas la cama, otro lo hará por ti) llevo una existencia casi de drogodependiente, el coche, ese precioso Chrevolet fue a manos de Molly, así como aquel maravilloso apartamento de la calle 58, con vistas al parque de Mcadton, verdadero pulmón de una ciudad infestada de mierda, tanto a nivel de polución como de gentuza.
Absorto en mis deprimentes pensamientos llego a la parada del metro dos calles más abajo de dónde me dijo el capitán que fuese urgentemente. Al llegar veo una congregación de periodistas, que con sus flases dan la única luz a una ciudad gris. Levanto la cinta policial y entro, allí está forense Herrinson, era un tipo regordete, de unos cuarenta años, pelirrojo al estilo escocés, con pecas. Siempre llevaba un traje marrón oscuro que le daba más personalidad de la que en realidad tiene.
-Hola Ugrumov, vaya cara tienes, ¿una mala noche?
-Al grano Herrinson, por favor.
No es mal tipo, pero carece de don de gentes, y sus intentos por caer bien, son torpezas que hacen que sea un tipo pesado.
-Bien detective, es una mujer, se llamaba Erika Smith, tenía treinta y un años, trabajaba, en la empresa Idincor, en la calle 45, fue estrangulada esta madrugada sobre las dos y cuarto, me la llevo para realizarle la autopsia, si encuentro algo nuevo te aviso.
-Bien, gracias Herrinson- joder esta resaca me está matando.
-Ah, oye Ugrumov, siento lo de que tu mujer te dejara por otro, este…. Debe haberte molestado
-Déjame en paz, y haz tu trabajo.- Que tío más imbécil, claro que jode que tu mujer te deje por otro, en fin ya tengo una pista, ir a Indicor a hacer preguntas, pero antes necesito desayunar algo.
Me acerca el “simpático” forense a comisaría para hacerme con un coche, un mustang con más kilómetros de los que hizo ese tío de la vuelta al mundo en ochenta días, me allego a la cafetería Peter´s, en la calle 250, es un lugar, como describirlo, donde personas y cucarachas conviven.
Aparco el coche en la puerta, y entro, es un garito rectangular, con una barra al fondo que ocupa casi todo el local, el cual es muy estrecho, normalmente no suele ir mucha gente, supongo que quedarte pegado al suelo si no das un paso en menos de un minuto no debe ayudar a que la gente acuda. La iluminación es bastante pésima, solo un foco de luz alógena para todo el local, pero un foco que debe de estar en edad de jubilación porque no da casi nada de luz. Me siento en un taburete junto a la barra.
-Lo de siempre Peter
-Marchando un café con unas gotas de wisky y unas tortitas.
Lo que el llama café, es una mezcla de agua de inodoro, con mierda de inodoro, a la que el wisky consigue, por lo menos, matar los microbios, aunque las tortitas son buenas.
Se abre la puerta, debe ser ese tío, en efecto, entra un tío de unos veinticinco años, con cara de haberse escapado del feto materno cuatro meses antes de lo que le tocaba, pelo grasiento, chaqueta de pana gris, que debió pasar de moda hace cien años, pantalones que no llegan a tapar los tobillos, unas zapatillas y un maletín, el típico tío que en el colegio le debían de poner el cuello rojo fluorescente a collejas.
3
Las siete y media de la mañana, suena el despertador, en realidad suena una cadena de radio dando las noticias, ya que el ruido del despertador me trepanaba la cabeza. Me despierto otra vez con una fuerte cefalea, y muy cansado, no me extraña, al tumbarme en mi cama toco el suelo con el culo, y por la noche el edificio tiembla cada vez que el metro pasa, se ve, muy cerca de los cimientos de este edificio. Vivo en la calle 252, debe ser muy parecido al infierno, solo que muy frío, las noches son amenizadas con disparos, gritos y las sirenas de los coches de policía, que junto con el vaivén del edificio por el metro hace que dormir sea bastante difícil, pero con unas buenas pastillas y tapones para los oídos, parece resultar menos complicado.
No tengo calentador de agua, por lo que ducharse es una tarea bastante arriesgada, así que abro el grifo y me aseo como puedo, salgo a la calle a coger el metro para ir al trabajo, pero antes me paso por Peter´s, hay que desayunar algo.
Abro su delgada puerta de aluminio y cristal, y suenan las campanillas de que alguien entra, ese tintineo penetra en mi cabeza y hace crecer mi dolor, dentro hay un mendigo del barrio, al que Peter, suele invitarle a café, y este pasa el día a salvo de esta fina lluvia que está cayendo, es una ciudad extraña, siempre llueve o hace niebla, creo que en los seis meses que llevo aquí nunca he visto el sol. Ah, también está ese tío tan raro, siempre va con gabardina, debe tener unos cincuenta años y vaya cara de mal humor que trae, se gira y me mira, suelta un suspiro y vuelve a ojear el periódico, su mirada tiene algo que pone nervioso, no se, es como si fuera alguien peligroso, aunque Peter, el dueño de la cafetería, me contó que era un detective con una vida bastante difícil.
-Buenos días Peter, un café con leche, y una tostada con mermelada.
El café no era muy bueno, y las tostadas te quitaban el sabor a agua sucia que tenía, era el único lugar al que podía venir a desayunar, ya que era barato, se encontraba cerca de la comisaría del distrito 26, por lo que seguro que lo que me dijo Peter de que ese tío tan seco era detective sería verdad, de ahí cogía el metro y que me acercaba tras una hora de empujones, estornudos en la cara y demás a dos calles de mi trabajo.
Tuve suerte de encontrar este trabajo reparando los ordenadores de una gran empresa, no me pagaban muy bien ya que era el ayudante del Señor Estevenson, pero le quedaba un año para jubilarse y yo ocuparé su lugar, lo que supone cobrar el doble y poder alquilarme un apartamento bastante mejor. Por fin tengo suerte, ya que desde que murieron mis padres cuando era pequeño, en un pueblo minúsculo dedicado a la agricultura a trescientos kilómetros de aquí, me ingresaron en un orfanato y la vida allí fue dura, aunque no recuerdo mucho, ya que, pronto me fui a estudiar un módulo de informática en la gran ciudad, que tuve que alternar con un trabajo basura en un burguer, dinero con el que me pago el mini apartamento. Ahora cobro un poco más pero no lo suficiente, termino el desayuno, pago, me despido de Peter y me voy.
4
-Indicor S.A, bien aquí es, voy a empezar a molestar a unos cuantos trabajadores.
-Buenos días señor- me interrumpe el botones del edificio - ¿Qué desea?
-Soy el detective Ugrumov quiero hablar con el director sobre el asesinato de una empleada suya anoche- dije con tono áspero.
-Ah si, pobre Erika, era antipática pero nadie merece morir, un momento por favor-.
Coge el teléfono marca una extensión y empieza a hablar, era un tipo regordete, pequeño y cabezón, con bigote, como una copia de Mario Bros pero en canoso, seguro que sabía todo de todos los trabajadores.
-Si el director dice que suba, buenos días detective Ugrumov-
Cogí aquel enorme ascensor donde podrían entrar veinte personas por lo menos y pulsé el botón de dirección, la verdad es que debía de ser una empresa importante porque por dentro de aquel edificio cuyo exterior era todo acristalado, todo radiaba limpieza y luminosidad, aunque esta era artificial. El ascensor se detiene en la décima planta, que sería la mitad del edificio, se abren las puertas y se ve un pasillo amplio que lleva a una imponente puerta de madera noble, en la cual figura un rótulo que pone dirección, toco la puerta.
-Pasen- suena una voz masculina de hombre de unos cincuenta y seis años
-Buenos días detective Ugrumov- era efectivamente un hombre mayor aunque en forma con espalda ancha y alto, sentado en un butacón de cuero en un enorme despacho con vistas a la avenida y cargado de lujo y maderas de estilo barroco.
-Buenos días detective, estoy muy apenado por la muerte de Erika, tenía un gran futuro profesional- dice mientras con la mano me indica que me siente.
-¿Qué cargo ostentaba en el organigrama de la empresa?
-Era encargada de estudios de consumo sobre un nuevo producto de belleza unisex que nos habría hecho millonarios.
-¿Y se encargaba ella sola de eso?
-Pues la verdad- dijo en tono dubitativo- es que yo tengo una política especial de trabajo, ésta consiste en encargar un mismo proyecto a dos personas diferentes, además estas lo saben, así se crea una competencia beneficiosa para la compañía.
-Ya, ¿y quién era el otro beneficiario del proyecto?
-Se llama Leonard Thompson, tiene su despacho en el piso sexto- dijo como echándome del lugar.
-Bien, y dígame, el que consiguiese un buen proyecto de marketing sería catapultado en esta empresa, ¿no es así?
-Según lo que acordamos tendrían un puesto en el consejo de dirección.
-Y eso es algo que no se puede rechazar.
-Verá, eran dos feroces personas de negocios y tarde o temprano tendría que haberles hecho una oferta así o se habrían largado a otra empresa, y eso, detective Ugrumov, era impensable para mí.
-Bueno ahora tiene una trabajadora que se ha ido a otra empresa para siempre- le dije secamente saliendo del despacho y cerrando aquella magnífica puerta.
Bajé a la planta sexta donde tenía su despacho ese tal Leonard, llamé a la puerta, este contestó y me dejó entrar. Era un despacho normal y corriente, una mesa atestada de papeles, un sillón y una estantería llena de libros, el tipo era joven aunque muy delgado y se estaba quedando calvo, supongo que debía tener una vida muy estresante, vestía un traje de ejecutivo de precio medio en color oscuro.
-Buenos días, soy el detective Ugrumov y quiero hacerle unas preguntas a cerca de su relación con Erika Smith.
-Me imaginaba que no tardarían mucho en venir a hacer preguntas-, dijo sin apenas mirarme absorto en su trabajo.
-Bien quiero que me diga por qué mató a su compañera, supongo que era mucho mejor que usted, y eso le hacía sentir como un vulgar vendedor de enciclopedias ¿verdad?- es la forma de conseguir que deje su trabajo y me mire.
-¡Eso no es cierto, ella no era mejor que yo!- contesta en un tono muy nervioso y fuera de sí.
-Ya, niega el hecho de que fuera mejor que usted, pero no niega que la matara-, el tipo empieza sudar como un gordo subiendo a un octavo sin ascensor en un día de pleno verano y al cien por cien de humedad. La verdad es que es asqueroso ver como le caen gotas de sudor encima de los folios que tiene sobre la mesa.
-Le digo que no la maté, cada uno tenía que presentar el proyecto y el director decidiría, era así de simple- dice mientras se limpia el sudor con un pañuelo e intenta tranquilizarse, creo que le iría mejor una toalla que un pañuelo.
-Bien, ¿dónde estuvo ayer sobre las dos de la madrugada?
-Estuve en....- empieza a dudar- en mi casa durmiendo, salí muy cansado del estrés del proyecto, llegué sobre las doce de la noche y me dormí exhausto.
-¿Alguien puede confirmarlo?
-No, vivo solo.
-Bien le recomendaría que no saliera de la ciudad hasta que se aclare todo esto.-
Salgo del despacho, algo huele mal, además de la peste a sudor, ese tío esconde algo, así que es mejor investigarlo, me dirijo al exterior del edificio, tengo hambre, es tarde y tengo que pasarme toda la noche detrás del amigo húmedo.
Al salir veo al tío ese tan raro que siempre está en Peter´s, llevaba un mono de trabajo, menos mal, es mejor que verlo con su ropa, se queda mirándome, creo que no sabe si saludarme o no, se dirige nervioso al botones y le entrega una papel.
-¿Qué es?
-La orden de trabajo de la reparación del ordenador del despacho de Erika, fírmela y llévesela al director, por favor.
-Muy bien Edurard, yo se la subo.
-¡Eh tú!- le grito
-Dígame señor- contesta asustado
-¿Ayer estuviste con la señorita Erika?
-Subí a arreglarle un problema de configuración que no dejaba que su módem...
-¡Basta!- exclamo secamente, no hay cosa que más odie que los frikis de informática con esas palabras tan extrañas,-estuviste con ella o no.
-Cuando entré en su despacho ella salía ya hacia la calle- contesta mirando al suelo de terror.
-Bien, ¿dónde está su despacho?
-En la planta séptima señor
-Gracias- subo otra vez en el ascensor y a ver si encuentro algo más.
Su despacho es exactamente igual que el de Leonard, con las mismas vistas, solo que una planta más arriba, tiene todo muy bien ordenado lo que facilita bastante la búsqueda, no hay nada en los cajones, ni papeles, ni informes, simplemente un ordenador portátil, lo enciendo y me quedo un rato mirando archivos, todo tiene que ver con su trabajo, nada extraño, joder que caso tan difícil, lo único que tengo es un tío sudado, a ver que averiguo esta noche.
5
-Hasta luego Teo, ya nos vemos mañana-
-Hasta luego Eduard- contesta el simpático conserje de Idincor, salgo cojo el metro y me dirijo directo a cenar en Peter´s, a contarle a Peter el “dialogo”, por así decirlo, que he tenido con ese detective tan raro que suele almorzar en su local.
Son las diez de la noche cuando abro la puerta y suena el tintineo de que alguien entra, allí está el vagabundo cenando una sopa caliente, la verdad es que apetece porque hace muchísimo frío, seguro que est noche iba a helar, también se encuentra una mujer morena, bastante guapa, con unos tacones de vértigo y un abrigo raro, como de piel de algún animal exótico, me acerco a la barra y le pregunto a Peter en voz baja:
-¿Quién es?
-Oh mi buen amigo, no te hagas ilusiones, sólo ha entrado para comprar tabaco, a esta hora todos los estancos están cerrados, además parece que espera a alguien-
-Bueno, pues ella se lo pierde- contesto y los dos estallamos en una sonrisa. Pido también sopa caliente, ya que esta noche va a ser muy fría y me ayudará dormir mejor, me despido de Peter y subo a mi apartamento, allí sigo el ritual que llevo desde hace ya mucho tiempo, dos pastillas para poder dormir, los tapones en los oídos y a ver como amanece el día siguiente.
6
Esta madrugada no hay niebla, sin embargo cae una fina lluvia, eso si, muy helada, te empapa y además duele como si en vez de gotas de agua fueran alfileres, yo prefiero más la niebla, pero eso es algo que no puedo elegir. Doy un par de vueltas por el barrio, no está, era de suponer habrá venido algún tío forrado de pasta y se habrá ido con él, o tal vez no, voy a ver si anda cerca del último sitio en que la vi. Tardo cinco minutos en llegar, pero no la veo, maldita sea, un flash me viene a la memoria, tal vez esté en el metro, sin perder ni un segundo salgo corriendo en dirección a la parada.
-He tenido suerte, ahí está, gracias a que el metro de esta ciudad no es nada puntual.
No me ha visto bajar, y eso que voy corriendo, que mujer más despistada, me acerco, ella se gira pero me escondo detrás de una columna, ¡uf! ha estado cerca, miro y no observo a nadie, solo estamos ella y yo, aferro el hilo metálico y salgo resuelto hacia ella, mierda, me ha visto pero está tan asustada que solo es capaz de emitir un grito sordo, aprieto el hilo contra su garganta y caemos al suelo, me pongo encima, aprieto los brazos contra el suelo con tanta fuerza que incluso le empieza a brotar un fino resto de sangre por debajo del hilo metálico, es fantástico, deja de patalear, ya está, es una pena que ese magnífico chaquetón de piel de leopardo ya no lo pueda usar nunca más, debe haberle costado una fortuna.
7
Bien ya era hora de que saliera, me iba a quedar dormido, ahora se dirige al garaje del edificio, pongo el coche en marcha y le sigo, guardo poca distancia ya que cae un chaparrón increíble, forma una cortina de agua que dificulta bastante la visión, ya sale, joder un audi A8, seguro que tiene un apartamento en la playa, que asco me dan los ejecutivos, se creen el ombligo del mundo, pero este está apunto de convertirse en el puto culo de este antro de ciudad. Sigue por la calle 46 en dirección norte, alejándose lentamente, debido al tráfico del genial barrio de rascacielos, pero que extraño, va en dirección a la zona suburbial de la ciudad, ya decía yo que esconde algo.
Se adentra por la calle 289 y aminora la marcha, es un barrio bastante escatológico, a pesar de la lluvia a varios mendigos peleando, supongo que por el derecho de ser el primero en rebuscar alguna basura comestible. Para de repente, que raro, es un callejón, supongo que no irá a bajar, parecen que estén tirando cubos de agua, ¡mierda!, si que baja y se mete dentro, toca mojarse, salgo del coche y abrocho la gabardina, me meto con cautela en el callejón y, ¡maldita sea!, ha desaparecido, ¡no puede ser! Es un callejón de unos veinticinco metros de largo y diez de ancho, no hay puertas, tan solo un par de contenedores amarillos, me acerco a ellos, ¡nada joder!, son reales, de repente lo que era un póster de anuncio de un concierto de algún grupo punk se abre como si fuera una puerta, que cabrones, que bien se lo montan, en este instante el ejecutivo me ve y echa a correr, odio tener que salir corriendo detrás de la gente, es bastante molesto, va directo a su coche, le sigo de cerca, pero que me parta un rayo, que rápido es ese tío, consigue llegar a su coche antes que yo pero no encuentra la llave dentro de ese enorme abrigo negro de rico ejecutivo, perfecto, es mi turno, nadie me obliga a correr sin pagar por ello, está de espaldas a mi, le agarro por los hombros, le giro rápidamente, armo el puño echándolo hacia a atrás, pone cara de haber visto un espíritu y lanzo el puño contra su pómulo izquierdo. La verdad es que es como tener un orgasmo, siento un placer casi celestial la hundirle el puño en su asquerosa cara y oír ese sonido, es como un aplauso sordo, aunque nada comparado al comprobar que le he partido el labio y la sangre mezclada con el agua forma un torrente de sangre que llega hasta el suelo.
-Bien, sigo en forma- digo mostrando una amplia sonrisa.
-No, no por favor, para por favor- consigue decir lastimosamente con voz en falsete como si fuera un begee.
-Dime que coño hacías ahí dentro o te comes el homicidio de Erika maldito capullo.
-Está bien, está bien- contesta tosiendo y escupiendo sangre -está bien, he entrado en ese callejón- sigue jadeando, parece que se va a asfixiar, -he entrado a comprar esto- mete la mano en su bolsillo y saca una papelina de cocaína.
-Vaya, ¿te gusta el polvito blanco? Y por eso mataste a Erika, ¿verdad? Te pilló consumiendo en tu despacho y tenías miedo de que se lo dijera al director y te echaran a la puta calle.
-¡No!- sigue resoplando- yo no la maté, ¿recuerda que le dije que ayer sobre la hora del asesinato estaba en mi casa?
-Si, lo recuerdo, y también recuerdo que esa coartada olía tan mal como tú.
-Pues- contesta con cara de joderle mi comentario sobre su olor corporal y su problema con el sudor- pues estuve aquí, comprando coca a Ahmed, que trapichea en ese local.
Agarro por el cuello al capullo sangrante y me dirijo hacia la puerta con forma de póster, le doy dos puntapiés y le digo al atemorizado empresario que grite que le abran la puerta. Se abre una rendija pequeña por donde asoma un ojo, lo suficiente para que propinándole un empujón se abra y se le incruste al tal Ahmed en la cara, tirándole contra el suelo y poniéndole un ojo de luto. Joder, no solo estoy en forma sino que voy a más.
-A ver, maldito infiel dime si ayer estuvo aquí este capullo o conocerás al actual Cid Campeador.
-Si- contesta llorando- si jefe, estuvo aquí ayer comprando jefe, lo siento, no lo haré mas jefe, lo juro jefe.
Los dejo allí tirados y me meto en el coche.
-¡Mierda! ¡Maldita sea!-
Otra vez nada, a empezar de cero, el capitán no estará contento cuando vea el informe. En ese momento suena el equipo:
-Adelante Delta 20 para Central
-Adelante central, aquí es Delta 20
-Diríjase a la entrada del metro de la calle 197, se ha producido un 1020
-Recibido-
Un 1020, eso es otro asesinato, joder, me parece que el capitán estará peor de lo que me imaginaba.
8
-Buenos días a todos los radio oyentes de la emisora 40, hoy es un frío día debido a las lluvias caídas ayer, además hay una intensa niebla...
-Joder que dolor de cabeza-
Apago el despertador y me levanto, pero me siento muy cansado, parece que no he descansado nada esta noche, lo que no logro comprender es que, tengo el pijama completamente empapado en sudor, me dirijo a la cama y compruebo que también está mojada, parece que haya corrido un maratón encima de ella. No lo entiendo, si esta noche ha hecho muchísimo frío, y mi casa suele tener la misma temperatura en su interior como en el exterior. Me dirijo al aseo para lavarme un poco la cara, e intentar quitarme toda la capa de sudor, me pongo ropa, lo normal es que use la ropa del día anterior, ya que con este frío no suele oler a sudor, asimismo en el trabajo uso uniforme, pero al ir a coger la ropa, ésta, se encuentra también, empapada, que raro, en fin me pondré otra cosa. Una vez con ropa nueva me dirijo a ver a mi amigo Peter, a desayunar.
El tintineo de la puerta de la cafetería al entrar me ha hecho más daño de lo normal, me deja un poco aturdido.
-¡Eh!- me grita Peter devolviéndome a la realidad.
-Perdona Peter, deberías quitar esa campanilla, es bastante molesta
-Eres el único que se queja- contesta con una sonrisa amable
-Claro, como que soy el único que viene- y los dos estallamos en una gran carcajada
Me sirve mi desayuno de siempre, cuando en ese momento suena otra vez la campanilla perforándome los tímpanos otra vez, me giro y veo entrar una mujer, viste unos pantalones vaqueros, unos zapatos de tacón color rojo, un chaquetón que le llega hasta las caderas, parece que es de piel, un bolso rojo y unos guantes también rojos. Su cara parece joven, pero su porte era el de una mujer adulta, de unos cuarenta y cinco años, se dirige a la barra al lugar donde Peter se encontraba fregando unos vasos.
-Buenos días, ¿ha venido por aquí el detective Ugrumov últimamente?
-Pues la verdad, lleva sin venir desde ayer por la mañana
-Ya, pero ¿suele venir?
-Si, no suele faltar a su desayuno matutino, pero hoy se le está haciendo tarde
-Soy Molly, su ex mujer, necesito decirle algo muy importante pero no consigo localizarle.
-¿Le ha llamado a su casa?
-Si pero no estaba, le he dejado un mensaje en el contestador, si pasa por aquí dígale que le espero en la calle 160, junto a la entrada del metro, tengo que hablar con él de algo muy importante
Da media vuelta y se marcha, Peter me mira y dice:
-Es bastante guapa la señora ¿verdad?
-Pues sí- contesto.
La verdad es que se le ve muy nerviosa, así que supongo que será algo muy importante lo que tengan que hablar. Me bebo el café de un sorbo y me despido de Peter, hoy va a ser un día muy largo con este dolor de cabeza.
9
Cuando llego a la calle 197 ya ha amanecido, lo que más me jode es que me he quedado sin desayunar, dejo el coche detrás del tumulto de periodistas intentando conseguir el más mínimo dato del que poder inventar una historia y poder llenar de horas absurdas la mierda de programación en la que se ha convertido la televisión. Al verme llegar se giran y empiezan a correr hacia a mí.
-¡Detective Ugrumov! ¿Tienen alguna pista de quién puede ser el asesino?- Gritan varias reporteros al unísono.
Consigo apartarlos a todos de un empujón y pasar por debajo de la cinta policial, bajo las escaleras del metro, allí se encuentra el forense Herrinson
-Buenos días Ugrumov, tiene muy mala cara, ¿no ha dormido bien hoy?
-Pues la verdad, Herrinson, es que llevo toda la noche siguiendo a un sospechoso y todavía no he pasado por casa. ¿Qué puedes decirme de esta mujer?
-Se llama Alicia Jhonson, tiene veinte y tres años, estudia en la universidad, ya que tiene el carné universitario, todavía no sabemos que carrera, y el modus operandi, ha sido el mismo que en el anterior asesinato. Me parece que nos encontramos ante un asesino en serie. ¿No es emocionante?
-Eso me lo dirás si la siguiente víctima es tu madre- contesto en tono seco. ¿Cómo puede alguien pensar que un asesino en serie suelto en la ciudad es emocionante?
-Detective Ugrumov- dice con tono de haberle jodido mi comentario- el capitán me ha dicho que quiere verle lo antes posible en su despacho- dice con una sonrisa en la boca.
-Esta bien, voy para allá, si consigues algo nuevo llámame.
El capitán Rowan Esquelemburg es un tipo muy serio, parece ser que era jefe de grupo de una unidad de estupefacientes en la comisaría de del distrito uno, la mejor de todo el estado, pero según comentan su grupo se vio salpicado por un escándalo en el cual desaparecieron unos cuantos kilos de hachís que acaban de incautar a un importante narcotraficante, y por todo ello éste, quedó en libertad, el capitán fue trasladado a la asquerosa comisaría del distrito 26, y el no lo llevaba bien, por lo que una charla en su despacho era lo más parecido a un consejo de guerra.
Aparco en la puerta de comisaría, tengo prisa quiero ir a la universidad a ver si averiguo algo de la última víctima que me de un nexo de unión con Erika, ya que no tengo nada. Subo las escaleras hasta la primera planta, donde el capitán tiene su despacho, toco la puerta:
-Adelante Ugrumov, adelante- la voz es seria pero no me transmite señal de bronca o de agradecimiento.
-Buenos días capitán, contesto una vez dentro del despacho.
-Cierre la puerta- su cara es inexpresiva, y su voz carece de tono- ¿tiene alguna pista?
-Pues ayer estuve siguiendo a su- dio un fuerte puñetazo en la mesa que me hizo callar y empezó a gritar.
-¡Le digo que si tiene alguna pista coño! ¡Es una pregunta sencilla con una contestación sencilla!- grita fuera de si, con los ojos tan abiertos que parece que se le vayan a caer de la cara.
-No señor- contesto tranquilamente, me hace gracia verle así, no va a conseguir que solucione nada gritándome.
-Bien- dice más calmado, en el fondo sabe que a mi no consigue acogotarme con esos gritos como si que consigue acojonar, e incluso hacer llorar, a algún policía, -si no consigue ningún resultado en el día de hoy será relevado de su cargo y suspendido de empleo y sueldo por el tiempo de un mes- comenta el maldito hijo de puta sin inmutarse.
-¡Un día! Usted está loco capitán eso es imposible, en un día no puedo ni entrevistarme con toda la gente que pueda conocer a la segunda víctima – le grito.
-Tiene un día, y como me vuelva a gritar haré que le despidan inmediatamente.
Salgo dando tal portazo que casi saco la puerta de sitio, el día se presenta difícil, tengo un día para resolver dos asesinatos y todavía no he desayunado. Lo mejor será ir a la universidad y desayunar allí mientras hago preguntas, así ganaré algo de tiempo.
Aparco el coche en la zona de la cafetería, esta vacía supongo que porque todos se encuentran en clase, es un recinto bastante grande, y muy luminoso, me tomo un bocadillo de jamón y un café ya era hora de comer, me había quedado sin desayuno. El café es menos malo que el de Peter, pero sigue sin ser café, supongo que en esta asquerosa ciudad tenemos el café que nos merecemos, asqueroso. Salgo de la cafetería y me dirijo al edificio de administración, voy andando por medio de parques, es una universidad bonita que llena de esperanzas a los estudiantes, para que, una vez salgan de ella, se topen que la verdadera vida en una gris ciudad y se trasformen en máquinas de nueve a tres de lunes a viernes. La niebla con la que se había despertado la mañana se esta abriendo un poco y deja pasar unos tímidos rayos de luz. Consigo llegar al edificio, abro una gran pero ligera puerta y entro, es un edificio muy grande, de tres plantas, en cada planta hay más de diez puertas que supongo que darán entrada a sendas clases, bajo la mirada y veo un mostrador en el cual hay una señora de unos cincuenta y seis años, pero con la piel lisa, supongo que de cremas y operaciones, que si sonríe lo más mínimo se le raja la piel, lo más curioso, es que lleva unas gafas que parecen unos prismáticos atados a la cabeza.
-Buenas tardes preciosa- le digo aguantando las ganas de devolverle en el bigote que se le entrevé.
-Buenas Tardes contesta sin alzar la vista de una de esas asquerosa revistas del corazón
-Soy el detective Ugrumov, y quiero saber dónde se encuentra matriculada una alumna.
-Eso tiene que hablarlo con el rector, yo no estoy autorizada a facilitarle esa información.
-Bien, donde puedo encontrar al rector- contesto un poco harto ya de dar vueltas
-Ahora mismo está dando clases en este edificio, tendrá que esperar hasta que acabe, mientras puede hacer tiempo sentado en ese banco.
El banco esta situado frente a la horrible secretaria, yo sospecho que no tardará mucho, pero se va haciendo de noche mientras espero, no sabía que las clases universitarias duraran tanto. Estoy ya desesperado con el culo cuadrado cuando veo a un individuo de un metro ochenta aproximado, de unos cuarenta años de edad, con traje oscuro y maletín de piel que se acerca a la secretaria, empiezan a hablar y ésta me señala, el hombre se acerca a mí me extiende la mano.
-Buenas noches soy el Rector de la universidad, me llamo Alfred Murray ¿En qué puedo ayudarlo?
-Buenas noches, soy el detective Ugrumov, y quiero hacerle unas preguntas sobre el asesinato de una chica que estudia aquí.
-Ah, si, lo he leído en el periódico, pero mucho me temo que esa información no es del todo correcta.
-¿No?
-No, verá, esa chica, Alicia, me parece que era su nombre
-Si así es, -le contesto haciendo ademán de que continúe un poco más rápido ya que habla muy despacio y me pone nervioso.
-Resulta que se matriculó en esta universidad hace dos años, pero nunca llegó a asistir a clase, no tenemos ni siquiera su foto para la ficha.
-Bien- le interrumpo -muchas gracias- y me marcho.
No tengo nada, bueno, algo si que tengo, la seguridad de que mañana por la mañana tendré que buscarme otro trabajo. Me acerco a una cabina de teléfono que esta en la puerta de la cafetería y llamo a Herrinson el forense a ver si tiene algo de lo que tirar.
-Herrinson, soy Ugrumov, ¿tienes algo?
-No hay casi nada Ugrumov, su madre murió hace diez años, su padre vive en una cama en coma desde hace tres años en una residencia de ancianos, y ella vivía sola en un pequeño apartamento en la calle 210.
-Vale, gracias Herrinson-.
No tengo nada, solo el apartamento, el cual está cerca de la cafetería de Peter así que, iré a cenar y luego me paso por la casa a ver si saco algo, aunque dos días sin dormir es demasiado para poder trabajar en condiciones.
Es ya media noche, pero Peter´s está abierto, menos mal, entro y me cruzo con ese tío tan raro que parece que ha terminado de cenar, se queda mirándome.
-¡Que pasa imbécil!
-Nada, nada- contesta cagado de miedo y se va corriendo
-Peter ponme un café podrido de esos que tú haces, bastante cargado y pon la tele a ver que dicen del tiempo para mañana, seguro que llueve.
Peter enciende la tele y me prepara el café, en la tele están hablando de la chica asesinada y sale una foto suya, supongo que de su carné de conducir, no se como la habrán conseguido esos bastardos de periodistas, Peter trae el café y se queda mirando la tele.
-Esa chica estuvo aquí ayer
-Si claro Peter, tu local es súper glamuroso y tienes una cola de mujeres fuera muriéndose por entrar- contesto en tono burlón.
-Que si que estuvo ayer joder, además Edurard te lo puede decir.
-No creo, no se quién es ese tal Eduard
-Es el chico al que has llamado imbécil hace un minuto
-Pues mira que bien Peter.
-Ah, Ugrumov, ha estado aquí tu mujer esta mañana y nos ha dicho que quiere hablar contigo, te espera en la calle 160, junto a la parada del metro.
-¿Nos?- digo con cara de extrañado
-Si a Eduard que estaba aquí desayunando y a mí
-Vale, gracias Peter-.
No se que querrá esa mujer ahora pero no me interesa, pago y me dirijo a mi casa a ducharme para ir al apartamento de Alicia. Abro mi puerta y me dirijo al frigorífico, cojo mi botella de wisky, único alimento que se encuentra en mi casa y echo un trago directamente de la botella, una luz roja parpadea, es mi contestador, es un milagro ver esa luz porque se encuentra enterrado en un montón de ropa sucia.
-Hola Joseph, soy Molly, supongo que sigues muy enfadado conmigo, pero tengo que hablar contigo urgentemente, es sobre Patricia, nuestra hija, te espero en la calle 160 junto a la parada del metro sobre la una de la madrugada, no tardes por favor, no me gusta ese barrio.
Vaya, Peter no mentía, mi mujer había ido, espera un momento, eso es Peter, el nexo que une a las dos mujeres, Peter te debo una, pero un momento, eso nexo une también a mi ex mujer, no eso no, no dejaré que ese capullo haga daño a mi ex mujer. Cierro la puerta de un golpe y salgo corriendo a la calle, está lloviendo, pero eso no me detiene, cruzo a gran velocidad las tres manzanas que me separan de esa parada de metro, a pesar de estar dos días sin dormir no me fallan las piernas. Llego al lugar y no hay nadie, bajo corriendo las escaleras, oigo un chillido de mujer, es Molly, viene del fondo del andén, corro desesperadamente hacia allí, y la veo, está tirada en el suelo con un tío encima que intenta asfixiarla con un hilo metálico, le pego una patada en los riñones y consigo que la deje, Molly sale corriendo, el tío hace como que no estoy y sale detrás de ella, dirijo mi mano a la funda de la pistola, mierda, me la he dejado en casa, salgo corriendo detrás de él, es rápido pero consigo cogerlo de un hombro, se gira.
- No puede ser, ¡tú!-, aprovecha el momento de confusión para pegarme un puñetazo que me tira escaleras abajo, me rehago y echo a correr tras él, se mete en un callejón, vaya no tienes salida, es raro, actúa de forma extraña, como si no fuera él, como si fuera un animal, de repente arranca hacia mi lanzando un puñetazo. Consigo esquivarlo dando una paso hacia atrás, lanzo mi puño contra el costado de su hígado y logro alcanzarlo, le duele, inca la rodilla en el suelo, pero con un rápido movimiento me lanza una patada, que acierta en mi tobillo desequilibrándome y cayendo al suelo, se coloca encima mía y aprieta un hilo metálico contra mi garganta. Es muy fuerte, no puedo quitármelo de encima, me cuesta respirar, noto como si me fuera a explotar la cabeza, me fallan las fuerzas, mierda, no quiero morir, todavía no. En ese momento una sombra lanza un golpe contra el individuo, lo consigue apartar de mi, aparece otra sombra que parece que le ponga los grilletes, consigo calmar la respiración y vuelvo a ver bien, son dos policías uniformados, detrás está Molly, ella los ha llamado, bien me levanto como puedo y me siento en morro del coche de policía.
-Bien- consigo decir –al final, mañana sigo teniendo trabajo- y miro a Molly la cual se acerca y me abraza.
10
Que raro, no suena la radio del despertador, yo creo que ayer la activé, abro los ojos, ¡joder! ¡Dónde estoy! ¡Dios! Noto como hoy es el primer día que no me duele la cabeza, pero no puede ser, ¿que hago en los calabozos de una comisaría? No lo entiendo.
-¡Hay alguien!- grito desesperadamente, pero nadie contesta, no se que hago aquí, no entiendo nada.
Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.
sábado, 1 de diciembre de 2007
martes, 18 de septiembre de 2007
Terrorismo de género
Era una mañana gris de mediados de Octubre, de esas que huelen a ropa de invierno después de sacarla de su largo periodo de vacaciones en cajones, a suavizante con un ligero toque de naftalina. En Ciudad Capital todo había recuperado su ritmo después de un septiembre duro en el cual las rutinas te persiguen hasta que vas que cogiendo el punto al horario y a los atascos de las horas punta. Eva vivía en un barrio trabajador, de color marrón y verde como los bosques de ladrillo y toldos, con ropa mojada colgando de los balcones dando un pálido colorido marginal, con un olor agrio mezcla de la ollas hirviendo con las distintas comidas, junto el hedor de la basura acumulada en los contenedores y el orín de perros y borrachos que regaban las aceras abandonadas como vestigios de una antigua civilización. Un barrio de los primeros en despertar justo cuando la madrugada muere y empieza a nacer el día. La gente trabajaba en obras distribuidas por toda la periferia, ya que la ciudad había crecido mucho en la última década. Había pasado de ser una ciudad que dependía del centro a los nuevos barrios exteriores, muy caros, que eran cuadrículas perfectas como las hojas de un bloc de colegio.
Este último mes era dramáticamente distinto a los demás, la crisis del ladrillo había ocasionado profundas heridas en la zona, con el noventa por ciento de la gente sin trabajo. Esa mañana Eva había dejado a su hijo Paco en el colegio, y se dirigía a realizar la compra de la semana acompañada de su hija de diez meses Ana. Abrió la ligera puerta de marco de aluminio y cristal opaco de la tienda del barrio, zona de encuentro y cuchieos sobre todo lo que pasaba a unas y a otras vecinas. Eva cogió un carro y sentó a Ana en la silla destinada a los niños pequeños. Al ser lunes, la nevera agonizaba vacía en su casa por le que se disponía a realizar la compra de la semana. Fue pasando de forma hipnótica por todos los pasillos, cogiendo productos básicos y baratos, huevos, carne, pasta, harina, pan…. Nada de lujos, y consultando todos y cada uno de los precios. Francisco, su marido, llevaba un mes en paro, no encontraba trabajo. La obra sucumbió definitivamente y su marido con ella. Se levantaba tarde, de muy mal humor y se marchaba.
—Salgo a buscar curro.
Decía con voz casi apagada y sin mirarla a la cara, pero la realidad era que se iba al bar a beber el poco dinero que el paro le pagaba. La madre de Eva le dejaba dinero, fue duro aceptarlo pero era eso o ver como pasaban hambre sus hijos. El dinero lo guardaba en un cajón, debajo de su ropa interior, e iba cogiendo lo estrictamente necesario para comprar comida.
Llegó a la caja, puso todos los productos en la cinta transportadora y la cajera los fue pasando uno por uno por el lector de código de barras, el soso pitido hundió a Eva en un pensamiento vacío.
—Son setenta euros— dijo Luisa la cajera de la tienda— este Eva ¿te pasa algo?
—No— contestó saliendo de su pensamiento— No, me había quedado empanada.
Sacó su monedero lo abrió y un escalofrío le sacudió. Estaba vacío.
—Oye Luisa, se ve que me he dejado el dinero en el otro bolso, ¿te importa si me lo llevo y te lo pago esta tarde cuando venga de recoger a Paco?
—Hay Eva, vaya cabecita tienes, no hay problema dejo aquí una nota y ya está— le dijo guiñándole y sonriéndole.
Eva mostró una mueca parecida a la de una sonrisa, pero en realidad era terror. Si no tenía dinero en el monedero era porque lo había cogido Francisco y eso significaba que había descubierto que le escondía dinero a su marido, lo que pondría muy furioso a éste.
Corrió a su casa tiró las bolsas en la cocina y fue a su habitación, abrió el cajón de la ropa interior y sintió un descomunal vacío. Toda sus braguitas y sujetadores estaban revueltos y no había rastro de dinero, se sentó en la cama miró al techo quería gritar, abrió la boca pero no emitió sonido alguno, solo rompió a llorar. En ese momento la puerta de su casa se abrió, y Eva empezó a temblar de terror. Su marido cambió justo después de casarse, pasó de ser un alegre joven a un agresivo hombre, con un nauseabundo hedor a tabaco y alcohol y una permanente barba de tres días. Entró en la habitación.
—Hola mi esposa— dijo haciendo especial énfasis en la palabra mi— yo creía que un matrimonio lo compartía todo, que no habían secretos—. Su voz sonaba rota, por la bebida y otros excesos de los que Eva se imaginaba pero no quería reconocer.
—Lo siento mi vida— contestó rompiendo a llorar— lo siento…
En ese momento Francisco lanzó un brutal guantazo en el pómulo izquierdo de Eva que la tiró de la cama, Eva empezó a gritar de dolor ala vez que lloraba, llanto que se unió con el de su hija que esperaba sentada en el carrito que dejó en la cocina con las bolsas y al oír el ruido y los gritos se asustó. Francisco saltó la cama y cayó encima de Eva, la asió con sus dos manos del cuello y la estampó contra el suelo.
—¡Que sea la última vez que me escondes dinero maldita puta! ¡Me oyes!
Eva empezaba a notar como le faltaba el aire y empezó a marearse, tenía mucho miedo por lo que sin darse cuenta se orinó encima. Francisco vio el charco de orín que se formó en el suelo, la soltó y se marchó de la casa mascullando insultos, Eva se quedó sangrando por la boca, con un pómulo inflamado y manchado de meados en el suelo llorando desconsoladamente. Al oír a su hija llorar se levantó y sollozando se dirigió a la cocina, la cogió en brazos se la acercó al pecho y lloraron juntas.
Sonaba la campana del colegio y Paco salía de clase corriendo como cualquier chaval de diez años, vio a su madre y fue a darle un abrazo, pero se paró justo delante de ella boquiabierto.
—Mamá, ¿qué te ha pasado?
Su madre al ir a contestarle se le hizo un nudo en la garganta y se le escaparon unas lágrimas. La profesora de Paco llevaba en la mano el estuche de colorines de éste y se acercó para dárselos.
—Paquito tienes la cabeza en las nubes— miró a Eva y se le escapó— ¡Dios santo bendito!—. Asió a Eva por un brazo y se la llevó a su despacho.
El despacho de Marina era austero, olía a limpio y tenía una estantería con los libros del curso de Paco y varios sobre pedagogía. En la pared colgaba la orla de graduación de su año y su título, así como un cuadrante de las clases.
—Tu marido te ha pegado ¿no esa así?— dijo con tono serio la profesora.
Eva negó con la cabeza intentó articular palabra pero lo único que pudo emitir fue un sollozo que terminó en un profundo llanto.
—Cálmate Eva— se levantó de su silla y la abrazó— tienes mucha ayuda, por parte nuestra, de tus amigas y de las corporaciones, tienes que ir a comisaría y allí te ayudaran. Ves a la Zonal Centro y habla con Rosario, ella es jefa del grupo de mujeres maltratadas, dile que vas de mi parte, estudiamos juntas la carrera, solo que ella se decantó por una enseñanza más dura-. Le guiñó un ojo y le sonrió.
Había empezado a llover, era típico en esa época del año, hacía viento lo que provocaba que llevar paraguas fuese totalmente nulo, llegó a la puerta de la comisaría en la que había un hombre mayor en la puerta con el uniforme bastante desgastado, con un anorak mal abrochado y maldiciendo entre dientes aquel nefasto tiempo y el frío que hacía.
—Hola buenos días agente, quiero hablar con Rosario, de las mujeres maltratadas.
El policía le miró de arriba de abajo y le espetó en tono seco
—Siga por aquel pasillo y la segunda puerta a la derecha.
Eva entró por el pasillo y cuando llegó a la puerta levantó la mano para llamar pero se quedó inmóvil. Tenía miedo, miedo por lo que iba a hacer, por lo que podría pasar, ¿le quitarían los hijos?, ¿se quedaría sin casa?, ¿Qué le pasaría a Francisco, iría a la cárcel? Esa idea la espantó, Francisco le había pegado, si cierto, pero no merecía ir a la cárcel, no sobreviviría en ese mundo, bajó la mano dio media vuelta y se dispuso a marcharse llorando.
En ese momento una chica joven, de unos treinta y tantos, alta y con porte altivo pasaba por el pasillo, se quedó mirando a Eva vio el pómulo hinchado y le extendió su brazo por el hombro.
—Ven conmigo, ya no te volverá a pegar más.
Entraron en su despacho, era el de las mujeres maltratadas, un despacho pequeño, con las paredes pintadas en un color marfil desgastado, con un corcho pegado en la pared lleno de papeles de juzgados y escritos internos indescifrables.
—Cuéntame todo desde el principio, empecemos por tu nombre, yo soy Rosario, soy inspectora de policía y jefa del grupo de mujeres maltratadas.
Su voz era suave y cálida, y emanaba seguridad por todos sus poros.
—Hola, soy Eva, y vengo de parte de Marina, la profesora de mi hijo.
Eva hablaba entrecortadamente, como aguantándose las lágrimas.
—Ah, Marina, mi buena amiga, hace tiempo que no la veo, a ver si quedo con ella, bueno Eva cuéntame.
—Bueno, la verdad, es que no se muy bien como empezó todo, ha sido muy gradual, casi imperceptible, Francisco era un buen muchacho, alegre y seguro de si mismo, eso fue lo que me atrajo de él. Nos casamos a los tres años de conocernos y todo iba bien, no íbamos muy sobrados pero no pasábamos hambre. Cuando nació Paco él estaba muy feliz, era su primogénito pero conforme se haciendo mayor y necesitando ropa y zapatillas la cosa empezó a ir peor, mi marido llegaba muy enfadado a casa y ni si quisiera me saludaba, incluso un día comiendo paco, mi hijo empezó a cantar una canción de unos dibujos animados que le gustaban, mi marido le gritó que se callara y el niño empezó a llorar, Francisco lo cogió por las axilas lo levantó de la silla y le gritó que callara, consiguiendo que llorara con más fuerza, con lo que le pegó un fuerte guantazo en la cara haciéndole una brecha en la ceja. Yo me asusté mucho me quedé helada, jamás pensé que mi marido fuera capaz de hacer cosas así.
—Ya, Eva quieres un café, una tila, lo que quieras— comentó Rosario en tono afable mientras iba escribiendo todo lo que decía Eva.
—Un café me irá bien gracias.
Sorbo a sorbo le fue contando todo, desde como le iba minando la moral día tras día, descalificándola delante de amigos, y arrancándole cualquier tipo de ilusión que pudiera tener. Lo peor de todo era el miedo, el terror que había plantado en su alma y crecido sus raíces en ella. Eso es lo peor que le puede pasar a una persona, un pánico psicológico, cada vez que en la calle escuchaba a alguien decir el nombre de su marido temblaba, cuando se cruzaba en su olfato el olor de su pareja su corazón latía de miedo a más no poder, tan solo ver un coche parecido le flaqueaban las piernas. Eso era algo que Eva sabía jamás olvidaría, el resto de su vida tendría que vivir con ello, era su maldición.
Salió de la comisaría un poco esperanzada, todo había sido buenas palabras, tenía multitud de números de teléfonos y estamentos oficiales que le ayudarían, no pasaría hambre porque su marido les pasaría una pensión y las corporaciones locales le ingresarían todos los meses en su cuenta una ayuda, pero no sabía que le pasaría a Francisco.
Cuando dobló la esquina de la calle que llevaba tras unos cien metros a su portal vio un coche de la policía en la puerta, y algo en su interior la hizo la estremecer, se abrió la puerta y observó como dos agentes salían de ella con su marido esposado, el la vio y la miró fijamente, Eva cayó al suelo al sin fuerzas, la mirada de odio de Francisco la fulminó de inmediato.
—Eva, Eva ¿qué te ha pasado?— dijo juana, la dueña de la frutería en la cual Eva se había desmayado en la puerta.
—Nada, estoy bien, debe ser una bajada de azúcar o algo parecido.
Intentó esbozar una sonrisa pero no lo consiguió. Juana miró hacia su portal y comprendió todo de inmediato.
—Tranquila Eva, sabes que estamos todas para ayudarte en lo que sea. Y en ese momento un círculo de vecinas que se habían congregado a observar lo sucedido explotaron aplausos y vítores hacia ella.
Eva entró en el juzgado número dos de Ciudad Capital, cuando la llamó Rosario, la jefa del grupo de mujeres maltratadas para avisarla de que debía asistir a juicio para declarar contra su marido, se vino a bajo, no tenía fuerzas para enfrentarse a ello.
—Hola buenos días Es usted Eva Fernández garcía, ¿verdad?— Ella asintió—¿Jura usted decir toda la verdad?
—Si.
Su voz era un hilillo, casa inaudible y quebradiza por el llanto.
—En este momento queda usted advertida de que cualquier testimonio falso es tenido en cuenta como delito, que empiece el juicio.
La sala era grande, perfectamente cuadrada y con unos grandes ventanales por los que irradiaba la luz del exterior, ese día era luminoso aunque unas lejanas nubes amenazaban con derramar tormenta. Detrás de Eva había una hilera de diez bancos donde se podía sentar la gente, en el primero estaban sentados ella y un abogado específico para los temas de violencia de género. Delante de ella había una mesa en forma de u, en al parte de su izquierda estaba un señor, del cual más tarde supo que era el abogado de su marido, en al parte frontal había un señor mayor, de unos sesenta años, el cual era el juez, junto con una mujer joven de unos treinta y cinco años que no paraba de escribir en el ordenador todo lo que se decía. En al parte de su izquierda estaba una señora, su abogado le dijo al oído que era la fiscal.
El juicio fue largo, con muchas preguntas personales, sobre su relación con Francisco, sobre el tipo de insultos, sobre las palizas, si eran fuertes, si consumía alcohol o drogas y lo más duro, sobre si su marido la forzaba a mantener relaciones sexuales con él. Tras varias horas ella salió fuera, supuso que entraron a su marido por otra puerta porque su abogado siguió dentro bastante tiempo.
—Bien Eva— dijo el abogado saliendo de la sala resoplando por el cansancio—Francisco te va a pasar todos los meses 600 euros para ti a para tus hijos, se que es poco pero él ahora mismo está parado y no tiene más ingresos que la ayuda de desempleo, además te ha sido concedida la custodia de tus dos hijos, así como una ayuda del ayuntamiento de 300 euros mensuales. Tu marido tiene terminantemente prohibido acercarse a ti, y ponerse en contacto contigo por ningún medio, ni telefónico, ni Internet, ni siquiera a voces desde la calle, tiene una orden de alejamiento sobre ti de cien metros, por lo que si lo ves debes llamar inmediatamente a la policía. Francisco puede ver a vuestros hijos los fines de semana alternos, los cuales deberás de dejar en el punto de encuentro de la calle Pescadores los sábados a las nueve de la mañana y recogerlos los domingos a las siete de la tarde. Bueno Eva enhorabuena y cualquier problema me llamas.
Para Eva todos esos datos era demasiada información de golpe, no sabía si aquello era bueno o malo, salió del juzgado y fue al colegio a recoger a Paco, le daba pena observar a su hijo y ver la situación en la que lo había puesto, no vería más a su padre, solo los fines de semana y en un lugar extraño para él. Mientras se dirigían a casa no paraba de pensar en si había hecho bien en denunciar a su marido, no estaba segura, acostó a los niños y se metió en la cama. Era la primera vez desde que se casó que tenía toda la cama para ella sola, la sintió fría, empezó a echar de menos a Francisco, no conseguía dormir, daba vueltas y vueltas pensado en todo lo sucedido, sentía pena por él, ¿dónde estaría ahora?, no tenía casa, ni dinero, no sabía si estaría durmiendo en la calle.
El sonido del portero automático la despertó, había conseguido conciliar un breve sueño, miró el reloj, eran las cuatro y media, se puso la bata metió los pies en las zapatillas de estar por casa y con la voz rota por el sueño y el cansancio descolgó el auricular.
— ¿Quién es?
— Eva, soy yo— hubo una pausa—Paco.
Se quedó petrificada, no sabía que hacer, el no podía estar allí, se la habían prohibido, pero ella no sabía que hacer.
— Perdona cari, se que no tendría que estar aquí pero es que…— empezó a sollozar— es que, no te imaginas por lo que he pasado, me metieron en un calabozo atestado de extranjeros, no podía salir a orinar, me lo tuve que hacer encima,¿sabes? ¡encima!—gritó.
— Yo… lo siento, no era mi intención… no sabía
—Pero no pasa nada— la interrumpió— yo te perdono, quiero seguir contigo y con nuestros hijos— seguía llorando— ser una familia normal, se que he hecho cosas muy malas, pero quiero que empecemos de nuevo, abre por favor, Eva, por favor.
No sabía que hacer, era su marido, estaba en la calle y lo estaba pasando mal, levantó lentamente la mano y pulsó el botón que abría la puerta de la calle. Su marido entró y se quedó mirándola.
— ¿Por qué lo has hecho?, yo os quería, ¡os quería joder!
Su marido gritaba y estaba muy nervioso, lo que hizo que ella rompiera a llorar.
—¡Cállate o despertarás a nuestros hijos!— volvió a gritarle.
—¿Es que no lo entiendes?— contestó Eva— no podía hacer otra cosa, tu me pegabas, así no íbamos a ninguna parte.
—Pero podíamos haberlo hablado antes, joder, y no meterme donde me has metido, tu no sabes lo que es pasar una noche encerrado con gentuza, ¡No lo sabes! Ostia.
Se acercó a Eva y levantó la mano.
—¿me vas a pegar? Valiente, ¡pégame!, venga pega a una mujer valiente.
Francisco le pegó un fuerte puñetazo que la tiró al suelo sangrando por la boca, le había roto la nariz, en ese momento salió su hijo Paco de la habitación y al ver la escena empezó a llorar y abrazó a su madre.
— Que le has hecho a mis hijos, les has comido la cabeza para que no me quieran verdad, eres una maldita puta.
Se dirigió a la cocina y cogió un cuchillo, se abalanzó sobre su mujer y se lo clavó con fuerza en el pecho, Eva sintió un frío que penetró en su pecho, fue directo al corazón, se le pusieron los ojos en blanco y se quedó inerte. Paco al ver esto se desmayó de terror. Su hija Ana se despertó y empezó a llorar. Francisco miró sus manos llenas de sangre y a su mujer muerta en el suelo.
—Dios mío, que he hecho.
Cayó de rodillas al suelo y empezó a llorar sordamente, el llanto de su hija se le metía en el cerebro como echándole en cara su culpabilidad, se dirigió a la habitación cogió y cogió al bebé.
—¡Cállate! Joder, ¡Cállate!— gritaba agitándola bruscamente.
Ana calló, la había desnucado al agitarla tan bruscamente, Francisco miró a su alrededor y vio lo que había hecho, se hundió, no sabía que hacer. Solo sabía que para lo que había hecho solo existía un castigo. La muerte. Abrió las botellas de gas, la de la cocina y la del calentador, las dejo un buen rato, el olor a gas era ya insoportable, sacó un mechero de su bolsillo.
—Papá, dijo su hijo recuperándose del shock, ¿por qué lo has hecho?
Su padre le miró con una lágrima resbalándole por la mejilla y le contestó.
—Lo siento hijo mío, lo siento— Encendió su mechero.
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